- ¿Peseta rosa?
- Fundación Triángulo, 1999-02-07 [¿?] # Carlos Hernández
El pasado 7 de febrero un artículo de El País recogía una noticia que parece estar muy en boga en los últimos tiempos: el supuesto mayor nivel de renta de la población homosexual respecto de la heterosexual; también su gasto en discos, libros o cine sería mayor, al igual que la disponibilidad de ordenadores o conexión a Internet. La fuente del estudio es, según el artículo, una encuesta insertada en revistas especializadas, se entiende que dirigidas a un público homosexual. Pues bien, creo que esa conclusión no es más que una manipulación interesada de unos datos mal interpretados.
El propio artículo al que nos referimos mencionaba la existencia de otros datos en Estados Unidos provenientes de un estudio realizado por la National Gay and Lesbian Task Force (NGLTF). Pasamos a desarrollar alguno de ellos.
El origen de tan polémicas afirmaciones se debe a la publicación en el Wall Street Journal (18 julio de 1991) de los datos de un estudio realizado ese mismo año por una empresa de investigación de mercados, Simmons Market Research Bureau; estos datos revelaban un mayor nivel de renta media disponible para gais y lesbianas respecto de la población heterosexual. Sin embargo, resulta evidente que las encuestas en que se basa el estudio adolecen de una condición imprescindible para ser riguroso: el que la muestra sea aleatoria, pues, al igual que el informe español, se basaba en encuestas hechas a lectores de revistas gais. Por lo tanto, los resultados de la encuesta nos ofrecerían el perfil de consumo del lector de revistas gais, que en ningún caso podía considerarse extrapolable a toda la población gai o lesbiana. ¿O es que acaso el nivel económico del lector del periódico económico Cinco Días, por poner un ejemplo, es representativo del español/a medio, o el nivel cultural medio del lector/a del periódico catalán Avui representativo del nivel cultural del habitante de Cataluña? No creo que nadie defendiera esos postulados, pues igual en el caso homosexual.
Sólo las encuestas basadas en muestras aleatorias serían representativas. En los Estados Unidos, por ejemplo, las hechas a pie de urna o las entrevistas anónimas realizadas en la calle o por teléfono, en las que se disponga de datos de renta tanto de personas homosexuales como heterosexuales. Y estos estudios, según el informe de la NGLTF (Badget, M. V., Ph. D.: Income Inflation, The myth of affluence among gay, lesbian and bisexual America, 1998), muestran que en el primer lugar de renta se sitúan los hombres heterosexuales, luego los hombres gais y las mujeres heterosexuales y por último las mujeres lesbianas, algo que parece confirmar el hecho de que la discriminación revierte siempre en un nivel de renta menor, algo que ya era conocido en el caso de las mujeres.
Respecto al hecho de que los gais masculinos formen parejas de dos sueldos, a ello sólo cabe oponer, y suena casi redundante, que eso sólo se cumple para los gais masculinos que viven en pareja y que no recoge por tanto el nivel económico que poseen, por ejemplo, los jóvenes gais y lesbianas, algunos de los cuales ante la presión de la violencia psicológica de la familia y su entorno social, abandonan sus casas y estudios y comienzan una difícil vida sin el apoyo familiar. Igualmente no se cumple para las mujeres lesbianas que por ser mujeres han de sufrir una tasa de paro que dobla a la masculina además de ser víctimas de una diferencia negativa salarial de hasta un 30% respecto de sus compañeros masculinos, según varios estudios. A ello suman las personas homosexuales, tanto mujeres y hombres, los posibles efectos sobre su renta de la discriminación laboral por orientación sexual. Existen estudios que analizan cómo la discriminación sexual puede llevar incluso a la exclusión social (GLENN / Nexus: Poverty, lesbians and gay men - The Economic & Social Effects of Discrimination, The Combat Poverty Agency; Dublin (Ireland), 1995).
Asimismo las encuestas de Simmons Market Research Bureau han sido frecuentemente utilizadas en Estados Unidos por la derecha cristiana para fomentar el odio hacia los homosexuales. Incluso un juez del Tribual Supremo americano, Antonin Scalia, en una reciente sentencia, considerada clave para gais y lesbianas (Romer v. Evans), utilizó estos datos para negar la necesidad de leyes antidiscriminatorias en el caso de la orientación sexual ya que el alto nivel de renta disponible del colectivo homosexual le proporcionaba un "poder político desproporcionado".
Por lo tanto nos parece que conclusiones como las expuestas en este tipo de análisis sólo benefician a una minoría y no reflejan de ninguna manera la verdadera realidad de muchos gais y lesbianas que han de enfrentarse con situaciones de discriminación que influyen en su nivel de bienestar. Sinceramente, nos parece una irresponsabilidad la generación de estos datos tan poco contrastados, pues puede que a algunos les haga aumentar la cuenta de resultados pero a la vez contribuyen a sembrar la semilla de la incomprensión y la desconfianza de la sociedad en un futuro.
La descabellada idea de la "peseta rosa" es además fomentada por algunos gais españoles, incluidos no pocos activistas, que defienden fervientemente la implantación del modelo americano de "comunidad gay", que responde a la lógica social del neoliberalismo, negador de toda solidaridad, confiados en que la formación de un poderoso "lobby gay" basado en el poder del dinero les procurará sus derechos. Merece la pena reflexionar sobre la experiencia de los Estados Unidos, donde parece que la tendencia es que la discriminación degenere en abierta violencia contra los homosexuales, como el caso del estudiante Mathew Shepard, asesinado el pasado octubre. Esta implantación viene acompañada también de la creación de su propio "ghetto gay", como lo llaman sin complejos en los Estados Unidos.
En nuestro propio país, en la "disneylandia rosa" del madrileño barrio de Chueca, el agua se paga a precio de whisky y el whisky a precio de champagne, lo que no deja de tener su lógica, pues así ocurre en todos los parques temáticos del mundo. Sorprende sin embargo la actitud de un cierto sector progre y algo desorientado que parece creer que todo lo gai es bueno sin darse cuenta de que en el "barrio gay" de Chueca hay tanto racismo, machismo o explotación económica como pueda haber en cualquier otro barrio de Madrid. Una representante de una conocida marca de bebidas declaraba hace poco a la revista Tiempo "tenemos marcado un público objetivo de 25 a 35 años, y dentro de ese target no despreciamos a nadie: clase social media alta ó alta, que sale, a la que le gusta tomar copas, estar con amigos...Evidentemente dentro de ese público objetivo está la comunidad gay". Y es que cada vez más "comunidad gay" parece significar hombre de 25 a 35 años, de profesión liberal, con altos ingresos y con un determinado estilo de vida, dejando fuera a todo el resto de los gais y lesbianas. La clave es pues, no confundir la magnesia con la gimnasia. No confundir la "comunidad gay" con los gais y las lesbianas. No creer que las personas se pueden simplificar y manejar como nichos de mercado. Por favor, no se confundan.