- Iván Garde · Transexual y presidente de la Asociación Ilota Ledo
- «Tuve miedo al rechazo familiar. Luego vieron que no era tan dramático»
- Iván Garde es un hombre transexual que las pasó «canutas» cuando inició su proceso de visibilización, no sólo por la falta de información, sino también por el miedo al rechazo familiar o porque, a la hora de cambiarse la partida de nacimiento, la jueza le obligó a que se hiciera una reconstrucción genital. Hoy preside la asociación Ilota Ledo.
- Gara, 2005-11-14
Hace pocos días Iruñea fue sede de las primeras jornadas sobre transexualidad que se celebran en la capital navarra. Sus organizadores, entre quienes figuraba la Asociación Ilota Ledo, se volcaron en este evento «para intentar desmitificar un poquito la imagen que se tiene de la transexualidad», conscientes de que en la sociedad actual «todavía existen muchos estereotipos». Aunque no hay estudios sobre el número de transexuales existentes en Nafarroa, en los últimos cinco años en el Centro Andraize, de Iruñea, han atendido a un total de 120 personas transexuales.
En las recientes jornadas se ha constatado que existe bastante confusión sobre qué es la transexualidad. ¿Cómo la definiría usted?
La transexualidad es una cuestión compleja, que abarca todos los ámbitos de la vida. No hay una cuestión que prevalezca sobre las demás, sino que abarca muchos aspectos, tanto sanitarios como legislativos, sociales, etc. Es el conjunto de todos estos aspectos lo que nos interesa transmitir a la sociedad. En nuestra sociedad actual los roles son masculino o femenino, y cada uno tiene que inscribirse dentro de uno de esos roles y funcionar en él a lo largo de su existencia. Eso le afecta en todos los niveles: la educación que recibe, las posibilidades vitales que tiene, etc. Las personas transexuales tenemos un rol contrario al que nos han asignado en el momento de nacer. Cuando nacemos nos ponen una etiqueta, la de hombre o mujer, pero a lo largo de nuestro desarrollo no coincidimos con ese rol.
¿Y cómo les afecta el hecho de llevar una etiqueta que no les corresponde?
Esto afecta a todos los órdenes de la vida de la persona, desde que no es reconocida por los demás tal como es y cómo se siente. Esa persona está etiquetada dentro de un rol y de un género, y se espera de ella que actúe de una manera que no le corresponde, que no le pertenece, y eso absolutamente en todos los aspectos de su vida. Ahí está la dificultad que tiene la persona transexual a ser reconocida, a ser respetada y a relacionarse en la sociedad.
Existir, existir, yo creo que la transexualidad existe con el propio ser humano. La fecha más antigua que se conoce de personas transexuales, asumidas como tales, es en el Neolítico, aproximadamente 10.000 años antes de Cristo. ‘‘En las sociedades de cazadores y recolectoras, a los individuos que, o bien nacían con algún tipo de intersexualidad o bien se identificaban con el otro sexo, se les respetaba, se les dejaba elegir su rol sexual que querían desempeñar dentro de la comunidad y eran vistos como signo de buen augurio’’. Así se recoge en un trabajo documentado que ha hecho una de las asociaciones que ha colaborado en la organización de las pasadas jornadas, sobre la evolución histórica de la transexualidad. Este trabajo ha sido elaborado por Andrea Planelles, presidenta de la Fundación para la Identidad de Género.
Usted preside la asociación de personas transexuales, amigos y familiares Ilota Ledo. ¿Por qué un nombre tan extraño?
Es muy simple. Los ilotas eran los esclavos de la antigua Grecia, y es una forma de expresar la esclavitud que sufrimos las personas transexuales, en tanto que no se nos reconoce nuestra propia identidad y se nos obliga a seguir un rol que no nos corresponde. Y ledo significa alegría, buen rollo. Es una forma de tomárnoslo con alegría y no a la tremenda.
Hasta que se constituyó Ilota Ledo, ¿las personas transexuales de Nafarroa tenían problemas para recabar información?
La asociación surgió cuando yo empecé mi proceso de cambio. Me puse en contacto con otros transexuales de Iruñea y decidimos fundar la asociación, porque no había nada a donde poder acudir para informarse. Entonces ya existían asociaciones de gays y lesbianas, pero la transexualidad no tiene demasiado que ver con ellas. Las reivindicaciones y la problemática no son las mismas. Entonces, contactamos con familiares y amigos y nos pusimos en contacto con otras asociaciones de transexuales del Estado a través de internet.
¿Cómo fue su experiencia personal?
Hasta los 33 años yo no tuve ningún tipo de información relacionada con la transexualidad, salvo alguna amiga, y ese fue el primer problema. En aquel tiempo, la visualización de la transexualidad femenina no me hacía pensar a mí que hubiera un equivalente masculino. Fue a través de internet como me enteré de que existía la transexualidad masculina y de cómo era o podía ser el proceso de visualización de mi realidad interior, es decir, el poder expresarme y mostrarme a los demás como yo era en realidad.
¿Sintió algún tipo de rechazo social?
Una vez que inicié el proceso de visibilización, no he tenido mayores problemas. Sí tenía la incertidumbre de lo que pudiera pasar, porque no tenía ni idea de cómo iba a reaccionar la gente ante mi cambio físico y de imagen. Luego fui hormonándome y transformándome en lo que ahora soy, y me encontré con que no había demasiado rechazo, quizás porque tampoco había mucho conocimiento de la transexualidad. Yo no iba diciendo que era transexual. Los demás, simplemente me veían como un hombre, y punto. Al haber esa invisibilidad, pasas desapercibido y es más fácil la aceptación social. Además, la hormonación te permite en muy poco tiempo adquirir un aspecto completamente masculino.
¿Usted deseaba tener un aspecto masculino?
No exactamente. Yo deseaba mostrarme a los demás como lo que realmente soy, es decir, como el hombre que yo siempre he sido. Deseaba tener el aspecto concordante para que la sociedad me pudiera tratar como lo que yo realmente era.
¿Y siempre lo ha sentido así?
Sí. Lo que pasa es que, al no poder expresarme, hacía lo que podía. Yo soy un caso típico de persona que en su infancia tiene un comportamiento masculino "normal". Luego, cuando la sociedad empieza a presionarte, a decirte que no eres un chico, que "eso no se hace", adoptas el rol que te exigen, pero por necesidad de integración. Es decir, adoptas un rol fingido femenino, y van pasando los años con un sufrimiento interior. Entonces, no tienes otra salida que ser como eres interiormente y jugar un papel de cara al exterior. Es como una actuación. Pero yo nunca me he percibido como mujer, me recuerdo siempre como hombre. No es una cuestión física, sino de identidad, de sentimiento.
¿Cómo lo ha vivido su entorno familiar?
Ahora, con normalidad. Mi proceso de visibilidad lo hice hace cinco años, y ahora ya está perfectamente asumido. Pero al principio tuve miedo al rechazo por parte de toda la familia por tener un familiar transexual. El "qué dirán", "nos mirarán mal", "nos señalarán con el dedo", "nos insultarán"Š ese tipo de cosas. Luego, al ver que no era tan dramático, han ido aceptándolo.
¿Y ahora ya hace una vida normal en todos los ámbitos?
Pienso que sí. Al menos a la cara, nadie me dice nada. Por la espalda no lo sé, porque no me entero. A la cara, lo más que te pueden hacer, por decirlo de alguna manera, es la trampa de hablarte en femenino y decir, "Lo siento, me he equivocado", y cosas así. También me han hecho algún comentario como "cuando tú eras mujerŠ", cosa que es absurda, porque yo nunca he sido mujer. Ahora mi documentación está arreglada, tengo la partida de nacimiento cambiada. Y a nivel social, tengo un trabajo normal, he estado trabajando de camionero. Tengo una pareja y tenemos un hijo. O sea, llevo una vida estándar, por no decir «normal».
Supongo que le pondrían impedimentos legales para cambiar la partida de nacimiento.
Sí, y muchos. Tuve que llevar a cabo una lucha impresionante. Mientras estuve en el proceso de cambio, las pasé canutas, porque, a pesar de la ayuda de algunas asociaciones, las pasé canutas. Ahora, puedo decir que es cuestión de buscarse un buen abogado y que te haga una demanda judicial para cambiar los datos en el Registro Civil. En lugar de tener que demostrar que eres inocente, tienes que demostrar que eres un hombre.
¿Y cómo se demuestra?
Con informes médicos, endocrinológicos, sicológicosŠ con documentos que acrediten tu masculinidad. Por ejemplo, presentar un carnet de una biblioteca donde no te hayan pedido el DNI. O que en la Seguridad Social estés registrado con el nombre masculino. O con pequeños trucos, por ejemplo con cartas que te haya enviado la gente a tu dirección con tu nombre masculino. Y sobre todo con una demanda judicial bien hecha, donde no se pueda poner ninguna traba.
Entonces, ¿ya lo tiene todo superado?
Sí, ya lo solucioné en el año 2000. Pero recuerdo que tuve problemas, porque en la sentencia judicial la jueza me exigió que me hiciera una reconstrucción genital para hacerme el cambio, y tuve que hacerlo. En la actualidad, en Navarra ya no es necesario hacerse una reconstrucción genital. A través de mi propia experiencia, conseguimos armar mejor la demanda y las pruebas demostrativas, de forma que los transexuales masculinos que han hecho posteriormente la demanda ya pueden conseguir el cambio sin necesidad de la reconstrucción genital.
¿Ocurre lo mismo con la transexualidad femenina?
Con la transexualidad femenina aún no se ha conseguido. Siempre hay una especie de sacralización del pene. Esto está todavía sin terminar de entrar dentro de la normalidad. Hay otro aspecto, y es que normalmente identificamos transexualidad con operaciones de cambio de sexo, pero una operación no cambia el sexo a nadie. En realidad, se podría hablar de operaciones de reconstrucción o de reasignación, pero siempre pensamos en reconstrucciones genitales, y no es así. Las operaciones relacionadas con la transexualidad dependen de la necesidad propia de la persona transexual, y son variables. Dependiendo de cómo funciona el tratamiento hormonal, a qué edad se empieza, etc., serán necesarias o no operaciones faciales o operaciones que no son precisamente genitales.
Imagino que lo de buscar pareja también sería complicado.
Menos de lo que creemos. Realmente, es mucho menos difícil de lo que la gente cree. Nosotros somos los primeros que tenemos una cierta aprehensión, por esa presión social de pensar que va a ser difícil que una mujer te acepte como eres. Pero en realidad, no es así. Una mujer se enamora de ti y luego acepta lo que traes en la maleta. Esto es así. Mi compañera y yo llevamos viviendo juntos tres años, con total normalidad.
¿Le importa dar su nombre anterior?
Sí. De hecho, no te lo voy a dar. Eso iría en contra de mi intimidad y en contra de la intimidad de todas las personas transexuales.
¿Habéis tenido algún tipo de apoyo institucional?
No tenemos nada. El primer año de andadura de la asociación pedimos ayudas, pero como éramos muy novatos, no dimos con las claves para que nos las concedieran, nos mandaron a la porra y nos desanimamos para pedirlas en años siguientes. Lo único que hemos tenido es apoyo de las asociaciones EHGAM y Lumatza, que nos cedieron parte de su local en Iruñea. Colaboramos con ellos en el centro de ayuda Katalingorri, que es la oficina de atención a gays, lesbianas y transexuales.