- Quince años sin Tom de Finlandia
- Dos Manzanas, 2006-11-15 # Jesús Flores
Este mes de noviembre, en el que ahora nos encontramos, se cumplen 15 años de la desaparición del dibujante Tom de Finlandia. Touko -que así se llamaba en realidad Tom de Finlandia- nació en 1920, junto al mar, en la costa sur de Finlandia, donde pasó sus primeros años, en medio de un mundo rudo y salvaje, junto a granjeros, leñadores, vaqueros, y otros auténticos hombres de “frontera”, solitarios e independientes, inseparables de aquel medio natural. Su paso por las filas del ejército ruso en la II Guerra Mundial no hizo sino completar aquella visión con un contacto directo con ese otro mundo de pulsiones irrefrenables donde desahogar sus ensueños eróticos.
Tom creció entre estos hombres, entre machos símbolos de la virilidad, cuya atracción nunca podrá ya evitar y que tan hondamente impregnaron sus dibujos. De aquella etapa nunca olvidaría a “Urho”, aquel bellísimo granjero musculazo de bronceado perfecto, vecino de la infancia, al que espiaba –con un inconfesable deseo- memorizando cada flexión y contorsión de sus músculos poderosos, su malévola pero pícara expresión y, sobre todo, esa ya famosa sonrisa de labios sensuales.
Su ambiente familiar, en el que confluye el arte, la literatura y la música –de la mano de sus padres, maestros de profesión- ayudó decisivamente a modular y atemperar aquel sentimiento, afianzar su extraordinaria sensibilidad y convertirla en una manifestación artística poderosamente personal e inclasificable, como aquel mundo que le rodeó desde la juventud.
En 1939 comienza a estudiar publicidad en la Escuela de Artes de Helsinki. Su fascinación por el mundo masculino hace que su universo empiece a poblarse de tipos atractivos, de soberbios ejemplares varoniles que va encontrando al paso en los parques y callejones de la ciudad portuaria y cosmopolita en la que reside –obreros de la construcción, marineros, policías, moteros y los llamados hombres del cuero (“leather”)-. La Guerra mundial llena su cuaderno de soldados y oficiales, destacando especialmente esos irresistibles militares uniformados con los que frecuentaba el sexo en la oscuridad de los tensos y largos apagones ocasionados por los bombardeos.
Tras la II Guerra Mundial, Tom retoma sus estudios de arte, trabajando como ilustrador, pero también tocando el piano en salas y cafés nocturnos, lo que lo convierte en un habitante de la vida más bohemia y desenfadada de su ciudad. Viajero constante, suele frecuentar las “cruising áreas” de las ciudades y lugares por donde pasa, de donde toma muchos de sus personajes. Por fin, en 1953, conoce a “Veli”, el hombre con el que convivirá nada menos que durante 28 años.
En 1957 tuvo la feliz iniciativa de enviar algunos de sus dibujos homoeróticos a una popular revista americana de “músculos” (Physique Pictorial), aunque utilizando el pseudónimo de “Tom de Finlandia”, para evitar utilizar su difícil e impronunciable nombre finlandés (Touko Laaksonen).
Y tanto gustaron sus dibujos que el resto ya es historia.
A partir de aquel momento, deja escapar su imaginación y sus facultades artísticas, y dedica toda su atención a hacer realidad las fantasías homosexuales más salvajes, creando esos iconos del sexo homosexual más oculto y marginal -y por ello, más deseable- que con toda probabilidad jamás serán superados.
Se suceden importantes exposiciones por todo el mundo, convirtiéndose pronto en toda una celebridad gay internacional, junto a sus buenos amigos Etienne y Roberto Mapplethorpe. La muerte de “Veli” su inseparable amante y compañero en 1981, y la terrible irrupción del SIDA en su más íntimo círculo de amigos, hacen mella en Tom, pero continúa trabajando.
A pesar de la soledad y de la amargura, de la proximidad de la muerte, Tom siempre seguiría dibujando, aún en los duros momentos en que la enfermedad y la medicación hacían que su mano temblara demasiado como para ejecutar un trabajo a la altura de su prestigio. Touko muere finalmente en Helsinki en 1991 a causa de un enfisema.
Sólo desde la perspectiva de estos quince años sin Tom de Finlandia -cuyo 15º aniversario se ha cumplido exactamente el pasado día 7 de noviembre-, alcanzamos a comprender la profunda huella que este increíble artista ha dejado en la sociedad homosexual. Cuando Tom empezó a dibujar, el homosexual se identificaba más bien con cualquier respetable aspirante a convertirse en mujer o, a lo más, a imitarla. Treinta y cinco años después el homosexual se identifica, se personifica, sin embargo, en cualquier atractivo y varonil granjero, en el duro cargador o estibador del puerto, en un fornido marinero o policía o, sencillamente, en cualquier hombre símbolo de una poderosa y atrayente masculinidad.
La influencia de Tom en esa dirección no es ningún subproducto del arte. Desde el principio él se esforzó por mostrar con franqueza el mundo en que se inspiraba. Todo ello ayudó a forjar una imagen del homosexual asociada a la virilidad y la masculinidad de forma natural, en equivalencia con la de cualquier heterosexual. Por ello, debemos agradecer a Tom su inestimable contribución para crear un mundo en el que todos podamos ser más iguales.
Cuando le preguntaban a Tom si no se avergonzaba al mostrar en sus dibujos a hombres en aquellas actitudes provocativas, respondía, enfáticamente, diciendo lo siguiente: “Todos los días trabajo muy duro para asegurarme de que los hombres que dibujo practicando sexo sean verdaderamente el reflejo de personas que se sienten orgullosas y felices de lo que hacen”.
Gracias Tom. Te echamos de menos.