- Qué fue del primer carmelita gay
- Antonio Roig fue expulsado hace 30 años de la orden de los carmelitas descalzos por hacer exactamente lo que el cura de Valverde del Camino: confesar su homosexualidad
- El Mundo, 2002-02-10 # Juan Antonio Herrero Brasas
El hecho es, no obstante, que el renovado interés por su figura por parte de intelectuales, instituciones y medios de comunicación se debe precisamente a la insólita iniciativa que tomó este hombre en 1976. Aquello fue, según me comenta, «un acto heroico o un imperdonable escándalo, según quien te lo cuente». Y añade: «En aquel momento, todos me decían que era un suicidio».
Antonio Roig fue finalista del premio Planeta en 1976 con su libro Todos los parques no son un paraíso. Esta obra, de carácter autobiográfico, provocó una auténtica conmoción social en la España preconstitucional. En cuestión de semanas se agotaron varias ediciones. Los artículos y entrevistas en los medios de comunicación fueron innumerables. Posteriormente, publicaría otros dos libros, también con Planeta.
Sin identidad
Lo impensable había ocurrido: ni más ni menos que un carmelita descalzo se había declarado públicamente homosexual. No sólo eso, sino que describía en su libro toda una serie de experiencias sexuales que había tenido a lo largo de tres años de exclaustración en Londres. Era la crónica de la desgarradora búsqueda de una identidad que la sociedad le había negado. Nadie hasta entonces había escrito nada semejante, y mucho menos un religioso. Era el primer sacerdote español en declararse abierta y públicamente homosexual.
Un cuarto de siglo después de aquellos acontecimientos, a los 63 años de edad, Antonio Roig tiene, curiosamente, una sensación de fracaso que se une irremediablemente al dolor que le produce la reciente pérdida de su «amigo», como él prefiere llamarle.Su vida a lo largo de estos años ha sido dura. «Sin Manolo no sé lo que habría sido de mí». Tras aquella declaración pública de homosexualidad, confiesa haber sufrido una sutil y brutal marginación social, y de hecho reconoce que actualmente vive en una situación económicamente precaria.
A instancias del grupo editorial RBA, el pasado mes actuó como conferenciante invitado en la presentación de la edición española de la obra de Joel Rothschild Señales del otro lado de la vida que tuvo lugar en la librería Berkana de Madrid. En dicho acto, Roig puntualizó que publicitó su homosexualidad como contribución personal, «dolorosa contribución que tan cara me costó», al incipiente movimiento de liberación gay. Quería que con su testimonio público otros no tuvieran que sufrir la experiencia desoladora que él había sufrido. «Lo hice desde la fe», apostilló. «Era un mandato de la conciencia».
La gran zozobra tuvo lugar en los meses posteriores a la publicación de su libro. Por lo que a su profesión religiosa se refiere, la suspensión a divinis y la expulsión de la orden fueron fulminantes.Antonio, que se mantiene firme en su fe, asegura que no guarda ningún rencor a los miembros y antiguos compañeros de la orden carmelita. Más aún, lamenta la decepción que pudo causarles al dar aquel paso tan atrevido para la época. Y deja bien claro que, de puertas adentro del convento que le sirvió de morada su conducta fue siempre intachable.
Del sacerdote José Mantero, Roig piensa que, aunque históricamente la suya no haya sido la primera declaración pública de homosexualidad por parte de un sacerdote, en un cierto sentido es como si lo fuera. Sobre todo por las diferencias evidentes entre los dos casos. Porque mientras que a Roig su declaración le supuso una dolorosa ruptura con su familia de sangre, Mantero cuenta con el apoyo incondicional de la suya.
Diferencias
Por otra parte, en Valverde del Camino, el pueblo donde estaba destinado el protagonista de la última portada de la revista Zero, sus feligreses han hecho pública manifestación de solidaridad con él. El sacerdote con quien compartía responsabilidades parroquiales habla de él con compresión y amabilidad, y el obispo se ha mostrado dispuesto al diálogo desde un principio. De hecho, la suspensión a divinis de la que ha sido objeto es de momento cautelar.
A Roig se le dieron «como concesión especial» 24 horas para abandonar el convento en el que había vivido durante tantos años y en la sentada que mantuvo a lo largo de casi tres meses a las puertas del mismo fueron grupos de comunistas y anarquistas quienes vinieron a apoyarle y protegerle de los ultraderechistas que merodeaban.El lugar al que acudía por las mañanas para continuar con su sentada lo encontraba lleno de heces o con pintadas insultantes. Y entre sus recuerdos más dolorosos está el de una mujer que se le acercó para decirle que si hubiera hecho eso en su región de origen (que Antonio Roig me pide que no mencione) le habrían metido un hierro al rojo vivo por el culo. El hecho es, en última instancia, que el paso que este hombre sencillo y de reflexión profunda dio en aquellos difíciles momentos aportó un impulso decisivo a ese movimiento social, entonces minúsculo y clandestino, que ahora es capaz de reunir a cientos de miles de personas en sus manifestaciones para reivindicar el derecho a la igualdad.