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- Las víctimas del sida más desvalidas
- Los primeros enfermos de Villa Betania eran terminales y en la actualidad son pacientes afectados por VIH y con un gran deterioro físico y psíquico causado por su adicción a las drogas
- El Diario Vasco, 2006-11-29 # Mario García
Eran los jóvenes de los años ochenta, auténticos supervivientes en un mundo de marginación, drogas, desamor y, además, sida. Han llegado a trompicones a los cuarenta y ahora, estabilizado el virus, su organismo está cansado y, muy frecuentemente, su mente perdida.Éste es el perfil más característico del usuario actual de Villa Betania, la casa de acogida que, auspiciada por Cáritas, Diputación y Osakidetza, acoge en el barrio donostiarra de Loiola a enfermos de sida con un alto grado de deterioro físico y psíquico, la mayoría de ellos marcados por su adicción a las drogas. Villa Betania, dirigida por religiosas, ya no es la casa donde iban a morir los más desamparados afectados de sida; ahora son más los que van a recobrar fuerzas que los que fallecen, y su infección se controla mejor que el deterioro que arrastran después haber desperdiciado sus vidas con las drogas.Quince añosVilla Betania es uno de los referentes guipuzcoanos de la lucha contra el sida. Tanto por el tipo de pacientes que ha acogido -los más deteriorados, los más rechazados, la mayoría de ellos toxicómanos- como por haberse enfrentado incluso al rechazo popular.En agosto cumplió quince años de actividad y por sus habitaciones han pasado unos 160 pacientes. Los nueve que se encuentran ahora, siete hombres y dos mujeres, tienen una media de 45 años de edad, han llegado previa selección de una Comisión Sociosanitaria (Diputación-Osakidetza) y son totalmente libres para marcharse en el momento que quieran y puedan.La actual responsable del centro, la religiosa Mertxe Iturralde, distingue tres tipos de pacientes: «Los que vienen destrozados, a los que acompañamos en sus últimos momentos; los que acuden para recuperar fuerzas y volver otra vez a la calle, y los que, cansados de una vida tan azarosa, les mueve algún ansia de integración».Como en los viejos tiempos, quienes ingresan en Villa Betania proceden del hospital, de la prisión o directamente de la calle. En el centro disponen de una habitación individual, un seguimiento estricto de su tratamiento, un régimen de comidas adecuado a sus patologías, una vida familiar y la comprensión y el afecto de voluntarios y profesionales que trabajan en la villa.Aquellos tiempos difícilesAtrás quedaron los años en los que la muerte llamaba a la puerta casi todos los meses. Nunca se le olvidará a sor Carmen García, la primera responsable de Villa Betania, el 21 de agosto de 1991. A las seis de la tarde de ese día acudió al entonces Hospital Aránzazu, en compañía de otra religiosa, María Luisa Argómaniz, ya fallecida, con una furgoneta de Cáritas para llevarse de alta a un enfermo terminal. Se llamaba Emilio Marín. Esa tarde le instalaron en una casona del barrio de Loiola de San Sebastián, aún en obras y todavía sin adaptar para las funciones que iba a desempeñar en el futuro.Y lo hicieron en medio de una encendida oposición y de las protestas de unos vecinos que rechazaban de plano una institución de estas características. Hasta manifestaciones se llegaron a organizar contra el acogimiento de enfermos de sida en Villa Betania: «Eran tiempos en los que el sida causaba una gran incertidumbre; por una parte, se trataba de una enfermedad mortal, y la gente tenía miedo porque no estaba suficientemente informada, y por otro lado, pensaban que se iba a llenar el barrio de toxicómanos marginados», asegura sor Carmen.«De tapadillo»Pero ella y sor María Luisa, ambas enfermeras, siguieron adelante. «Entramos como de tapadillo y estuvimos trabajando en esta situación los primeros meses», recuerda la primera responsable. «He llegado a oír cosas que se decían por la radio, cosas como que los enfermos se estaban escapando, que merodeaban por el barrio en fin, falsedades, porque en realidad los primeros enfermos estaban tan mal que no podían ni moverse de la cama, como mucho en silla de ruedas», resume sor María Luisa.Sin embargo, una vez superadas las reticencias, la situación cambió de forma radical y los vecinos pasaron del rechazo a la integración de Villa Betania en la vida normal del barrio.Atrás quedaron también aquellos años duros en los que raro era el mes en que se no se registraba un fallecimiento. Y es que, como señala Félix Azurmendi, vicario general de la Diócesis de Gipuzkoa y muy vinculado a Villa Betania, «la idea inicial fue la de procurar un lugar donde acompañar durante sus últimos momentos a los enfermos que estaban en la calle». Como precisa sor María Luisa, en aquella época «venían a morir y había muchas muertes».Pasaron los años y a sor Carmen le sucedió sor Nieves Díaz, también enfermera, en 1998, quien conoció los momentos más duros de la enfermedad, si bien entonces ya se había dejado de cuestionar la labor de Villa Betania. Y a sor Nieves le sustituyó en 2004 Mertxe Iturralde, religiosa especialista en trabajo social.El gran cambioDurante esta última etapa, la atención en Villa Betania ha tenido que adaptarse a las nuevas circunstancias de la enfermedad y de los pacientes. La mayoría de los que ahora ingresan no son terminales, sino enfermos de larga duración con un fuerte deterioro físico y psíquico, y la mayoría no ha podido abandonar su adicción a las drogas.Esta circunstancia ha obligado a responsables y trabajadores del centro a una profunda adaptación, según apunta Félix Azurmendi: «Se ha pasado de atender a enfermos terminales a pacientes con un gran deterioro psiquiátrico. Quizá este haya sido uno de los cambios más impactantes de los últimos años, en los que el sida ha dejado de ser la enfermedad mortal que era y se ha convertido en crónica». En este sentido, Mertxe Iturralde matiza que ahora son frecuentes los casos de demencias y de esquizofrenias: «Hay quienes están ahí, como ausentes, sin ningún contacto con la realidad, como idos, todo ello a consecuencia del deterioro progresivo causado por la falta de un adecuado tratamiento y por su toxicomanía». Y es que, como añade Mertxe, «los nuevos tratamientos contra el sida son efectivos, pero lo difícil es organizarse y seguirlos adecuadamente, lo que estas personas no son capaces de hacer cuando están en la calle».
- La intérprete, un icono gay
- El Diario vasco, 2006-11-29
Una de las protagonistas más sorprendentes del viaje del Papa a Turquía es su intérprete, porque no es un personaje anónimo e invisible en las reuniones. Al contrario, a los ojos de un espectador italiano resulta muy conocida y puede desatar incluso incredulidad. Se trata de Serra Yilmaz, una actriz turca muy popular en el país y que es una de las protagonistas fijas, casi símbolo, de los filmes de Ferzan Ozpetek. Algo así como el equivalente a una chica Almodóvar. Este director turco que, como ella, está afincado en Italia, constituye uno de los iconos de la comunidad gay de Italia. Ozpetek, que ya había obtenido reconocimiento con el filme Hamam, baño turco, arrasó en las taquillas italianas en 2001 con Le fate ignoranti (Las hadas ignorantes), que llegó a estrenarse en España. La película representaba la vida de un grupo de gays y lesbianas que compartían una alocada casa en un barrio romano. Al frente del grupo estaba Yilmaz, que ayer se sentaba muy seria junto a Benedicto XVI, teñida de rubio platino, para traducirle las palabras de sus interlocutores. Yilmaz, que también ha aparecido en series televisivas, es igual de famosa en Turquía y dada su experiencia de intérprete el Gobierno de Ankara la propuso como traductora, según la prensa italiana. Y por lo visto, al Vaticano le ha parecido bien.
- «Me siento inferior»
- Un seropositivo riojano que padece la enfermedad desde hace 20 años relata su experiencia personal y social
- Médicos Sin Fronteras (MSF) denunció ayer el alto precio de los nuevos fármacos para el sida en los países en vías de desarrollo y pidió un cambio de estrategia en organismos internacionales como el Banco Mundial y la OMS.
- Diario La Rioja, 2006-11-29
Con motivo de la celebración el próximo día 1 del Día Mundial del Sida, la presidenta de MSF España, Paula Farias, afirmó en rueda de prensa que los Gobiernos y los organismos de ayuda internacional deben dejar de proteger las patentes de las farmacéuticas en los nuevos antirretrovirales. Apuntó también que las políticas internacionales de defensa de los intereses comerciales de las grandes compañías farmacéuticas permiten que no lleguen a los países pobres los nuevos fármacos, que son vitales para salvar la vida de las personas con virus resistentes a los antivirales tradicionales.Farias agregó que, tras unos años de esperanza en los que parecía que los genéricos iban a llegar a todos los que lo necesitan, se ha constatado el fracaso de ONUSIDA de conseguir hacer realidad la estrategia 3 por 5, que suponía que se iban a poder alcanzar los tres millones de tratamientos en el año 2005. Según sus datos, la crisis del sida puede agravarse aún más en los próximos años porque hay ya el 18% de las personas en tratamiento que tiene virus resistentes a los fármacos en los países en desarrollo, donde no llegan medicamentos más avanzados.En el mundo están contabilizadas 40 millones de personas infectadas con VIH, de las que seis millones que viven en países en vías de desarrollo necesitan tratamiento de forma urgente, aunque sólo cerca de un millón tienen acceso a ellos. Adrián es el nombre ficticio de un hombre de 48 años que vive en Logroño. Lo que es real, y mucho, es el sida que padece. Hasta hace algo más de una década, su enfermedad suponía para él algo secundario. Lo que gobernaba su día a día era la heroína. Adrián estuvo 'enganchado' durante 22 años y, mientras duró su adicción, todo lo demás no importaba. «Mi vida era la de cualquier toxicómano: conseguir dinero para la próxima dosis y dormir en la calle, en un albergue, a veces con pareja, otras veces solo...», resume.Eran mediados de los años 80. El sida era algo de lo que hablaban entre sí algunos drogadictos o esa enfermedad rara que, según decían los periódicos, había matado a Rock Hudson. En aquella época y con esa perspectiva personal, descubrir que portaba el virus apenas alteró a Adrián. «Me hice la prueba porque compartía jeringuillas y sabía que estaba en el grupo de riesgo, pero no me encontraba muy mal físicamente».Lo peor vino después, cuando pasados aproximadamente diez años la enfermedad empezó a hacerle mella en forma de delgadez acusada, neumonías, vahídos, catarros continuos y constantes visitas a Urgencias donde «me ponían un poco bien y luego volvía recaer». La medicación entonces estaba poco desarrollada y la constancia de Adrián era nula. El punto de inflexión en su vida no llegó hasta que abandonó las drogas. «Al desengancharme empecé a tener una vida más ordenada, a cuidarme, a tomar todas las pastillas todos los días - tres por la noche y una por la mañana- y hacerme los análisis trimestrales», explica mientras reconoce «la suerte» que tiene con una familia que jamás, ni en los momentos más duros, le ha abandonado. Prejubilado y con una pareja estable con la que comparte tres hijos y dos nietos, Adrián protagoniza ahora una «vida normal» que, aún así, no le desquita de una sensación extraña cuando sale de su entorno más próximo. «No sé como explicarme: es como si te sintieras distinto, un poco inferior a los demás», dice.Ahora su preocupación es su familia y lanzar un mensaje para que la preocupación ante el sida no decaiga. «Como antes era cosa de yonkis, parecía que nunca podía tocar a otros, pero los datos están ahí. Mucho cuidado».
- Día mundial del sida: Históricos del activismo vasco frente al sida resaltan el «empuje de la sociedad»
- El inicio de la pandemia cumple 25 años. En Bilbo, el lunes, en torno a una mesa redonda, se dieron cita un grupo de ponentes que casi desde aquellos inicios mantuvieron una actitud activa frente a la enfermedad. Ellos son la cara visible de lo que denominaron «empuje de la sociedad» en aquellos primeros años de desconocimiento y discriminación, muy por delante de las propias administraciones sanitarias y los profesionales médicos.
- Gara, 2006-11-29 # Bilbo
Sor Julita Gómez abrió la puerta principal de la casa de acogida de enfermos de sida Bietxeak y frente a ella se encontró a Txema. Era 1994. «Julita, quiero entrar en mi casa. No me dejes morir como a un perro en la calle». Txema tenía llagas «desde la punta del pelo a los pies. No tenía figura humana. Le abracé y le llamé por su nombre». Txema falleció poco después en una cama de este hogar vizcaino, el primero para afectados por el VIH que se abrió en todo el Estado español. «Me agarró de la mano y me sonrió», recordaba esta hermana de la Caridad que estuvo nueve años al frente de Bietxeak, años en lo que en ocasiones los muertos eran uno al mes; incluso, dos a la semana. Años en los que los enfermos reclamaban morir con dignidad. «Como hombres», enfatizaba esta religiosa que, el lunes, junto a otros ‘históricos’ activistas vascos en la lucha contra las consecuencias del sida, se sentaron en torno a una mesa para recordar aquellos primeros años en los que sólo se podía prevenir y acompañar, en los que el desconocimiento sobre las formas de transmisión del VIH llegaba a situaciones que hoy nos harían sonrojar, en los que ni siquiera las farmacias dispensaban preservativos, cuando niños infectados eran tratados como apestados, cuando los contagiados eran señalados con un punto rojo en sus expedientes sanitarios, años en los que como resumió Celina Pereda, presidenta de Médicos del Mundo de Euskadi, «esta epidemia puso al descubierto muchas hipocresías sociales». Reunidos por la Academia de Ciencias de Médicas de Bilbo, cinco buenos conocedores de estos 25 primeros años de la enfermedad del sida rememoraron hechos, nombres y circunstancias que hoy se antojan casi prehistóricas, pero que, en el fondo, como subrayó de manera crítica Josu Unanue «el bermeano», como le presentó la moderadora «la sociedad sigue sin aceptar muchas cosas que en aquellos años tampoco aceptaba. El futuro, creo, se presenta tan hipócrita como lo fue antes». Fueron años en los que, como introdujo Celina Pereda, «apareció sobre el mapa una realidad que destapaba otras y se hicieron visibles ante la sociedad hábitos que se consideraban malditos». Una época «dura y cercana», pero en la que también rescató «la figura de cientos de héroes anónimos que aportaron su trabajo y dedicación. El colectivo de personas con prácticas homosexuales, por ejemplo, fue de los primeros en movilizarse y ponerse a disposición de la Sanidad vasca. El primer folleto anti-sida redactado por el Gobierno vasco contó con la colaboración de este colectivo EHGAM que informó con profusión sobre el tipo de prácticas sexuales que llevaban a cabo». Aquel efecto bola de nieve al que se fueron sumando activistas, familias de afectados, religiosas, se adelantó incluso a las propias administraciones sanitarias que, reconoció, después prestaron todo su apoyo. «Aún recuerdo cuando en una reunión en el consejo de dirección de la delegación territorial de Sanidad, planteé que para dar ejemplo pusiéramos una máquina expendedora de preservativos a la entrada. Me miraron estupefactos. Es que eran años en los que no teníamos ni idea de cómo actuar y que fueron gente como la de EHGAM la que nos enseñó muchas cosas», rememora. Una mesa redonda, en cualquier caso, en la que se evidenció por parte de los ponentes que fue el «empuje social» el que actuó como primer dique frente a una enfermedad que sigue sin ser contenida.======================================================- «El futuro contra al sida lo veo igual de hipócrita»
- Josu Unanue · Persona viviendo con el VIH
En 1985 supo que estaba contagiado por el VIH. Se convirtió en uno de los rostros más conocidos del sida. Unanue recuerda que «es una suerte que esté aquí, porque en el cementerio de mi pueblo hay calles sólo con tumbas de jóvenes». Ni siquiera aquellos «cuatro temerosos amigos» que en los primeros años se juntaban para hablar de aquella enfermedad que portaban, han tenido su suerte. Eran los años más duros, marcados por la marginación y el desconocimiento. «Las primeras en movilizarse en el pueblo fueron las mujeres, las madres. Me acuerdo que no distinguían siquiera entre el consumidor de drogas y el traficante y la emprendían con los consumidores», cuenta con humor.
Hoy, desligado del asociacionismo en el que colaboró durante dieciséis años, este bermeano se muestra más celoso de su intimidad y a la vez desencantado con una sociedad que, afirma, en estos 25 años sólo ha puesto parches. «Lo que me duele es que en 25 años no haya habido ni una sóla voz crítica con todo lo que ha pasado, conque millones de personas sigan infectándose en todo el mundo sin que se haga nada. Las claves siempre han estado ahí, pero la gente ha preferido pensar que era un castigo, ha preferido odiar al diferente, al débil», denunció.
En esa misma línea, admitió que ni siquiera símbolos como el del lazo rojo le suscitan solidaridad. «¡Cómo podemos llegar a 40 millones de infectados en todo el mundo y que nadie se ponga rojo!». Insistió en que estamos ante un problema social, en el que «la marginación siempre ha estado presente».
El futuro no lo contempla nada optimista. «Lo veo tan hipócrita como antes», insistió, porque opina que «igual no hace falta dinero y campañas y sí más voluntad de cambiar las cosas». Y puso el ejemplo del pequeño sudafricano Nkosi Johnson, que sacó los colores a las farmacéuticas. «Ese sí que era un bermeano», bromeó Unanue.
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- «Aprendí a ver a la persona que hay detrás»
- Julita Gómez · Religiosa de las Hijas de la Caridad
Sor Julita Gómez, hermana de la Caridad, llegó a la casa de acogida Bietxeak en 1994, para sustituir a Sor Nieves, que estuvo al frente del centro desde su apertura. Fue unos años antes, en 1988, cuando los dos primeros enfermos de sida que recibieron el alta en el hospital de Basurto se toparon con que la sociedad no les quería. «Ni una sóla pensión de Bilbao les quiso acoger, no tenían nada», recuerda esta religiosa. «Se fueron al Departamento de Bienestar Social y se plantaron allí. Exigieron una solución. Y Diputación respondió abriendo un piso en la calle del Cristo. Fueron sus dos primeros inquilinos», cuenta Sor Julita.
Aquel plante «¡Qué valientes fueron !», resalta, sirvió para poner la mesa la necesidad de un servicio de atención a estos enfermos más allá del hospitalario. «Diputación preguntó si alguna orden religiosa podía hacerse cargo y ahí entramos nosotras». La historia de Bietxeak se inicia como un lugar donde acuden los enfermos terminales que van allí a morir. Pero con los años, muchos afectados comprueban que pueden salir adelante y «piden quedarse». Bietxeak fue pionera y un referente para todas las demás casas de acogida.
Pero esa historia esconde muchas emociones y vivencias personales. La de esta religiosa, que permaneció allí nueve años, ha estado marcada por la máxima de que «si no te metes en su piel, si no te duelen las tripas como a ellos, no puedes hacer nada».
«Ellos me cambiaron la vida completamente. Muchos han muerto en mis manos, pero no me siento fracasada. Si no puedes curarles, sí acompañarles. Yo he aprendido a escuchar en silencio, lo importante que es pararte con ellos, aunque no hablen en horas, pero detenerte con ellos y estar a su lado; he aprendido a leer sus gestos, he aprendido a ver a la persona que hay detrás de esa enfermedad», detalló esta religiosa, quien reivindicó la sencillez de un abrazo como la mejor terapia.
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- «En el barrio donde se abrió la Besarkada Etxea nos querían linchar»
- Miguel A. Rodríguez · Com. Antisida de Araba
Actual presidente de la Comisión Ciudadana Antisida de Araba, Miguel Angel Rodríguez aún recuerda cuando, justo un año antes de sumarse él a este grupo, un 1 de diciembre los jardines de la Plaza Virgen Blanca de la capital alavesa se poblaron de cruces negras en recuerdo a las víctimas del sida. «Aquello impactó mucho a la gente que no entendía quién las había puesto allí», recuerda. El primer caso de VIH diagnosticado en Euskal Herria fue en 1984. Tres años más tarde surge la comisión antisida alavesa «de la mano no de los enfermos, sino de sus familias».
Hoy, la casa de acogida de enfermos de sida Besarkada Etxea, abierta en 1990, es la cara más visible de la labor de este colectivo. Sin embargo, Rodríguez recordó el rechazo generalizado, con manifestaciones incluidas, que suscitó aquella apertura en el barrio donde se iba a ubicar «Nos querían linchar a todos», comentó. La cabezonería de políticos como el por entonces alcalde José Angel Cuerda, tuvo mucho que ver en que el centro abriera sus puertas. «Luego, el propio barrio recapacitó e incluso salieron muchos voluntarios de allí para echar una mano en la casa».
Han trascurrido muchos años, las cosas han cambiado, pero Rodríguez sostiene que sigue pendiente la atención a los enfermos de sida en la cárcel de Langraiz. «No hay recursos para que pueden morir dignamente», denunció, porque la sociedad no los crea.
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- «Nunca hicimos dejación de la lucha contra la enfermedad»
- Imanol Alvarez · Miembro del colectivo EHGAM
El movimiento gay fue un pilar básico en la reacción social ante el comienzo de aquella epidemia en los primeros años ochenta. Imanol Alvarez, histórico activista del colectivo EHGAM, conoce muy de cerca esta trayectoria, desde sus inicios, desde que ya en 1982, en una de las revistas que publicaban, se incluyó una nota sobre «un nuevo tipo de cáncer» que estaba afectando a personas del ambiente homosexual en EEUU. «Decidimos poner la antena, informarnos a través de revistas inglesas y estadounidenses, y a partir de ahí informar cómo podíamos a la gente de nuestro entorno», recuerda. Le siguieron numerosas charlas, «con asistencia hasta la bandera», en un local histórico en esta trayectoria, el de Txokolanda.
En 1983 se llega a un acuerdo que por aquellos años levantó muchas ampollas, como señala el propio Alvarez. EHGAM y Osakidetza, de la mano, publican un folleto sobre «sexo seguro», con algunas imágenes que en esa época granjeó muchas críticas a los responsables de Sanidad «por ser excesivamente explícitas», amén de por «juntarse» con un colectivo de homosexuales. «Nos llamaron de todo a los dos, pero sabemos que con aquello acertamos», afirma Alvarez, aunque aquel tríptico incluye consejos o prácticas que entonces se consideraban inseguras y hoy se sabe que no lo son. Pero es que eran tiempos en los que incluso se discutía si la definición de sida en euskara era IHES o IHUS. «Fijaros qué tiempos, en los que no había ni nombre para la enfermedad».
Otro hito en esta carrera contra el sida tuvo lugar en 1987, cuando EHGAM se detiene a reflexionar sobre su papel frente a la enfermedad. «Vimos que estando volcados con el tema, también teníamos que romper con ese binomio que era sida igual a homosexualidad, porque no era bueno para nosotros pero tampoco para la propia sociedad, que se autoengañaba.
Fue entonces cuando nació la Comisión Ciudadana Antisida de Bizkaia. «Se convocó a mucha gente de distintos ámbitos y nació la comisión», un hecho que no muchos conocen. «En EHGAM perdimos militantes, porque hubo gente que se paso a la comisión, incluso se nos acusó de hacer dejación en la lucha contra el sida, pero hoy sigo pensando que aquellas críticas no tenían fundamento», explica. Precisamente, el local de Etxekolanda, su teléfono o el apartado de correos, fueron durante años referencia de la propia Comisión Antisida. «Nunca hemos hecho dejación», insistió.
Prueba de ello es el número 58 de la revista ‘‘Gay-Hotsa’’, que fue presentada ayer en Errenteria, y que se dedica por entero a un monográfico que recoge algunos documentos de la historia de EHGAM que han tenido que ver con la lucha contra esta enfermedad, diversos artículos y opiniones, algunas noticias y datos de la situación actual de la pandemia, información de recursos documentales y de los colectivos activistas. «Nuestra pretensión no es sino crear inquietudes y, como siempre, seguir provocando, en este caso, la reflexión y el debate. Nada más, pero nada menos», concluye Alvarez.
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- Los obispos creen "ridícula" la decisión de un colegio público de Zaragoza de no celebrar el festival de Navidad
- Los profesores aducen que no desean molestar a los alumnos de otras religiones, y aunque habrá adornos, no se celebrará la fiesta
- El País, arg. digitala, 2006-11-29 # Agencias, Madrid
El portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, ha asegurado hoy que “negar la Navidad” “es una postura forzada, artificial y ridícula”, en respuesta a la decisión de un colegio público de Zaragoza que ha decidido suprimir el festival de Navidad de este año.El claustro de profesores del centro Hilarión Gimeno no ha incluido los actos navideños en la programación anual por haber alumnos de varios credos y culturas, y por falta de espacio adecuado, según informa el diario Abc. Esa suspensión afecta a los actos propios del festival de navidad, pero no incluye los adornos y otro tipo de manifestaciones. Los villancicos de contenido religioso se han sustituido por canciones navideñas y poemas y el tradicional reparto de regalos se ha suspendido.Los padres han protestado contra esta decisión, y están recogiendo firmas para reclamar que, si no este año, al menos la Navidad se vuelva a celebrar en el colegio en 2008. De un total de 350 familias, ya hay recogidas más de 230 firmas, según uno de los padres, citado por el periódico.El gobierno de Aragón defiende al colegio
La reacción de los Obispos no se ha hecho esperar. “Que el Estado sea aconfesional no quiere decir que la sociedad sea aconfesional. La sociedad tiene diversas creencias y debe poder expresar su fe religiosa; y hay posturas que resultan forzadas, artificiales y ridículas”. Entre ellas, “negar la Navidad”, ha afirmado el portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino.El gobierno aragonés ha defendido por su parte la autonomía de colegio público para suprimir el festival de navidad de este año y ha apelado al diálogo respetuoso entre padres y profesores del centro. El presidente aragonés, Marcelino Iglesias, ha hecho así un llamamiento "a que se hagan las cosas bien, al sentido común y al buen entendimiento" y señaló que la decisión del colegio no contraviene la ley aragonesa, ya que ésta "no obliga a hacer fiestas navideñas ni las prohíbe".La Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos (Concapa) ha acusado al colegio público "Hilarión Gimeno" de Zaragoza de practicar lo que califica como "la intolerancia del laicismo que promueve el Gobierno", al suprimir cualquier referencia a las fiestas navideñas por ser un centro laico. En un comunicado, esta organización su apoyo a los padres de alumnos del centro, que han puesto en marcha una campaña de recogida de firmas en defensa de la tradicional celebración de Navidad.
- El documental 'Cambiando el paso' abrirá el ciclo de cine y sida que organiza Ehgam
- Habrá un pase matinal para los alumnos del KM y por la tarde para el público en general
- El Diario Vasco, 2006-11-29 # DV, Errenteria
El grupo Ehgam, en colaboración con Harri Beltza y con el apoyo de la concejalía de Juventud del Ayuntamiento ha organizado el ciclo de cine y sida, que fue presentado ayer.Se abrirá mañana con la proyección, a las 11.00 horas, para alumnos del colegio Koldo Mitxelena del documental Cambiando el paso. Realizado por Fabiola Moreno, se trata de un filme casero, realizado por una asistenta social del Hospital de Basurko, que aprovechando el 25 aniversario del conocimiento del primer caso ha querido contribuir a que el sida se conozca desde el lado más humano, que no es otro que el de los pacientes.Este testimonio también lo podrá ver el público general por la tarde, a partir de las 19.30 horas, en el Centro Cultural.El sábado 2 de diciembre finalizará este ciclo con dos películas. A las 19.30 se proyectará The event y a las 22.30, El hada ignorante. En todos los casos la entrada será gratuita.Los organizadores indicaron en el acto de presentación de ayer que con este ciclo «queremos generar un aumento de la información sobre el sida que se pueda recibir a través del cine y que permite que se aborden visiones desde diferentes ámbitos». Indicaron que «con ello, queremos reforzar la información en la población de Oarsoaldea para que sea más responsable en el mantenimiento de las relaciones afectivo-sexuales y que un día no lejano se pueda decir que el sida se ha erradicado en la comarca».Revista Gay-HotsaAprovechando la presentación del ciclo de cine los miembros de Ehgam Julen Zabala y Javi Conde presentaron un nuevo número de la revista Gay-Hotsa, que llevaba diez años sin publicarse. Aprovechando el 25 aniversario de la aparición del sida, han hecho un número monográfico con el lema Hiesaren Aurka, Estigmaren Aurka, que pretende ser un homenaje a todos los que fallecieron a lo largo de estos años. La revista se podrá encontrar gratuitamente en el Mikelazulo, en la Casa del Capitán o en librerías de Errenteria.En este número se recopilan artículos relativos a este 25 aniversario, que se han publicado anteriormente, pero hay uno de especial interés titulado '¿Qué necesitan saber las mujeres que practican sexo con mujeres en la prevención del VIH?'. Se recoge asimismo la lucha llevada a cabo por Ehgam en los últimos años, carteles de sus campañas, folletos específicos, fotos. La intención es la de editar tres números anuales, de carácter monográfico.El próximo verá la luz en febrero y estará dedicado al errenteriarra Santi Vicente Altxu, fallecido este año.