- Historia de un 'gay': panorama de la discriminación contra homosexuales en Colombia
- El Tiempo [Colombia], 2006-12-14 # Lucero Rodríguez G.
Manuel Velandia ha sido discriminado por su homosexualidad.
"¡Adiós, marica! Adiós, heterosexual. Pero si eso no es un insulto. Ser marica tampoco", así le contestó Manuel a un camionero de trasteos, a sus 25 años, mientras cruzaba por la 60 con Caracas, parte baja de Chapinero en Bogotá.
No importa quién sea Manuel, sea filósofo, sociólogo, sexólogo, consejero o 'voyeur' profesional, un sujeto político, correcto o equivocado; el que mejor conserva las flores de pensamientos de los jardines del vecindario, o todas las anteriores. Manuel Velandia es además un 'marica' autodefinido desde el día que decidió responderle al camionero y dejó de sentirse acosado.
Y a pesar de que las amistades todavía le insisten "¡Ay! no diga que es así (marica), es que suena como tan feo", él lo hace por considerar que "gay sería alguien como Luis Caballero pero marica puede ser cualquiera y ese sí que tiene la masculinidad embolatada" y él, de puro "macho", se queda con esa etiqueta.
¡El cura me desarrolló!
Mientras se organizaba la primera gran manifestación de orgullo gay, la 'Gay Pride Week' de New York, en 1970, Manuel, con apenas 13 años empezó a comprender a qué se referían quienes preguntaban: "¿Ya te desarrollaste?" como, por ejemplo, lo hizo un día un cura de su colegio, en Medellín, a quien le contestó: "no, padre", recibiendo enseguida una particular invitación: "entonces, pasa mañana por mi oficina".
-¿Cómo te fue en el colegio, mijo?
-"Nada. Bien. ¡Ah! el cura me desarrolló", soltó de postre Manuelito en pleno almuerzo.
"No sabía si eso era malo, me pareció normal comentarlo, pero lo curioso es que nadie respondió". Siguieron comiendo. "Al día siguiente, sin embargo, el cura me reclamó furioso por contar lo ocurrido", recuerda.
Ya con 15 años, un ataque sorprendió a Manuel en una visita que hizo a un noviciado. "Una muchacha se me tiró encima a darme besos por todas partes y metió mi mano en una teta suya. Eso sí me pareció un poco extraño". De regreso al colegio, Manuel, rebosante de miles de no respuestas, se descubrió a sí mismo con una sensación de culpa, malestar y humedad que no había tocado su piel antes.
A esa misma edad entró a la universidad y como era tan niño, sus compañeros no hablaban de sexo o de "cosas de adultos en general" mientras estuviera él.
Hoy, Manuel, reconocido sexólogo en Colombia, y una de las cabezas de la comunidad gay, todavía intenta explicarse el comportamiento humano a través de su sexualidad y la de los demás. Su lema de vida es: siempre poder hacer preguntas y obtener respuestas respetuosas.
Sobre su propio sexo solo halló claves a los 18, después de su primera relación sentimental con otro hombre. Justo en 1974, cuando la Asociación Americana de Siquiatría eliminó la homosexualidad de sus listas de enfermedades mentales, Manuel enloqueció por ese hombre que le doblaba la edad.
Muy culto él, francés, hacía teatro, bailaba ballet clásico, hablaba varios idiomas y enseñaba matemática pura en su universidad. Manuel lo admiraba pero no era su ejemplo de lo que quería ser. Esconder su condición gay de la familia fue uno de sus motivos más fuertes del novio de Manuel para venir a dar a Colombia.
El primer amor
Como sea, el francés fue la primera persona del mismo sexo que lo atrajo. En casa del franchute, Manuel vio cuadros y fotografías de hombres desnudos y se sintió cómodo, porque aquello le pareció bello. La conexión fue inmediata. Calzoncillos, pantalones, medias, zapatos, todo fuera.
Por allá en 1975, mientras en España el general Francisco Franco reprimía brutalmente una manifestación gay, Manuel asistía a su primera fiestica gay, nada más y nada menos que en el populoso barrio Santa Fe, del centro de Bogotá. No iba precisamente a bailar el vals de una prima, y se impactó. "Nunca había visto algo semejante, creo que fui el único que se quedó sentado en la misma silla toda la noche, vestidito. No le hablé a nadie ni nadie me habló". La orgía de padre y madre, lo llevó a examinar el asunto: "No creo que todo el mundo quiera ese estilo de vida", pensó e incluso llegó a casa sintiendo que no quería ser gay.
A los quince días una amiga le trajo un artículo del catedrático paisa León Zuleta, primero activista político en temas generales, luego autodefinido "sexo-izquierdista" y precursor de la lucha por los derechos de los gays. En su nota, Zuleta contaba que en Colombia ya había un movimiento gay con unas 10.000 personas. A Manuel le impresionó la noticia y le escribió manifestándole su interés por pertenecer al grupo. A lo que el profesor respondió: mi querido amigo, la cifra no es exacta, quítele los ceros, pero súmese usted y ya somos dos los que conformamos el movimiento.
En Bogotá Manuel fue impulsor de innumerables actividades como marchas, la publicación de 21 números de la revista 'Ventana Gay', la conformación de grupos político-lúdico-sexuales como Landa y Heliogábalos y del primer Movimiento por la Liberación de los Gays, en Colombia, junto con Guillermo Cortez, Manuel Rodríguez y Leonardo Vidales.
"Como a los tres meses del primer contacto, llegó León a mi casa en Bogotá, lo conocí por la mañana y en la tarde tomamos un bus. Se paró, fue a la puerta, se devolvió -llamando, claro, la atención de los pasajeros-, me dio un beso y se fue", cuenta.
Ante mil ojos que se salían de sus órbitas, no le quedó otra a Manuel que bajarse dos cuadras más adelante. Encontró a Zuleta muerto de la risa, con una primera lección para ejercer socialmente como gay: "Tenés que estar preparado siempre para el rechazo y la violencia".
Muerte a homosexuales
Lugares donde tan pronto se encendía una luz roja los "maricas" se comportaban como hombres, fueron frecuentados por Manuel, desde el 77. Más por curiosidad de estudiante de sociología, que por levante, dice él. La dinámica fue rápidamente asimilada.
Prendida la luz, se hablaba grueso, se dejaba el 'amacice', entraba la policía y todos a salvo, excepto los pobres travestis.
Pero a Manuel y a muchos más, los detuvieron, por ahí, más de una vez. "Nos subían a un camión, nos dejaban cerca de Monserrate, y con ese frío de medianoche, nos empelotaban, nos mojaban con agua fría y nos botaban la ropa varias calles abajo. A los travestis les cortaban el pelo y les rompían los tacones. Eso era lo menos que les hacían...", cuenta Manuel, quien además recuerda un travesti con 21 cortadas de navaja en su cuerpo. 21 veces había sido detenido por la policía. "Se cortaba para que lo dejaran libre".
El desquite llegó en julio del 81 cuando se despenalizó la homosexualidad en el país. Para cerrar el ritual de tantos años entre gays y policías, armaron baile en espacios públicos, a esperar a que la "autoridad" llegara, para recordarle que ya no podían hacerles nada. En otro acto político, parejas gay que ni siquiera se conocían entre sí, se besaron por un buen rato frente al edificio de Avianca, en el centro de Bogotá. Allí no podía faltar Manuel.
Pero a finales de la década la homofobia alcanzó su clímax, según el sexólogo "entre 1986 y 1989 unos 640 asesinatos fueron reportados por la prensa". El ambiente era más que macabro, grupos como Manonegra, Amor a Medellín, Amor a Manizales se adjudicaban los crímenes. "Uno pensaba que la cosa solo era contra los travestis hasta que descubrí que uno de esos grupos se llamaba: muerte a H O M O S E X U A L E S", reconoce Manuel.
Pensamientos amenazados
Tras la primera exposición de la idea de que los derechos sexuales también son derechos humanos, a Manuel le llegaron las primeras amenazas, en el 92. Y arreciaron cinco años más tarde, luego de la publicación del primer capítulo de un libro titulado 'Duelo, muerte y reparación', en el cual, entre otros, se aludía al inofensivo tema paramilitar, esta vez relacionado con los mal llamados "grupos de limpieza" que asesinaban gays.
"Te vamos a matar hp" le dijeron a Manuel en una primera llamada con la que quedó petrificado. "Yo reacciono rapidísimo a esa palabra", dice él. En una segunda amenaza recibió otro: "te vamos a matar". Quizá porque esta vez no lo llamaron hp respondió diferente "tienen que tener cuidado porque tengo un hermano igualito a mí, de pronto lo matan a él y no les pagan el trabajo".
Para la tercera advertencia sentenció "¿ha pensado usted que si lo llevan a la cárcel por matarme, su mujer lo visitará los primeros meses, pero luego se va a cansar y fijo se consigue otro y se queda con él?". Tantos años trabajando el tema sexual les debe conferir credibilidad a sus argumentos. Esa vez reinó el silencio del otro lado del teléfono, aunque cada tanto siguió recibiendo llamadas.
Sin embargo, hacia el amanecer de un primero de abril, hace cinco años, tiempo después del cese de las amenazas ¡boom! Una granada explotó en la puerta de su casa. Pocos daños de consideración, sólo vidrios rotos y muchas de sus flores de pensamientos de la entrada se habían perdido, pero había esperanza de rehabilitar el jardín arrasado.
"Por qué no te vas del país, teniendo visa podrías ir a los Estados Unidos", pedían los amigos. "Por qué me tengo que mudar ¿No les parece linda la casa donde vivo?", decía él. "¿Por qué cree que le pusieron el artefacto aquí?" le preguntaba la policía. "No sé, señor oficial, yo creo que no les gusta mi color de pelo (entonces lo llevaba rojo). Hay gente que no soporta lo diferente", contestaba él.
Por la explosión Manuel Velandia sintió que su trabajo era más importante de lo que pensaba, vivificó su orgullo y decidió quedarse.
Hace poco el amigo francés de Manuel -que ya debe sumar bastantes años- temiendo morir regaló unos libros de arte a Manuel "para que su madre no fuera a sospechar que era gay". En memoria de León Zuleta, activista político, y catedrático, asesinado en 1993, cada agosto se celebra el Día de la No Homofobia. Por estos días ¡boom! otra bomba, el Congreso colombiano termina el año concretando si los gays tienen derecho o no al servicio de salud de su compañero, o si en caso de fallecimiento le corresponde más a este el patrimonio del ser amado que a la tía, que desde los 20 años dejó de hablarle al gay de la casa.
El país está lejos de mencionar el matrimonio y la adopción para parejas gays. Sin embargo, el que se discuta seriamente el tema en el sagrado y sapientísimo recinto, donde varios años atrás Manuel oyó hablar a algunos "honorables" hasta de la inminencia de la zoofilia, no es cualquier maricada.
Lamentablemente, apenas esta semana, casi al cierre de esta edición y después de mucho tiempo, Manuel volvió a recibir amenazas.
Si hubiera sido gay:
Durante la II Guerra Mundial, en la Europa nazi, la suerte habría sido distinta, dependiendo de si habría estado al frente de alguna unidad de la SS (escuadras de protección alemanas) o en la retaguardia, lugar desde donde, históricamente, se disfruta mejor el arresto.
En la madrugada del 28 de junio de 1969 la suerte habría sido distinta, dependiendo de si estaba dentro del bar Stonewall de New York, antes o después de que la policía llegara por el "ají" que les negaron. Antes o después de que cerraran las puertas. Si anduviera en tacones o zapatos de macho para emprender la huida. En todo caso habría sido parte de la revuelta más loca de todas ¡Gay power!
En la España franquista del 39-75
Habría sido torturado, encarcelado o desterrado. Pero tendría una cuarta opción: ser recluido en el Centro de Tratamiento para Invertidos, donde siquiatras utilizaban desde choques eléctricos hasta lobotomías para cambiar su "desorientación" sexual.
La conquista gay en:
* Quito. Un expreso, otro para mí por favor, un cigarro, otro para mí, una cerveza marca tal, lo mismo también, gracias... ¡Ojo, heteros! que así, pidiendo lo mismo que el de la mesa del lado, es como un gay da señales a otro de que también lo es. En el Ecuador las manifestaciones gay todavía son muy disimuladas. Hasta hace poco esto era un delito que daba detención hasta por una semana.
* Caracas. Así no haya intención de conquista, dos hombres gays se hablan, se miran de frente y no despegan las miradas sin antes dar un barrido el uno al otro de arriba a abajo.
* Bogotá. Hay miradas que matan. ¡Cuidado gays! si miran al estilo veneco a una posible víctima en una calle de Chapinero, por ejemplo, y le responde: ¿qué me mira, hp? Corre peligro. La víctima podría ser usted porque o el tipo no es gay o su impertinencia ha sacado a flote la agresividad de quien oculta una tormentosa duda sexual.