- Agurtzane Ormaza
- «Hay quien no se atreve ni a tocar a sus hijos por temor»
- Gara, 2003-17-12
«Paidofilia, una mirada sin prejuicios». Es el título de la charla con la que la sexóloga Agurtzane Ormaza ha participado en las jornadas de EHGAM sobre la sexualidad o conductas sexuales tratadas desde un punto de vista patológico o judicial.
Pedofilia, paidofilia, peidofilia. Sinónimos de una palabra que infunde desprecio, temor, morbo. Sin embargo, no todo es lo que parece.Por aclarar términos. ¿De qué estamos hablando cuando decimos pedofilia? Y al mismo tiempo, ¿incurrimos en algún tipo de error conceptual al utilizarlo?
Sí se suele incurrir bastante en un error y es la equiparación de paidofilia con pederastia. Paidofilia viene del griego paidos y filia, es decir, el que ama a los niños, sin ningún tipo de significado erótico. Y la pederastia viene igualmente de paidos y de erastes, palabra esta última que quiere decir amante y aquí sí que interviene un sentido erótico. El error es usarlos indistintamente, más allá de que cada vez que oímos cualquiera de los dos se nos pongan los pelos de punta. Lo ideal sería saber primero de qué hablamos y qué campos abarca, porque incluso quizá no se nos tendrían que poner los pelos de punta porque digamos pederastia y en lugar de pensar que está ocurriendo algo negativo sería mejor hablar de qué es y qué supone. Todo arranca de casos como el de Bélgica, el del Arny, donde muchos conceptos y conductas se mezclaron y se metieron en el mismo saco.
Volvamos al titular de su conferencia. «Una mirada sin prejuicios». ¿Por qué?
Sencillamente para ofrecer otra forma de ver estas conductas de pedofilia o pederastia más allá de la visión negativa habitual. Lo primero es entender que la sexualidad tiene que ver con cómo nos sentimos como niño, niña, hombre, mujer, la sexualidad nace con nosotros y muere con nosotros. El problema es que tendemos a pensar que los niños de cuatro, diez o trece años no tienen sexualidad alguna y que ésta se activa alrededor de la primera regla o las primeras eyaculaciones. Y no es así. Desde que somos pequeñitos somos seres sexuados, tenemos un sexo cada uno acorde con una edad y lo vivimos de una determinada manera. Pero es que además somos eróticos desde que nacemos y a través de nuestro modo de ser, desde pequeñitos buscamos el placer, la atracción, el juego. ¿Cuáles son entonces los errores? Pues que o negamos la sexualidad infantil, o la entendemos pero desde parámetros de los adultos y ahí nos perdemos, porque no son iguales. El niño no tiene una erótica adulta, tiene la suya. Y de aquí es de donde confundimos cosas como pensar desde que los niños ni sienten ni padecen, ni sienten placer ni orgasmos, hasta pensar que si lo hacen puede ser en la misma relación que los adultos.
¿Y el límite entre lo que es bueno y lo que es malo?
(Suspira) La pregunta tiene una salida difícil. Es como preguntar si un cuchillo es bueno o malo, será depende de para qué lo utilices. Te cuento una vivencia. Hace diez años yo trabajé en EEUU y todo este tema estaba en pleno auge. Y la paranoia que yo creo que es había llegado hasta tal punto que había padres, madres o educadores que muchas veces ni se atrevían a tocar a su hijos o hijas pensando que como lo largan todo, a ver si aquello podía derivar en un malentendido. Pero qué cosa más curiosa, diez años después trabajo aquí en Euskal Herria y empiezan a aparecer, aunque de forma menos descarada, parecidas dudas en los padres y madres. ¿Qué pasa, además? Que los adultos estamos viendo que los niños también sienten la sexualidad, su sexualidad. Una madre me contaba cómo su hija, de tres o cuatro años, había tenido una irritación en la vulva y le tenía que dar una pomada. Pero una vez que se le había curado, la cría seguía pidiéndole que le frotara. La niña estaba sintiendo placer y es ahí donde la madre empezó a cuestionarse si debía darle la pomada o no. ¿Dónde está entonces lo bueno y lo malo? La niña no tenía ninguna relación erótica con su madre, pero al adulto le pone en una situación incómoda. Y ahí cada uno debe ver cómo integrar que la niña vea que eso no es algo sucio o malo, pero de forma que vea también que tampoco le vas a dar eso explícitamente.
Porque si nos damos cuenta, implícitamente muchas veces lo hacemos, pero sin querer, en esos juegos entre educadores y niños, o con sus padres o madres. Mientras eso quede en el juego, los dos estén cómodos y no haya reacciones demasiado airadas, funciona, y sabiendo dónde está cada uno. Si nuestro hijo nos está tocando el pene mientras está jugando encima nuestro, igual se endurece y él se da cuenta, pues todo será según como lo lleves, porque el niño no está incómodo. ¡No me puedo excitar con mi hijo! Pues te puede pasar, pero no hagas un drama. O madres que pueden sentir placer al amamantar a sus bebés y se sienten culpables. Quiero decir que tendemos a meter todo en el mismo saco.
Pongamos un ejemplo. A Michael Jackson, haya hecho o haya dejado de hacer algo, se le han demonizado conductas como la de dormir con menores.
Eso es. Muchos padres y madres cuando aparecen estas historias nosotras notamos más llamadas, más agobios, porque la gente o profesores que trabajan en infantil y juegan con los niños, les hacen cosquillas, sienten dudas. Repito que se crean paranoias. Es que estamos poniendo ya en duda que yo pueda dormir con mi niño, o que me pueda duchar con él o que le haga caricias en la 'tórtola' porque está a gusto, pero nada más. Estamos sacando todo de contexto y ya hablamos de que esto está bien y esto mal, se puede tocar hasta aquí y hasta aquí no. O como con la historia de un niño o niña de trece años enrollada con uno de diecisiete. Que cada uno mire su autobiografía a ver con quién se ha enrollado a esas edades. Esas personas pequeñitas también tienen capacidad de discernir y van a saber cómo hacer, pero eso no se logra metiéndoles el miedo en el cuerpo desde críos. Siempre va a haber niños y adultos que caigan en historias que no gustan, pero no podemos generalizar. Penalizamos demasiado gratuitamente.
Quien supongo que tiene claros los límites es la ley.
Un abogado lo sabría mejor. La ley de consentimiento en el Estado español creo que está en los trece años. Mi opinión, en cualquier caso, es que antes de judicializar habría que hacer primero una evaluación familiar y del niño. Lo que pasa es que muchas veces saltan las alarmas antes de ver qué es lo que está pasando.
Llegado a este punto. ¿Quién es entonces un pedófilo?
Quien ama a los niños. Todos somos pedófilos.
¿Y quién un pederasta?
Ya hablamos de un sentido erótico y entonces habrá que ver cómo esa persona ha canalizado esa historia. Uno puede excitarse eróticamente con pensamientos en niños y no tener ninguna actuación. Es decir, a nivel de fantasías todos podemos ser cualquier cosa y si no que cada uno mire las suyas. Muchas mujeres pueden tener una fantasía de que un desconocido un día entre en su casa y le haga el amor, aunque en la realidad la mayoría no lo quiera, pero en la fantasía nos puede excitar. El problema viene cuando esto se conduce a la realidad y no sólo eso, sino con quién, durante cuánto tiempo, de qué forma, esas son las variables a tener en cuenta para hacer una buena evaluación y eso nos va a llevar a poder reparar el daño si lo hay.