- El 'caso Wanninkhof': lo oculto
- El País, 2003-10-10 # Vicente Molina Foix · Escritor
Hay que desterrar el instinto en las actuaciones legales. El instinto queda pintoresco en esas señoras andaluzas que encontraban "antipática y fría" a Dolores Vázquez y en esos hombres mayores de la plaza de un pueblo que se extrañaban de verla tan "machirula". Seca. Dura. Lesbiana. ¿Por qué no, pues, asesina? La condición sexual de Dolores jugó desde el primer momento un papel dominante (y me temo que determinante) en todo el proceso, así como en las revelaciones periodísticas y artículos de opinión de grandes firmas, no todas de derechas, que prejuzgaron repugnante y erróneamente a los más famosos implicados del caso Arny (el morbo general contaba además en ambas circunstancias con carnaza extra: en el caso Wanninkhof, la antigua relación amorosa de la acusada con la madre de la chica asesinada, y en el caso Arny, la presencia de menores que al final ni resultaron serlo). También el instinto tiene una buena tradición en el género policiaco: Sherlock Holmes, Poirot o Carvalho, héroes de un mundo de ficción en el que, para desgracia de los españoles, han estado viviendo -sin la grandeza, la eficacia deductiva y el acierto final de aquellos detectives privados de novela- nuestras fuerzas de seguridad destacadas en Andalucía.
Formidables super-jefes de la Guardia Civil como el capitán Fustel (buen nombre literario), comisarios probos que se patean las calles hasta no dejar piedra sin levantar ni colilla desatendida, fiscales y jueces encarnizados en su olfateo de pistas falsas, como aquella tristemente célebre María Auxiliadora (otro nombre novelesco para la historia escrita de la infamia) instructora del caso Arny. Funcionarios osados e incompetentes a los que podríamos hoy sumar al ministro Acebes, que aunque civil tiene el temple marcial de un legionario y ha afirmado que la inocente Dolores Vázquez reunía el más verosímil "perfil delincuencial". Otro alarde de instintiva.
En el caso Wanninkhof se ha producido, evidentemente, una escandalosa desconexión informativa entre los cuerpos policiales, un mal funcionamiento de la investigación, una chapucería fiscal basada en la pobreza de pruebas directas y no meramente indiciarias, un veredicto infundado que dará armas contundentes a los enemigos del jurado popular, de nuevo puesto en entredicho ahora con ocasión del caso Maremàgnum (el asesinato del ecuatoriano arrojado al mar por los porteros de una discoteca de Barcelona), donde varios candidatos han sido rechazados en la selección por expresar lo que -es de temer- muchos españoles piensan: "Que hay demasiados inmigrantes" (el sudaca pobre, el vendedor ambulante negro y el marica visible son figuras ante las que el instinto de una buena parte de la ciudadanía siente un recelo similar). El Gobierno de Aznar, según su costumbre, rehuirá toda la responsabilidad que le toca en el desaguisado, y no sé si las voces sensatas de magistrados como Perfecto Andrés conseguirán que el aparato judicial reconozca lo mohosos y defectivos que están sus resortes; nunca lo hizo en el caso Arny (ni tampoco, desde luego, la prensa manchada por las injurias vertidas contra los exculpados), un caso en el que, además, se produjeron en todo momento violaciones -impunes- del secreto de sumario, convirtiendo las comparecencias previas ante la jueza de cantantes, figuras televisivas y humoristas acusados en suculentas orgías de paparazzi.
Dolores Vázquez será indemnizada, a cargo del contribuyente, por los 17 meses de injusta cárcel padecidos. ¿Qué compensación le espera en la restitución de su intimidad violada, su tranquilidad personal rota, la estima social perdida? No la tendrá, como no la tuvieron aquellos hombres del Arny implicados con falsedad por unos jóvenes y desdichados prostitutos (instigados algunos de ellos en sus acusaciones por policías sevillanos). La sentencia absolutoria es poco para el inmenso daño causado por esa mezcla de ineptitud institucional, innuendo sexual y malsana curiosidad de un pueblo cada día más educado en la venta de lo privado y la maledicencia. Por eso, como en otras esferas de nuestra vida social desengañada o desconfiada de la Gran Política, se impone que sean los propios amenazados quienes, con su pequeña voz civil, pidan muy alto una justicia que castigue (ejemplarmente, penalmente) no sólo actuaciones erróneas, sino mentalidades discriminatorias. No me cabe duda de que, en un caso como éste que hoy ocupa la atención del país entero, han de ser las asociaciones gays y lesbianas las protagonistas de la movilización, dado el inequívoco "perfil delincuencial" homófobo de los que detuvieron, persiguieron, prejuzgaron, juzgaron y culparon a Dolores Vázquez.