- El arzobispo de Canterbury da una cauta bienvenida a la líder de los anglicanos de EE UU
- Subraya que la elección tendra "un impacto" en la vida colegial de los primados
- El País, 2006-06-21 # Walter Oppenheimer, Londres
Williams envió su "bienvenida", "plegarias" y "buenos deseos" a Schori, pero subrayó que su elección "va a tener sin duda un impacto en la vida colegial de los primados anglicanos y pondrá en el punto de mira algunos asuntos siempre presentes en los diálogos ecuménicos". Aludía así al contencioso que divide a una Iglesia que admite el matrimonio y la concepción pero tiembla ante la homosexualidad y el papel de la mujer.
Mientras anglicanos africanos -y en menor medida latinoamericanos- reniegan de ambos conceptos, en Europa se admite el sacerdocio de la mujer pero no el obispado y se acepta la homosexualidad del sacerdote pero se le niega subir en el escalafón.
La Iglesia Episcopaliana -como se conoce a los anglicanos de EE UU- ha ido por delante de todos con el nombramiento de un obispo gay y ascendiendo ahora al arzobispado a una mujer. Pero varias congregaciones, lideradas por Texas, se disponen a ignorar a la nueva arzobispo y a no reconocer sus decisiones. El principio, quizás, de un cisma de hecho.
La Iglesia Anglicana está muy descentralizada y no tiene la jerarquía unificada de la Iglesia Católica. El poder del arzobispo de Canterbury no es equivalente al del Papa de Roma porque es sólo un primus inter pares. No puede imponer sus decisiones y su papel es el de liderar los debates y buscar un consenso colegiado entre las distintas iglesias que forman la Comunión Anglicana.
Los más conservadores, asentados en los países más pobres, cuentan con la fuerza de representar a las diócesis con más crecimiento de fieles; los liberales, en el poder económico y en el sentimiento moral de que han de guiar a los demás en su travesía del desierto de los prejuicios y las interpretaciones arcaicas de la Biblia.
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