- «Vivir sin miedo no tiene precio»
- En el Día Mundial del Refugiado, una joven lesbiana relata su huida de Perú y cómo llegó a España
- CEAR-Euskadi pide el reconocimiento del derecho de asilo a las mujeres perseguidas por el hecho de serlo
- El Correo, 2006-06-21 # Isabel Ibáñez, Bilbao
Según la ONU, en 2003 había 54 Estados con leyes que discriminaban a las mujeres y no penaban la violencia sexista. Las opciones entonces son tres: aguantar, morir o escapar. Ésta última eligió Solange Tragodara, que se vio obligada a abandonar Perú y llegó a España hace dos años para participar en el Forum de las Culturas de Barcelona. Decidió quedarse y, tras un largo viaje a ninguna parte, recaló en Bilbao, donde solicitó el estatuto de refugiada y permanece a la espera de respuesta. ¿El motivo? Sufrió palizas, amenazas, un secuestro de horas y un intento de violación por ser mujer, lesbiana y activista por los derechos homosexuales.
La Convención de Ginebra de 1951 define 'refugiado' como la «persona que tiene fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas o pertenencia a determinado grupo social, que se encuentra fuera de su país y que no puede o no quiere regresar para acogerse a su protección». En esta definición no aparece expresamente el acoso por motivo de sexo, porque en aquel tiempo no existía esa sensibilidad. «Primero se pensó que quizás hiciera falta ampliar la definición, pero después se vio que la violencia de género es algo real y que está presente dentro del apartado 'pertenencia a grupo social'», explica Itziar Caballero, miembro del equipo de sensibilización de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Euskadi.
- «Novios falsos»
La persecución por motivos de género se ejerce sobre una persona, bien sea hombre o mujer, por pertenecer a un sexo o por su orientación o identidad sexual. «Afecta en mayor medida a las mujeres debido a la situación de desigualdad», añade Caballero. En el Día Mundial del Refugiado, celebrado ayer, Solange Tragodara, de 25 años, recuerda los motivos por los que tuvo que abandonar a su hijo Marco y al resto de su familia.
-¿Por qué escapó de su país?
-Fui la primera chica en Lima en dar talleres para lesbianas en una ONG. La primera agresión vino del hermano y los amigos de una de nuestras chicas. Me tuvieron secuestrada dos horas dando vueltas en su coche. Decían que su hermana era lesbiana por mi culpa. Aunque aquello no fue nada en comparación con otras agresiones. La peor fue la última. Me golpearon tanto y estaba tan nerviosa que me cuesta trabajo contarlo. Iba por una calle solitaria y me empezaron a pegar y a decirme que me iban a violar. Me salvé gracias a un hombre que los ahuyentó, pero quedé marcada física y psicológicamente. Me aterraba salir a la calle.
-¿Cómo viven en Perú las lesbianas?
-La ley prohíbe la persecución de mujeres y homosexuales, pero cada mañana aparecen travestis muertos y es común que las lesbianas sufran violaciones en su propia familia, que cree que así dejarán de serlo. Por eso muchas se buscan un novio falso. Otra historia son las madres lesbianas: sus maridos o familiares les quitan a sus hijos en el 99% de los casos. Y las autoridades no aceptan las denuncias. Yo iba a la Policía y me decían que no podía denunciar, que yo habría provocado la agresión o que no tenían suficientes indicios.
- Traer a su hijo
El hecho es que la ausencia de una cita concreta a la persecución por sexo en la Convención de Ginebra hace que una «interpretación tradicionalista deje a las mujeres en situación de especial vulnerabilidad», explica Itziar Caballero. «Por eso los Gobiernos deben dar una respuesta específica en sus legislaciones, y por eso CEAR-Euskadi reclama al Ejecutivo español mayor protección y reconocimiento a estas mujeres». Porque su mayor problema cuando llegan es probar que han sido acosadas por su condición sexual. ¿Cómo demostrar que se es lesbiana?, ¿que no viene aquí para mejorar su estatus económico logrando los papeles gracias al asilo? «Es complicado probar esa persecución, porque muchas veces tu país no te la reconoce, no admite las denuncias y cuando hay que salir corriendo, no hay tiempo de reunir papeles», aclara Caballero.
-Solange, ¿usted puede demostrar que la perseguían en su país?
-En medio de todo soy afortunada. Primero porque mi situación económica allá era más que desahogada y tengo papeles que lo demuestran. Terminé la carrera de Económicas en una universidad de élite, aunque no puedo pedir el título y estoy repitiendo los estudios en la UPV. También puedo probar mi homosexualidad gracias a las publicaciones en las que aparecí como activista por los derechos de las lesbianas. Y conseguí denunciar una agresión.
-Y con todo eso, ¿cree que conseguirá el estatuto de refugiada?
-Las autoridades están estudiando nuestro caso, aunque sé que es difícil. (Ahora vive de alquiler en un modesto piso en el barrio de San Juan, en Santurtzi, junto a su novia, que escapó de Perú con ella). El temor te hace salir de tu país, porque vives pensando: 'la próxima vez me matan'. Aquí vivimos más precariamente, pero por lo menos estamos tranquilas. Vivir sin miedo no tiene precio.
Solange y su novia esperan ahora que, en dos meses, las autoridades les concedan el estatuto de refugiadas. De no ser así, recurrirán la decisión, pero si finalmente la respuesta es negativa, se convertirían en eso que la actualidad denomina con la fórmula impersonal de 'sin papeles'.
En caso de lograr el asilo, Solange ya sabe qué será lo primero que haga: traerse al pequeño Marco, de 8 años. El niño no entiende por qué su madre desapareció de la noche a la mañana y por eso está en tratamiento psiquiátrico. Solange también tiene pensado casarse con su compañera. En estas mismas páginas les contaremos cómo acaba esta historia, tenga o no un final feliz.
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