2006/12/01

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  • Manifiesto del 1 de Diciembre de 2006
  • 2006-12-01 # COGAM

Hoy, la noche antes del 1 de Diciembre de 2006, volvemos a juntarnos bajo este enorme lazo rojo para recordar a todos esos amigos y amigas que se nos fueron cuando aún no les tocaba. Para recordar que se fueron a causa de una enfermedad que se podía haber evitado: con información, con educación, con solidaridad, con prevención. Pero para haber logrado esa información, esa educación, esa solidaridad, esa prevención, hubiera hecho falta hacer primero desaparecer muchos prejuicios. Esos prejuicios -que se llaman a veces homofobia, a veces transfobia, a veces, más genéricamente, sexofobia- han causado víctimas, millones de víctimas y las siguen causando.

Por eso este 1 de Diciembre volvemos a reunirnos bajo este enorme lazo rojo, buscando una protección que no siempre hemos encontrado en nuestros representantes políticos, ni en las poderosas empresas que gestionan nuestra salud, ni, por supuesto, en nuestros líderes religiosos.

Tal vez este enorme lazo rojo que tenemos sobre nuestras cabezas y que muchos llevamos permanentemente en nuestro corazón nos permita un poco de consuelo o nos ayude a comprender por qué perdimos, por qué seguimos perdiendo amigos, amigas; por qué, por ejemplo, otras enfermedades que provocan muchas menos muertes en el planeta reciben más atención y más fondos para la investigación y la prevención.

Pobre consuelo el de este enorme lazo rojo si no lo traducimos en un compromiso de solidaridad y de acción, si no lo deshacemos para crear una cinta que nos una al sufrimiento de esas víctimas más lejanas del SIDA. Esos millones de personas que padecen la pandemia en África y otros lugares apartados de nuestro mundo y a los que mandamos nuestros barcos de guerra para que no nos invadan en su cayucos y vengan a aprovecharse de los recursos de nuestro mundo, de una riqueza a la que les decimos que no tienen derecho porque no han nacido, como nosotros, en tierras prósperas. Y por no haber nacido en estas tierras prósperas tienen que pagarlo, por ejemplo, muriendo de SIDA.

Miserable lazo rojo, también, si no nos enlaza con esas compañeras transexuales que también son víctimas propiciatorias de un virus que no discrimina pero que facilita que en torno a él se potencien las discriminaciones. A esas transexuales que, a pesar de ese logro que hoy también celebramos que es la Ley de Identidad de Género, siguen sobreviviendo gracias a una prostitución mal gestionada y que les obliga a vivir situaciones de riesgo.

Triste lazo si no nos ayuda a proteger a esos adolescentes gays que se inician en el sexo en un ambiente todavía hostil que no les permite quererse a sí mismos, respetarse y respetar sus cuerpos y, de esta manera, protegerlos frente a un virus que espera pacientemente a que en un momento de debilidad le dejen abierta alguna puerta de entrada. ¿Y cómo esperar que no cometan ningún error cuando se les obliga a concentrar sus energías en sobrevivir en un sistema de enseñanza que no sólo no contempla su realidad, sino en el que además son víctimas silenciosas del acoso y la homofobia de compañeros y, a veces, de profesores.

Puesto que tanto se habla estos días de educación en valores, vamos a aprovechar la protección de este lazo rojo para hablar de ello nosotras y nosotros también. Porque sabemos que la homofobia es uno de los factores de riesgo frente al VIH, vamos a reclamar el derecho de nuestras hijas e hijos a recibir una educación que potencie valores como el respeto a la diferencia, el derecho a la propia identidad sexual, al conocimiento de todas las sexualidades, de todas las familias, de todas las realidades personales. Una educación que destierre conceptos como homofobia, transfobia o cualquier fobia a cualquier diferencia. Que no permita que nadie, en nombre de ninguna supuesta verdad suprema oculte a las y los adolescentes todo lo que precisan saber para vivir una sexualidad sana y placentera.

Peter Piot, director de Onusida, decía recientemente: “La educación sexual en los colegios es muy importante, aunque sé que en algunos países, como España, encuentra muchas resistencias”. ¡Y qué resistencias! Mientras sabemos del repunte de casos de infecciones de transmisión sexual entre jóvenes, lo que más se discute en España en torno a la educación es a qué hora se deben dar las clases de doctrina católica.

Señoras ministras de educación y sanidad, señores consejeros de educación y salud, ¿a dónde están mirando ustedes cuando el problema les salta a la vista?, ¿qué están haciendo por esos jóvenes, no sólo los gays, sino por todos y todas a quienes deben una protección y mil explicaciones?

Y a la jerarquía católica, ¿qué decirle? Sencillamente, que le preocupa mucho que no entren jóvenes gays en sus seminarios pero no le importan los sufrimientos y la enfermedad a que se puedan ver abocados éstos por negarles una información y una educación adecuadas. Lo podemos decir más alto, pero no más claro. Porque esa misma homofobia que hace sólo unos días arañó con saña a nuestro compañero Ignacio, que fue agredido en la estación de Príncipe Pío, es la misma que sacude cada día a esos jóvenes gays que ahora, o cuando sean adultos, deberán enfrentarse al SIDA en condiciones de desventaja. Porque de lo que nos nutrimos durante esos años de la adolescencia pesa durante toda la vida. Lo sabemos quienes ahora somos adultos.

También bajo este lazo vamos a dejar crecer nuestra curiosidad y vamos a plantear otras cuestiones que no son sencillas de comprender. Preguntas tan simples de formular y tan difíciles de responder: ¿por qué en España, que tiene un salario mínimo dos veces inferior al de Francia, los preservativos cuestan más caros que en ese país?, ¿por qué en la Comunidad de Madrid, donde se estima que el 15% de los gays viven con el VIH las autoridades sanitarias no han hecho ninguna campaña masiva de prevención para este colectivo?, ¿por qué tampoco se ha destinado ningún dinero para prevenir la infección entre los adolescentes que se están exponiendo a iniciarse en el sexo?

Frente al VIH / SIDA, además de este enorme lazo rojo, sólo tenemos tres aliados. Los dos primeros son el preservativo y la investigación. Parece mentira que en ocasiones resulte tan complicado hablar de algo tan sencillo. Parece mentira que a algunos les moleste aceptar esa pequeña joya, esa muestra de amor y de respeto que es un condón. Parece mentira, también, que algunos empresarios que se enriquecen con el sexo de hombres gays se nieguen a facilitar preservativos en sus locales. Parece mentira, finalmente, que algunas empresas que se lucran cuidando de nuestra salud, obtengan más beneficios de los legítimos a base de mantener precios astronómicos sobre medicaciones a las que ni el 15% de las personas que viven con el VIH en el mundo puede tener acceso. Parece mentira que 25 años después el esfuerzo en encontrar vacunas y desarrollar microbicidas siga siendo insuficiente.

Nuestro tercer aliado es la solidaridad. Sólo con ella, con el amor de todas y todos, podremos aliviar tanto sufrimiento, tanto sinsentido y tanto egoísmo como los que se respiran en torno a esta enfermedad que es del cuerpo y que es de la sociedad.

Demasiadas preguntas, demasiadas incógnitas, demasiado dolor y demasiados recuerdos para que puedan ser cobijados bajo este enorme lazo rojo. Al menos, vamos a aprovechar este momento para potenciar nuestro compromiso frente al VIH/SIDA: el compromiso de jamás olvidar lo que ha pasado, de permanecer unidos a las víctimas, de nunca dejar de ser curiosos ni de preguntar en voz alta, de no cesar de exigir derechos, de no permitir que nadie nos impida desplegar nuestro amor y nuestra solidaridad bajo este enorme lazo rojo. Por todo ello, COGAM os invita a luchar los 365 días del año frente al SIDA, la homofobia, la transfobia y por un enorme lazo rojo que, por fin, cobije a todos y cada uno de los habitantes de este planeta.

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