1988/12/12

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  • "Tolerancia es represión"
  • Varios grupos de homosexuales buscan nuevas orientaciones y piden una ley antidiscriminatoria
  • El País, 1988-12-12 # Ana Alfageme, Madrid
Hace exactamente una semana, a última hora de la tarde, dos jóvenes salían de la estación de metro de Alonso Martínez, en Madrid. Un grupo de 10 o 12 chavales se abalanzó sobre ellos entre insultos. Acabaron en urgencias. Uno de los muchachos, N. A. G., contaba después, brazo en cabestrillo, cómo un policía les había preguntado: "¿Acaso os han pegado los de la manifestación?". Ocurría que la cercana concentración, cuyos 200 integrantes gritaban con vehemencia "Tolerancia es represión" a golpes de bombo, era de homosexuales. N. A. G. y su amigo iban a unirse al grupo.

Esta agresión no fue la única denunciada en las jornadas que la semana pasada reunieron en Madrid a más de 200 homosexuales de todo el país, miembros de la Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español (COFLHEE). En el curso de la manifestación, el portavoz del Colectivo Gai de Madrid (Cogam), José Carratala, recordaba el ataque que el mes pasado sufrieron varios clientes de un bar de ambiente de Chueca por un grupo ultra. "La supuesta tolerancia desaparece cuando deseamos mostrar nuestra afectividad fuera del ambiente. Rechazamos que se nos diga que no hay discriminaciones cuando en casa, en el trabajo, en la calle, en el ejército, los gay vivimos diariamente la incomprensión, la burla, el insulto, cuando no, la agresión brutal... "Cuando la policía entró, en marzo pasado, en una sauna barcelonesa y obligó a identificarse a unos 80 clientes. O las 70 denuncias que, en cinco meses, ha recogido una oficina antidiscriminatoria en Cataluña. "La represión ahora es más sutil, pero existe", comentan dos miembros del Front d'Alliberament Gai de Catalunya (FAGC).
  • Silencio
Y el silencio por doquier. Como en el caso de Quique, un joven maquinista de tren, a quien ni se le pasa por la cabeza la posibilidad de confesar a sus compañeros de trabajo que es homosexual: "Qué dices, por Dios. Yo tengo que pasar noches enteras con otro señor en la cabina de la locomotora. Como todo el mundo cree que sólo pensamos en eso, nadie querría currar conmigo". Y Quique, que no tiene novio, cree en la monogamia y en el amor para toda la vida. O el de Miquel, concienzudo militante del FAGC, que trabajaba de monitor en un colegio. "Me vieron en una manifestación. A los pocos días me comunicaron que no me renovarían el contrato. Eso sí, en ningún momento citaron la palabra homosexual". El de Patxi, tímido, vasco y (aparentemente) sentimental, que le propuso, ilusionado, relaciones a otro chico. Recibió una puñalada, amenazas y una acusación de intento de violación.

La patética historia de un muchacho de provincias, "literalmente secuestrado por su familia, después de que su madre descubrir unas revistas gay. Le han prohibido que coja el teléfono, y sale a la calle acompañado de sus hermanos. Su madre no entiende que su hijo, todo un carpintero, sea marica", cuenta Jorge, de su misma ciudad. "Nos hemos enterado después que el chaval, que tiene 18 años, había sido puesto en manos de dos psicólogos, un psiquiatra y tres curanderos".

Ejemplos así reflejan cómo actúa cotidianamente un país donde las mitad de sus habitantes considera "condenable" la homosexualidad, según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Un 28% juzga esta conducta sexual "tolerable" y tan sólo un 16% cree que es "aceptable". Esta práctica es habitual, según varias estimaciones, para el 10% de los españoles, y ha sido desterrada de la clasificación psiquiátrica más amplia y consensuada que existe, la DSM III, en la que sólo se recoge el supuesto de quien vive la homosexualidad de forma angustiosa.

La COFLHEE ha elaborado en las pasadas jornadas un documento en el que se pide una ley antidiscriminatoria que revise el escándalo público, el código de justicia militar y que equipare el matrimonio con la pareja estable de personas del mismo sexo.