1994/06/12

> Iritzia: Leopoldo Alas > A LA CAZA

  • A la caza
  • El Mundo, 1994-06-12 # Leopoldo Alas
Por su escalofriante interés, reproduzco casi completo el artículo insultante -un cruce entre Torquemada y Cisneros- publicado por nuestra colega Pilar Urbano, que como comentarista política mantiene posturas tan inteligentes, en el último número de Elle. Todo en él resulta alarmante y de mal gusto, pero en especial la falta de sensibilidad moral, e incluso religiosa, que manifiesta en su alusión a los enfermos de sida:

«...Es una aberración contra natura... La cosa no va tanto porque quieran adoptar niños y formar extrañas familias, a base de dos lesbianas o dos maricas, disfrazándose de marido y mujer, y jugando a papás y mamás. No. Es mucho menos sentimental y mucho más pegado al vientre y a la pela. Hablan de convertir las uniones de derecho».

«Empiezan equiparando el matrimonio y la pareja. Y, dentro de esa aleatoria y zoológica cosa llamada la pareja -va de suyo que ahí no hay más que apareamiento- dicen que a efectos civiles y mercantiles da lo mismo que sean un hombre y una mujer, que dos tíos, que dos señoritas... Van por la pela. Se trata de generar derechos: una pensión de viuda para un maricón fiel hasta la muerte; una mensualidad indemnizatoria para la cónyuge machihembra abandonada por el cónyuge marimacho; la herencia del sarasa rico, recomido de sida... Pero, para que el aberrante esperpento cuele, echan mano de la fibra sensible: el derecho a adoptar niños. Hombre, en toda adopción hay una sustitución, una paternidad/maternidad simulada, de ejercicio y no de origen. Pero éstos, además de la simulación, buscan la suplantación y la impostura».

«Dos homosexuales podrán ser un par, por aquello de ser dos, como las alpargatas. Pero nunca serán una pareja. Ni siquiera una yunta. Y por supuesto, jamás un matrimonio. Esa institución (monogámica, heterosexual, formalizada y consensual) o se da entre un varón y una hembra o no se da».

«Sería perverso y pervertidor que un niño, que una niña, se criase en el ambiente enrarecido, enfermizo, deformante, vicioso y tarado de un par de maricones o de lesbianas que fingen ser lo que no son, hacer lo que no hacen y dar lo que no tienen. No hay ni leyes, ni tribunales capaces de trasvestir a una hembra en un padre o a un macho e una madre... P.S.: El homosexual me merece el mayor de los respetos, siempre que sepa apechugar con su desviación, a solas».

¿La libertad de expresión da para tanto? ¿Ignora acaso la señorita Urbano que muchas personas, precisamente por reprimir sus impulsos homosexuales, ingresan en órdenes y congregaciones religiosas (para vivir en soledad, como ella aconseja) dejando sin resolver su problema, como ha demostrado la historia a lo largo de siglos?