2004/03/01

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  • Sobre la adopción por lesbianas
  • Diario de Navarra, 2004-03-01 # Jokin de Irala · Profesor titular de Medicina Preventiva y Salud Pública, Miguel Ángel Martínez-González · Director del departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública · Universidad de Navarra
Una reciente sentencia judicial ha abierto un debate en la opinión pública sobre la adopción de niños por parejas de lesbianas. Los medios han dedicado generoso espacio a recoger opiniones divergentes sobre el tema. Algunas de las informaciones aparecidas requieren ser matizadas y analizadas en mayor profundidad.

Vaya por delante que una visión completa del problema debe ser sosegada, sin perder nunca el enfoque comprensivo y humano. Esto supone una actitud de acogida, respeto y delicadeza tanto hacia la persona homosexual como hacia quienes no comparten la idea de que estas adopciones deban ser permitidas.

El Diario de Navarra, en su portada del 19-02-04 y pag 29, nos informaba de un estudio sociológico sobre sólo 25 casos del que se afirma en titulares que "un estudio universitario no ve diferencias en los niños que crecen con gays o lesbianas". El nudo gordiano del problema está no solamente en el derecho que tienen los niños a tener padre y madre sino además a que se les adjudique la mejor opción de "padre y madre" posible en el caso de que alguien tenga que tomar la decisión para ellos. Para defender este derecho, no es necesario tener unas posiciones religiosas o confesionales, como parecen querer hacernos creer quienes lo niegan. Basta apoyarse en el derecho del ser humano a su propia salud. El séptimo principio de la Declaración Universal del Derecho del Niño estipula que "el interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación". Como profesionales de la salud pública no podemos silenciar nuestra opinión y hemos de salir en defensa del derecho a la salud de quienes más necesitan que se les defienda.

Para la mayoría de nosotros, nuestra realidad ha sido el tener un padre y una madre y a pesar de que muchos hayan tenido la suerte de lograr salir adelante faltando uno de los dos o ambos, no parece prudente que la experiencia milenaria de construir de este modo con éxito la familia humana se eche abajo mediante un estudio que incluya 25 casos diferentes. Probablemente cualquiera se da cuenta de que, en el fondo, todo este revuelo pretende ir sentando precedentes que acaben equiparando cualquier situación de paternidad o maternidad como si fueran indiferentes para los niños. Algunos trabajos de este tipo se han publicado en revistas científicas y han sido duramente criticados por diferentes autores en el British Medical Journal (publicación científica médica con prestigio) por ser ejemplos donde "desafortunadamente la ciencia se rinde a lo políticamente correcto". Por otra parte, estos autores también afirman que la prudencia en la cuestión de las adopciones por personas homosexuales es obligatoria ya que no se han podido valorar efectos a largo plazo todavía.

Las nuevas personas que vienen al mundo tienen el derecho de que no se les prive de lo que ya ha funcionado bien durante milenios.

Es una pena que no se valoren siempre con más sentido crítico los estudios citados en los medios de comunicación porque algunos son realmente deficientes desde el punto de vista del rigor metodológico. Pero el simple hecho de salir en los medios les convierte en "creadores de opinión".

Y es que la evidencia disponible para sostener el aserto antes citado es realmente pobre. Efectivamente, la privación del padre o de la madre puede acarrear consecuencias adversas para la salud tanto física como psíquica de los hijos. Esta afirmación está apoyada en un amplio cúmulo de evidencias científicas (Tripp, Archives of Disease in Childhood, 1998).

No negamos el mérito que ha tenido el equipo de investigación dirigido desde Sevilla para localizar a esos 25 niños, ya que al parecer son "casos difíciles de encontrar". Pero es llamativo que ya esto contradiga lo que se dice en la página anterior ("400 niños nacen al año en España por inseminación artificial de lesbianas"). Esta muestra de 25 niños parece ser una muestra muy especialmente seleccionada ya que los autores del estudio afirman que estas parejas de homosexuales están bien relacionadas con otras parejas como ellas porque conocen cada una a alrededor de otras cinco parejas en su misma situación. Nos podríamos preguntar por qué no han incluido a todas estas parejas o a alguna más en el estudio. O es verdad que hay muchos casos o es verdad que son difíciles de encontrar, pero no ambas cosas a la vez.

Un principio básico de la investigación científica es que para poder comparar hay que disponer de un grupo adecuado de comparación al que se le llama grupo control. Nos llama la atención, al valorar los resultados de este estudio, que la presentación de parámetros como las características de la selección de la muestra y de los controles es deficiente. Son escasas las pruebas de significación estadística y la utilización de intervalos de confianza. Los investigadores tampoco se extienden en algo tan imprescindible, al valorar cualquier estudio, como la valoración de los posibles sesgos (errores sistemáticos) y del efecto de los mismos sobre sus resultados.

Como profesionales que trabajamos a diario precisamente en la epidemiología, que es la metodología científica de las investigaciones sociales sobre la salud (de Irala y cols., Epidemiología Aplicada, Ariel, 2004), nos preocupa pensar que estos 25 niños sean precisamente los hijos de parejas homosexuales peculiarmente estables o responsables (sesgo de selección), también nos hacemos preguntas sobre la orientación de los entrevistadores y su influencia en la recogida de datos (sesgo de información), así como otras muchas precauciones que a todas luces no se han tomado en este estudio: control por el nivel socio-económico o nivel de estudios de los padres (sesgo de confusión), fiabilidad, exhaustividad y globalidad en la valoración del estado de salud física y psíquica de los chicos, seguimiento prospectivo, etc.

Pero más allá de todas estas preguntas que podrían parecer excesivamente exigentes al profano en la materia, hay algo mucho más elemental. Todos los que tenemos experiencia de realizar investigaciones sociológicas en salud sabemos que un estudio con 25 casos no suele ser suficiente para llegar a conclusiones fiables y que cuando, en un estudio pequeño como éste, no se encuentran diferencias, nunca se puede descartar que sea por trabajar con un tamaño de muestra insuficiente. A esto se le llama en estadística error tipo 2 (Martínez-González y cols., Bioestadística Amigable, Diaz Santos, 2001). Es aun menos posible establecer la igualdad en todas las posibles consecuencias adversas de ser hijo/a de lesbiana. El número de 25 ya resulta pequeño, pero habría que analizar separadamente tres grupos, el de hijos nacidos de quienes antes tuvieron uniones heterosexuales pero ahora se declaran homosexuales; el de adoptados y el de inseminadas. En el trabajo que nos ocupa, estos grupos son de 15, 5 y 5 niños cada uno. Cualquier epidemiólogo o sociólogo honrado se negaría a extraer conclusiones con tales tamaños de muestra.

Por esto, resulta muy lógica la opinión de uno de los sociólogos que más trabajos de campo de gran envergadura ha realizado en España, el Prof. Amando de Miguel, que afirma sin morderse la lengua que "esta adopción es una barbaridad y que es aberrante" (Diario de Navarra, 19-02-04, pag 29).

Nosotros hemos trabajado con una muestra de 2862 chicas representativas de la población adolescente de Navarra, haciéndoles un seguimiento individual de cerca de dos años para valorar los factores asociados a la aparición de nuevos trastornos de conducta alimentaria (anorexia, bulimia, etc.). No nos limitábamos a una encuesta y, menos a la opinión de sus compañeras de clase, sino que se realizaban, después de un tiempo de seguimiento, diagnósticos mediante entrevista por psiquiatra y aplicando los criterios de la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV). Este estudio, publicado el año pasado (Martínez-González y cols., Pediatrics, 2003) encuentra el doble de trastornos en las hijas de divorciados, viudos y otras situaciones distintas a las de la familia tradicional (padre y madre biológicos que además estén casados). Pero nuestro estudio sólo analiza los trastornos de alimentación. Hemos de ser modestos y concluir que nuestro hallazgo es sólo una gota más de agua. Pero esa gota está inmersa en un océano de muchos otros estudios serios y rigurosos realizados no con 25 casos, sino con muchos miles de personas que establecen firmemente que el ser hijo de divorciado o de personas en otros estados civiles es un determinante de enfermedad psíquica en el futuro. Eso no se puede silenciar. No son opiniones, son hechos.

Cuando se empezó a fumar en Europa, nadie sospechaba, ni de lejos, que el tabaco causaría cáncer de pulmón. Si entonces se hubiese estudiado a sólo 25 fumadores empedernidos no se habrían encontrado diferencias entre ellos y el resto de la población en cuanto a su riesgo de cáncer de pulmón. Sin embargo el sentido común hace pensar que al ser humano lo que más le convenía no era respirar humo, sino aire puro.

Actualmente, cada año, mueren más de un millón de personas en el mundo por cáncer de pulmón. La mayoría de estas muertes se deben a que hay gente que pasa mucho tiempo respirando humo en vez de respirar aire. Ahora nos quieren hacer creer que, tras estudiar a 25 niños adoptados o criados por parejas homosexuales, no han encontrado que esta peculiar situación les perjudique física o psicológicamente. Sin embargo el sentido común hace lógico pensar que nada bueno para la salud de estos niños se derivará de tales situaciones. Es mejor no esperar a que pase el tiempo o a que se extienda la práctica para contabilizar entonces las secuelas físicas y psicológicas que esto traerá. El principio de precaución que habitualmente se aplica en otras áreas de la Salud Pública exige no hacer experimentos con estos seres humanos.

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