- No a la adopción
- ABC, 2004-01-12 # Enrique Rojas
El asunto me parece de una extraordinaria responsabilidad. Se trata de educar a unos niños en un ambiente en donde no existe la complementariedad masculina y femenina.
Educar es convertir a alguien en persona libre e independiente; tarea de orfebrería, lenta, gradual, progresiva.
Educar es acompañar a una persona para enseñarle a vivir, entusiasmándola con lo valioso. Educar es seducir por encantamiento y ejemplaridad, hacia lo mejor. Voy a intentar esgrimir mis argumentos, en un decálogo sistematizado:
1º Los padres son los primeros modelos de identidad. Las uniones homosexuales no son matrimonio. No puede ser por derecho lo que no es por naturaleza. Pueden unirse, pero esa relación es pareja de hecho y nada más. Los psicólogos y los psiquiatras mantenemos que la educación en los primeros años de la vida descansa sobre los procesos de imitación, ya que el niño calca la conducta de sus padres, la copia, la reproduce. Si los dos son del mismo sexo, eso va a dejar una impronta en su psicología muy fuerte.
2º En las parejas homosexuales el niño va a carecer del troquelado masculino y femenino privándole de un ingrediente afectivo esencial, que se complementan el uno con el otro. El matrimonio debe ser entendido como la unión de un hombre y una mujer, lo cual es el fundamento de la familia y el espacio natural donde deben educarse los hijos.
3º Según el Convenio Internacional de la Haya, la adopción debe tener como principio básico: respetar el interés superior del niño. Siendo la finalidad en la adopción encontrar una familia para un niño y no al revés, encontrar a un niño para una pareja. Invertir esta jerarquía de intereses puede ser una forma de explotación de la infancia.
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