- Católicos discrepantes con los fastos
- Religiosos y fieles de base censuran el gasto de la visita y la exaltación de la familia tradicional
- El País, 2006-07-09, Jaime Prats, Valencia
Es el caso de Julio Ciges, párroco de la iglesia de Vera, en la Malva-rosa, un barrio popular del distrito marítimo de la ciudad. "Tal y como se han desbordado las cosas, este viaje me causa preocupación y, por el gran amor que tengo a la Iglesia, me hace sufrir mucho", comenta. Ciges es la voz del Grup de rectors del dissabte (grupo de sacerdotes del sábado), un colectivo de unos 30 religiosos de barrios obreros de la ciudad. Un tapiz de Juan XXIII recibe a los visitantes que entran en su casa, adosada a la iglesia. "Que conste que como creyente y sacerdote me gusta que el obispo de Roma viste a las comunidades cristianas", insiste en aclarar. Otra cosa es cómo se ha desarrollado el viaje, que ha despertado críticas en sectores de la sociedad valenciana que consideran desmesurado el gasto y acusan al PP de manipular el programa de actos en beneficio propio.
"Desde Juan Pablo II", estos actos "más bien se aproximan a un espectáculo que da salida a las efervescencias pasionales por el Papa, con el peligro de caer en la papolatría". Pero además, considera preocupante la "utilización política y partidista" del encuentro. "La patrimonialización que se ha consentido que tenga la derecha con la visita, en contra de la izquierda gobernante, que también quiere aprovecharla, es realmente preocupante y está dividiendo mucho a la ciudadanía". Por eso no le extraña que haya fieles que no ven con demasiados buenos ojos la visita, que entienden demasiado fastuosa, especialmente en los barrios periféricos: "Es gente con una sensibilidad mucho más social".
Julio Ciges es la cara amable de la disidencia católica junto a grupos como la comunidad de vida cristiana Ignacio Ellacuría. Recientemente, sus integrantes advirtieron del peligro de que el encuentro "fuera rentabilizado por poderes políticos y empresariales, además de estar invisibilizando cuestiones medulares sobre el papel que la familia tiene en la sociedad". Integrado por un centenar de personas, es una de las tres comunidades que hay en Valencia impulsadas por jesuitas para que los laicos participen de forma activa en la Iglesia. En sus manifestaciones, defienden la validez de modelos familiares diferentes al tradicional y recuerdan la generalización de nuevas fórmulas de convivencia, sobre las que reclaman la atención de la Iglesia al apelar a "acoger los nuevos modos de acoger y proyectar un amor sincero" además de "tender una mirada optimista en un futuro que incluya de verdad a todos".
Más críticos son otros grupos de católicos integrados en la plataforma Jo no t'espere. Entre ellos, se encuentra Católicas por el derecho a decidir, Som Església o las Comunitats Cristianes Populars. "No es que no queramos que venga, es que no nos gusta cómo se ha planteado la visita", comenta el portavoz de las comunidades Demetrio Orte, un sacerdote de 59 años que ejerce en comunidades de base, casado "sin pedir dispensa y por lo civil" hace 22 años y tiene una hija. "Estamos en contra de esta parafernalia, del gasto sin medida de la Administración pública que no ha regateado un duro". Pero también contra esta "religiosidad masiva, aparatosa, que suena a tiempos del Nacional Catolicismo", comenta. "La eucaristía no es un espectáculo mediático". Esta asociación pone el acento en el hecho de que todas las familias importan. "No se puede imponer un único y tradicional modelo". "¿Por qué tanta hipocresía y castigo de la jerarquía hacia las familias homoparentales, casadas en segundas nupcias, formadas por sacerdotes secularizados o inmigrantes a quienes se impide la reagrupación familias?".
Junto a estos grupos católicos, Jo no t'espere recibió la semana pasada el aval de dos teólogos del peso de Juan José Tamayo y José María del Castillo. El propio Tamayo se opone al viaje de Benedicto XVI "tal y como ha sido programado" por la ambigüedad de la vista. "Viene como Jefe de Estado y se relaciona con autoridades del estado a su mismo poder, lo que está en abierta contradicción con el principio evangélico del servicio", apunta. "Pero por otra parte, viene como líder religioso de los católicos que ni ha sido elegido democráticamente, por tanto no los representa, ni su mensaje representa el sentir común de los católicos, ya que hay muchos que no comparten sus planteamientos sobre la familia".
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