2006/07/31

> Iritzia: Ignacio Camacho > VERSO SUELTO

  • Verso suelto
  • ABC, 2006-07-31 # Ignacio Camacho

Hay gente en política a la que le encanta perder elecciones. Tipos que prefieren defender su corralito en minoría con tal de mantener una cuota de protagonismo en la escena pública, aunque sea a costa de que las leyes, el presupuesto y el poder queden en manos del adversario. Es mucho más fácil perder las elecciones que ganarlas; basta con poner un poco de empeño, ceder a ciertos de grupos de presión y disfrazar de solemnes algunos conceptos perfectamente contingentes. De este modo, uno pasa por paradigma de firmeza ética y siempre puede acabar culpando de su derrota a los volubles, amorfos y acomodaticios ciudadanos. Para ganar, en cambio, hay que arriesgarse, y a menudo saltar sin red al vacío.

A veces da la impresión de que la dirección del PP se está empezando a acostumbrar al fracaso. Un fracaso honorable en defensa de valores sensatos, a los que la sociedad española no acaba de respaldar con la mayoría necesaria, mientras los socialistas apuntillan el país con su errático programa de ruptura social, territorial y estructural. Y si alguien se permite aventurarse en busca de una salida -aunque se equivoque, como Gallardón con la boda de los gays- se le fustiga para ver si pierde como todos los demás. Qué se habrá creído este alcalde, intentando ganar las elecciones por su cuenta. El muy chulo.

La diferencia esencial entre el PP y el PSOE reside en que el socialismo siempre arropa a los suyos, por más que se salgan del guión oficial. Así, en el PSOE coexisten, mal que bien, Ibarra y Maragall, Patxi López y Rosa Díez, Zapatero y González, Chaves y Guerra. Las cuentas las ajustan, si procede, entre ellos. En el PP, por contra, parece imposible que convivan en orden Gallardón y Aguirre, Acebes y Piqué, Zaplana y Camps, liberales y democristianos, radicales y centristas, agnósticos y creyentes. Y ello pese a que cuando lo han logrado -primera etapa de liderazgo de Aznar- convocaron un proyecto de mayoría absoluta.


Aficionado a brincos y piruetas en el vacío, Gallardón ha pisado adrede un cable de alta tensión al buscar por su cuenta el salto transversal, el guiño atrevido de enfant terrible de la derecha. Podía haber delegado la dichosa boda, y no lo ha hecho porque buscaba un mensaje ciertamente arriesgado, a sabiendas de que muchos dirigentes del PP piensan como él... en silencio. Con su órdago inoportuno ha vuelto a poner al partido en un brete, pero el partido ha reaccionado de una manera suicida, más preocupado por su cohesión interna que por su proyección exterior: al aislarlo, desautorizarlo y echarle la bronca sólo puede lograr arrastrarlo a la caída. A menos que se trate exactamente de eso.


Un verso suelto es un mal menor en un poema. A veces lo mejora, a veces no. Pero la calidad de una poesía no se valora por su número de lectores. Y la de un partido, en democracia, sí se mide por su número de votos.

No comments: