2006/08/06

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  • Educación sexual: Sexo en pequeño
  • Los padres deben reaccionar con naturalidad ante la curiosidad de sus hijos por el sexo, que incluye conductas normales como tocarse los genitales, acariciar a otros niños o preguntar por el embarazo
  • El Diario Vasco, 2006-08-06 # Inés Gallastegui, DV, San Sebastián
Los niños tienen sexo. Aunque sigue siendo tabú en muchas familias, la sexualidad infantil existe y negarla no la hace desaparecer. Los niños se tocan los genitales, sienten placer, tocan a otros niños y empiezan a hacer preguntas incómodas en cuanto aprenden a hablar. Los expertos coinciden en que los padres educan tanto si hablan de ello como si no: reprochar al niño su curiosidad por el cuerpo propio y ajeno sólo servirá para que vincule el sexo a algo sucio, que hay que esconder, y para que busque otras fuentes de información, buenas o malas, pero que los progenitores ya no controlarán. Por tanto, los padres deben establecer cauces de comunicación fluidos sobre sexualidad desde el principio. La naturalidad es la clave.

Lidia Cabello, de la Asociación Española de Psicología Conductual, destaca que las manifestaciones de la sexualidad infantil son muy tempranas. «A partir de los 30 meses un niño ya conoce su sexo y le llama la atención. Continuamente los niños están en proceso de exploración del mundo y de sí mismos. Entre los 2 y los 4 años comienzan a buscar placer mediante la autoestimulación genital. Este proceso puede durar hasta los 5 años, cuando el niño comienza con otros tipos de juegos que también son medios para conocer el cuerpo y sus reacciones: jugar a los médicos, hacer de papá y de mamá...».

En cuanto a las preguntas, explica la psicóloga, comienzan en cuanto los niños adquieren el lenguaje: «A partir de los 3 años, los niños son conscientes de las diferencias entre hombres y mujeres y comienzan a hacer preguntas en ese sentido. A los 4 años tienen una imaginación desbordante y siguen curioseando; les gusta observar cuando alguien va al baño o a los padres cuando se acuestan, y se hacen preguntas».

A los 6 años, agrega la psicóloga, los pequeños «se interesan por el sexo opuesto, realizan preguntas sobre el embarazo, el origen de los bebés, como han entrado y cómo saldrán de la barriga de la mamá...». La psicóloga recalca que un embarazo en la familia «es un buen momento para aprovechar y explicarles aspectos sexuales, siempre en relación con los sentimientos, el respeto, el afecto, las emociones...».

A los 7 y 8 años los dos sexos comienzan a separarse. «Las niñas se interesan por la menstruación y se preguntan acerca de los cambios de la pubertad». La psicóloga cree que ésta es un edad crítica. «De los padres dependerá que acudan a ellos para obtener información o lo hagan a través de otros medios».

«A los 11 años pueden comenzar los primeros amores, las sensaciones », señala Cabello. En las chicas comienzan los cambios fisiológicos de la pubertad, que son algo más tardíos en los chicos, en torno a los 13 años. «Los padres deben aprovechar estas etapas para afianzar su aprendizaje y asegurarse de que sus hijos vivan una sexualidad natural y segura. Es el momento de respetar su intimidad y dejar espacio para sus reflexiones y su crecimiento».

La psicóloga insiste en que los padres deben reaccionar «siempre con naturalidad. El silencio, también es un modo de educar. Si ante la curiosidad del niño mantenemos silencio, el niño aprende que es un tema tabú. Si un niño explora sus órganos sexuales y su madre se lo recrimina, aprende que es malo».

Tocarse en privado
Los especialistas consideran que la autoexploración en los niños y niñas es una experiencia saludable. Los pequeños suelen tocarse los genitales directamente con las manos o frotarse con algún objeto porque les causa placer y les relaja. Jamás se les debe regañar por esta actividad. Si ocurre en lugares públicos, los padres pueden explicarle al niño que, aunque tocarse no sea malo, es mejor hacerlo en privado, en su habitación o en el baño. Así tienen más garantías de que estará en un entorno limpio y no se hará daño.

Lidia Cabello recuerda que es muy importante expresar constantemente al niño afecto y respaldo, y demostrarle que lo que hace y lo que piensa es parte de un proceso normal para su edad. Incluso es apropiado recordar que los padres también fueron pequeños y pasaron por lo mismo.

Los expertos aseguran que no hay un ritmo concreto al que haya que ajustarse: los padres deben hablar de sexo con sus hijos cuando éstos muestren interés y en la medida en que pregunten. Además, hay que adaptar el discurso a la edad del niño. No se le deben contar mentiras, sino verdades que podrán ser ampliadas o completadas en un futuro, a medida que aumente su capacidad de comprensión. Ante todo, dar confianza para que el niño nunca tenga miedo de preguntar.

Errores comunes
La especialista señala una serie de errores comunes en los que frecuentemente caen los padres en materia de sexualidad infantil. Recriminar o ridiculizar al niño por tocarse los genitales; evitar las preguntas o reprochar la curiosidad del hijo -«Los niños no piensan en esas cosas»-; no aceptar que los niños y niñas exploren su propio cuerpo; o creer que los juegos sexuales entre niños o niñas del mismo sexo pueden volverles homosexuales. Por otro lado, es conveniente que los niños sean testigos de las muestras de cariño entre sus padres. También es importante educarles en la igualdad entre los sexos y, para ello, nada mejor que el ejemplo cercano: deben aprender que no hay tareas exclusivas de hombres y de mujeres.

¿Es correcto utilizar mitos, diminutivos o eufemismos para hablar de sexo con los niños? «Depende de la edad a la que se entablen estas conversaciones -responde Lidia Cabello-. Es muy común, cuando se habla de la procreación, explicar al niño que 'el papá plantó una semillita en la mamá'. Partiendo de esa idea, es positivo ir introduciendo aquí diferentes términos, para que el niño los conozca, como por ejemplo qué son los espermatozoides, el óvulo, la función del pene y la vagina ».

Mejor preparados
La psicóloga insiste en que, si se regaña al niño, éste acabará viendo la sexualidad como algo malo, lo que puede llegar a afectarle en su vida adulta y provocar «dificultades para expresar sus sensaciones y comunicar a la pareja lo que realmente desear dar o recibir». «Los niños incluso pueden interpretar que realmente lo malo es sentir esas sensaciones placenteras que les llevan a tocarse». No obstante, la experta matiza que la intención de la masturbación no es la misma en los niños que en los adultos, algo que los padres deben tener en cuenta: «Forma parte de su evolución y es igual que comer, por ejemplo».

Otro error frecuente de los padres es pensar que si ofrecen demasiada información, los niños incurrirán en conductas sexuales inadecuadas, o serán precoces o promiscuos. «Todo lo contrario», asegura. Hablar de sexo con los padres ayuda a los hijos a estar preparados y, cuando sean mayores, elegir el momento y la persona adecuados para mantener sus primeras relaciones sexuales. Los que estén mejor preparados, afirma, afrontarán ese trance «con más seguridad y responsabilidad».

Algunos padres consideran muy incómodo hablar de sexo con los hijos porque creen que ya lo saben todo y les da vergüenza no poder responder a sus preguntas. «Esto ocurre cuando se ha esperado demasiado tiempo para hablar con ellos, cuando los padres no aprovecharon la curiosidad natural del niño para aportar información -explica la psicóloga-. En cualquier caso, no es motivo para dejar de hacerlo. A esas alturas, el chico o la chica tendrá la edad suficiente para tener una conversación abierta».
  • Alarma: posibles abusos

Hablar de sexo en familia puede ayudar a detectar posibles abusos sexuales que haya sufrido el menor. «Si los niños saben cuáles son las conductas normales, también sabrán diferenciar cuáles no son normales. Si desde el principio hemos dado al hijo la facilidad y la confianza para comunicarse con nosotros, nos informará de ello», recalca Cabello, quien recuerda que, por lo general, los abusadores tratan de convencer a sus víctimas de que lo que hacen es normal, o les amenazan para que no hablen.

La psicóloga subraya que, si un crío insinúa que alguien está abusando de él, jamás hay que burlarse o culpabilizarle por mentir, o por tener ese tipo de pensamientos: «Siempre se debe escuchar todo lo que nos tenga que contar y después tomar las medidas oportunas. Si existe alguna posibilidad pero hay dudas, se puede contactar con algún profesional para que evalúe el testimonio del niño y dilucide si es posible que el niño esté diciendo la verdad».

«A veces nos sorprendemos con conductas que el niño hace, con vocabulario que utiliza o descripciones de hechos que nunca ha visto y oído en casa -indica la psicóloga-. Esto nos debe servir como señal de alarma. Hay que investigar si lo ha oído en el colegio o si ha tenido acceso a revistas, fotografías, películas o páginas de internet donde haya podido aprenderlos. Puede ser una señal de que esta estableciendo contactos que desconocemos».

  • «La educación sexual es una necesidad social urgente en España»

El profesor de Pedagogía de la Universidad de Granada Francisco Javier Jiménez Ríos considera que la educación sexual en España es «una necesidad social urgente». A su juicio, fue un acierto de la LOGSE definir la educación sexual como una materia transversal, y no como una asignatura más. El problema es que nunca se ha llegado a desarrollar y, casi siempre, depende del voluntarismo de profesores que, a su vez, carecen de la preparación necesaria para abordar el tema en las aulas. No en vano, la asignatura de 'Educación para la sexualidad' es una optativa en el plan de estudios de los maestros.

Licenciado en Teología, Filosofía y Pedagogía y Máster en Sexología y Terapia Sexual, Jiménez Ríos cree que una buena educación sexual aportaría «beneficios sociales incalculables», pero hay fuertes intereses económicos -básicamente, de la industria de la pornografía- contrarios a que esa formación se desarrolle.

El profesor destaca que, a falta de fuentes de información en la familia y la escuela, los niños se fían otros niños o, lo que es peor, de material pornográfico encontrado en revistas, en la televisión o en internet. A su juicio, «el principal error es creer que se sabe todo», una convicción que a veces alientan los medios de comunicación, «porque eso les hace cerrarse al aprendizaje». Las fuentes inadecuadas, subraya, reproducen mitos, prejuicios y tópicos, como la importancia de tamaño del pene o del 'punto G'.

Jiménez Ríos cree que, en ocasiones, «la educación sexual es demasiado preventista, centrada en las enfermedades y en los embarazos no deseados». En su opinión, esta formación debe ser más amplia y contemplar no sólo los aspectos anatómicos o fisiológicos del sexo, sino también los afectivos y espirituales. No en vano, recuerda, para la mayoría de los jóvenes el «sexo con amor» sigue siendo el patrón deseable, según una encuesta entre 1.200 estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación. «La sexualidad se manifiesta en todo lo que hacemos y todo lo que somos», afirma el profesor.

En cuanto a los padres, recalca este pedagogo, «deben responder a la curiosidad de los niños sobre sexo con la mayor naturalidad del mundo. La técnica, tanto con los niños chicos como con los grandes, es estar tan atento que vayas siempre un poco por delante de ellos, casi poniéndoles en bandeja que pregunten».

En su libro 'La sexualidad. Una urgencia educativa' (Ed. San Pablo, 2004), Jiménez Ríos ahonda en esta idea. «Las emisiones televisivas están repletas de mensajes sexuales (...). Si estamos en casa acompañando a nuestros hijos a ver la tele, algún comentario a modo de pregunta en un momento que pueda provocar comunicación puede ser muy fecundo».

Lo mismo sugiere para navegar juntos en internet: «Estamos buscando y nos salta una página porno. Una ocasión extraordinaria para comentar con ellos lo que sienten en ese momento, transmitir serenidad y naturalidad y, si es posible, entablar algún diálogo e incluso indagar sobre el tema. Es una buena forma de objetivarlo y así neutralizarlo».

Lavarse las manos

Considera un error que los padres y los profesores se callen, con el pretexto de que hablar de sexo favorece la precocidad de los chavales. «Se transmite más con lo que no se dice que con lo que se dice -advierte-. Siempre estamos educando, y si no educamos nosotros, educan otros. No podemos lavarnos las manos; tenemos que atrevernos a intervenir en un tema delicado y complejo». Este experto asegura que una buena educación sexual tiene, entre otros efectos positivos, los de propiciar un crecimiento armonioso como persona, prevenir enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados y evitar futuros problemas de pareja.

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