2006/10/15

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  • Sexo masculino a la venta
  • Un centenar de hombres ejercen la prostitución en Gipuzkoa. La mayoría lo hace en pisos, son extranjeros y, salvo excepciones, atienden a clientes de su mismo sexo. Trabajo no les falta
  • El Diario Vasco, 2006-10-15 # Juanma Velasco, DV, San Sebastián
Trabajan en una de las profesiones más antiguas del mundo, pero a pocos les gusta que se les llame prostitutos. Si acaso, gigolós. La realidad de la prostitución masculina en Gipuzkoa queda lejos de la imagen que representan películas como American Gigolo, en la que un galán cobraba por favores sexuales a mujeres bien parecidas. Muy lejos. De hecho, en la mayoría de los casos, los hombres que se prostituyen comparten clientela masculina con la prostitución femenina y a muy pocos les toca en suerte agradar a alguna treintañera independiente. Eso sí: «Trabajo no les falta».

Alrededor de un centenar de hombres, la mayoría extranjeros, ejercen la prostitución en Gipuzkoa -un millar en el caso de las mujeres-, según los datos que maneja Aukera, el programa de intervención psicosocial sobre las personas que ejercen la prostitución en Gipuzkoa subvencionado por Gobierno Vasco, Diputación y los ayuntamientos de Donostia, Irun y Pasaia.

«Desde que en 1998 echara a andar el programa, al principio notamos un aumento de la prostitución masculina en Gipuzkoa, aunque en los últimos años, como ocurre con la femenina, el número de quienes la ejercen se mantiene», señala Amaya Lasheras, responsable del programa, que tiene sede en Donostia.

Clientela masculina
Los hombres que ejercen la prostitución en Gipuzkoa venden fundamentalmente sus favores sexuales a otros hombres. «Hay tan poca clientela femenina que no podrían vivir de ello. Algunos nos dicen que se dedican sólo a las mujeres, pero no es cierto. La clientela es prioritariamente de hombres, aunque puede haber servicios a parejas y a mujeres», afirma Lasheras. En el caso de la clientela varonil, los hay de todas las edades: jóvenes, mayores de 60 años, hombres casados y con hijos... «Estos últimos, si tienen una homosexualidad latente, la mejor forma de sacarla es acudiendo al sexo de pago», asegura Lasheras. Si la cliente es femenina, las «pocas que hay son mujeres de treinta y tantos años de edad, con poder adquisitivo medio-alto e independientes».

El perfil de los hombres que se prostituyen también es variado. «Los homosexuales que tienen asumida su condición son la mayoría en este negocio -añade Lasheras-, aunque también hay hombres bisexuales y heterosexuales, a quienes más les cuesta admitir que ejercen la prostitución con otros hombres y les cuesta más venir a solicitar nuestros servicios».

Sólo un 10% de los gigolós guipuzcoanos son autóctonos y llevan su ocupación de forma «más escondida que los de fuera». El resto, el 90%, son extranjeros, la mayoría procedentes de Brasil y Colombia. «Tienen entre 23 y 35 años. A diferencia de lo que ocurre con las prostitutas, en el caso de los hombres apenas se ve gente de más de 40 años porque saben que, pasada esa edad, ya no van a tener los clientes que pudieran tener con 25 años».

Trabajo en pisos
La tarifa que se cobra por servicio es similar al de las mujeres: 50 euros por la media hora de servicio. «Los hombres no suelen trabajar mal. Suele haber más quejas de las chicas por falta de trabajo», afirma la responsable del programa.

Generalmente, los varones ejercen la prostitución en pisos, que muchas veces son compartidos con otras prostitutas. No obstante, dependiendo de la época, a los despachos de Aukera llegan noticias de casos aislados que 'hacen la calle', costumbre que en el mundo de la prostitución femenina está extinguida en Gipuzkoa. Tampoco, salvo «casos muy raros», se puede encontrar un hombre que se prostituya en un club de alterne.

«Los pisos funcionan bajo la supervisión de un gerente, que también se prostituye», añaden en Aukera. La mayoría de estos establecimientos se concentran en Donostialdea. El prostituto debe pagar el 50% del servicio al piso. A cambio, recibe el alojamiento, manutención, anuncios gratis en la prensa...

En opinión de Lasheras, el hecho de que ahora vivan en el mismo piso en el que trabajan «es un paso atrás, porque significa que trabajan las 24 horas. La realidad es que están obligados a vivir allí porque a los extranjeros aquí no se les quiere alquilar pisos si no tienen nómina o aval bancario».

Precisamente, el hecho de que sean inmigrantes agrava su situación porque «muchos se encuentran en situación ilegal». De hecho, la mayoría de consultas que reciben en Aukera son de tipo jurídico.

En el caso de los hombres, no se conocen casos de explotación sexual. «Eso sí, muchos de ellos caen en las redes de las mafias ilegales que traen a inmigrantes a España y tienen que saldar su deuda. Es algo que funciona con a cualquier extranjero, sea o no prostituto».

Transexuales
Junto al centenar de hombres, existen varias decenas de transexuales que se prostituyen y que en Aukera estadísticamente engloban en el grupo de las mujeres. «Incluso, hubo una temporada en que las chicas se quejaban de que los transexuales tenían más trabajo que ellas. Les hacían la competencia», asegura Lasheras. En el caso de los transexuales, en Aukera derivan a otras asociaciones las consultas sobre cambios de sexo.

Cuando llega el momento del abandono de la profesión, difícil para cualquier prostituta, el problema se agrava cuando se trata de transexuales. «Muchos extranjeros no pueden cambiar su nombre, porque en los países de origen no lo permiten. Hemos tenido casos en los que hemos acompañado a transexuales en entrevistas de trabajo, que se estropeaban cuando mostraban su documentación con nombre de hombre. Sigue habiendo discriminación», sentencia la responsable del programa.

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  • Ander · Masajista que se prostituye en Donostia
  • «Me llaman muchos hombres que quieren trabajar conmigo en el negocio»
  • Asegura que sólo trabaja con mujeres, pero reconoce que la mayoría de las llamadas que recibe son de clientes masculinos. Lleva un año ejerciendo
Lleva una doble vida. Bajo el nombre de Ander se esconde un donostiarra que, en su vida pública, es masajista terapéutico deportivo y, en su faceta oculta, se prostituye desde hace un año «explorando» sus «conocimientos en masajes orientales». Eso sí, asegura que sólo atiende a mujeres, aunque su teléfono móvil recibe cientos de llamadas de hombres.

- Trabaja de masajista, tiene ingresos... ¿Por qué se prostituye?
- Vengo del mundo del masaje terapéutico. Tengo conocimientos de masaje oriental, del mundo del masaje tántrico en concreto, que ahora está muy de moda, y encontré en la prostitución una vía para enfocarlo.

- ¿También servirá para aumentar sus ingresos?
- Efectivamente. Sigo ejerciendo mis técnicas de masaje profesional, a nivel terapéutico deportivo, pero esto lo tengo encaminado aparte. En quince años de profesión de masajista, nunca se me ha ocurrido mezclarlo. Con mi consulta puedo ganar 30 ó 40 euros. En mi faceta erótica, por cada media hora cobro 60 euros; una hora completa, 100 euros. - ¿Qué edad tiene?- 28 años. Es lo que les digo a mis clientas.

- ¿Quién es su clientela?
- Una mujer de entre 36 y 40 años, casada, con nivel económico medio, insatisfecha y que viene buscando lo que sus maridos no les dan. Algunas sospechan que sus maridos frecuentan clubes de alterne y vienen buscando esa revancha de, «si ellos lo hacen, ¿porqué no lo voy a hacer yo?». A mi me toca hacer de abogado del diablo, escuchar y paliar esas lagunas de lo que sus maridos no les dan. Mis masajes son emocionales, eróticos, pero muchas veces necesitan más caricias afectivas que físicas.

- Pero la cosa no se queda en los masajes...
- Cuando reclaman mis servicios me preguntan qué es lo que les ofrezco: un masaje oriental, terminado con una relación. No obstante, no siempre tiene por qué haber una penetración. Eso se lo dejo claro.

- La realidad dice que la principal clientela de los hombres que se prostituyen son hombres. Algo no cuadra...
- Me suelen llamar clientes hombres pero no les atiendo. Me he puesto esa barrera. Sí ofrezco un servicio de pareja, en el que atiendo a un hombre y mujer, pero el hombre o mira o participa en el masaje conmigo. Llegado un momento, salgo de la habitación y dejo a solas a la pareja.

- ¿Dónde atiende a sus clientes?
- En un apartamento.

- ¿Hay clientes habituales?
- Sí. Normalmente vienen con una frecuencia quincenal o mensual. Pocas se pueden permitir el lujo de venir semanalmente y pagar 100 euros. Es un presupuesto alto y, en este sentido, no son tan adictivas como los hombres.

- De su faceta como hombre que se prostituye, ¿cuánto saca al mes?
- La media son 3.000 euros. Trabajo una media de dos sesiones diarias. Sólo de lunes a viernes, de 10 a 19.00 horas. Entonces desconecto el teléfono.

- Todo dinero negro...
- Por supuesto. Hay gastos de mantenimiento del apartamento, que comparto con una prostituta con la que trabajo. Con ella ofrezco un servicio de pareja que funciona muy bien y cuesta 200 euros la hora. En él también atendemos a hombres solos, pero el servicio lo termina mi compañera. Ahí se ven todo tipo de perversiones...

- ¿Tiene pareja y familia?
- No, soy soltero. No sería capaz de llevar las dos cosas a la vez.

- ¿Cómo se plantea el futuro?
- Lo veo como una experiencia que me vale para conocer a las personas y para seguir profundizando en mi filosofía de técnicas orientales. Me está dando su fruto, pero no tengo una meta de fechas. Tengo muy claro cuál es mi vida personal. Me dedico a observar a la gente que viene. Normalmente, para todas las personas que vienen su objetivo primordial es conquistarte. En eso no se diferencian mucho de los hombres. A todas les encantaría sacarme de este mundo, 'salvarme': que por qué haces esto, qué pobrecito... Y yo estoy fuera de este moralismo. Quizás son ellas las que deberían preguntarse por qué vienen a mi..

- ¿Conoce a otros hombres que realizan la prostitución en Gipuzkoa?
- No. Pero recibo llamadas y mensajes de hombres que quieren trabajar conmigo en esto. Creo que todos tenemos una prostituta que llevamos dentro, que nos gustaría sacar.

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