- La plaga del 'reggae' homófobo
- Los nuevos cantantes jamaicanos, 'proscritos' en Gran Bretaña y Francia
- El Mundo, 2005-06-06 # Stephanie Bidet · Libération
A Thomas le remordió la conciencia durante unos momentos. ¿Debía anular o no el concierto de Capleton, un cantante del dancehall jamaicano, que estuvo preparando desde el pasado mes de marzo? Hace dos semanas que las asociaciones de defensa de los derechos homosexuales piden que su gira sea anulada en toda Francia porque Capleton suele cantar textos violentamente homófobos.
Capleton, de 38 años, es uno de los líderes de la generación dancehall, una derivación del reggae, más digital y más duro que el reggae tradicional. Rasta y adepto de la rama de los bobos dreads, el cantante proclama el amor universal en Jah Jah City, pero invita a quemar (purificar, según la terminología rasta) Babilonia y a sus representantes (Bush, Blair, etcétera) y, con el mismo tono ardiente, condena la homosexualidad.
Algunos extractos de sus canciones no dejan lugar a dudas: «Quema a un maricón, degüella a un marica». Cinco ciudades (Saint Brieuc, Reims, Lille, Clermont-Ferrand y Reigner) ya anunciaron que suspenden sus conciertos.
La ciudad de Pierric (Loira-Atlántico), con cerca de 1000 habitantes, mantiene la fecha del concierto de Capleton, así como Brest, Montpellier y París. Pero Thomas, el organizador del concierto en Pierric, no está tranquilo: «Me encanta la música de Capleton, pero no sabía que decía esas cosas en sus letras».
Conciliación
Finalmente, llegó a un acuerdo con su conciencia. «El representante de Capleton me aseguró que el cantante ya no decía ese tipo de cosas ni en el escenario ni en sus discos, desde que se firmó un acuerdo en Gran Bretaña entre las organizaciones gays y la industria del reggae».
Antes de uno de estos concierto, el portavoz de una asociación homosexual tiene previsto leer un comunicado al público, recordando el asesinato, el 6 de junio de 2004, de Brian Williamson, el fundador de J-Flag, la organización que defiende los derechos de los homosexuales en Jamaica, país en el que la sodomía se castiga, todavía hoy, con 10 años de cárcel. También le pedirá al público que piense en el derecho a la diferencia «ya sea de orden físico, religioso, étnico o de orientación sexual. El reggae habla a menudo de la libertad de las minorías, pues pensemos en todo tipo de minorías».
Las asociaciones inglesas Outrage y Black Gay & Lesbians Advisory Group ya consiguieron estas garantías el pasado mes de enero, tras una dura batalla. Porque fue todo un éxito su campaña exigiendo la anulación sistemática en el Reino Unido de los conciertos de ocho cantantes de dancehall (Beenie Man, Bounty Killer, Buju Banton, Capleton, Elephant Man, Sizzla, Vybz Kartel y TOK), que incitan directamente a matar homosexuales y lesbianas en algunos de sus textos. Se suspendieron más de 50 actuaciones, ocasionando, según Peter Tatchell -de la asociación Inter LGBT-, más de seis millones de euros de pérdidas a la industria del reggae.
«Al final, aceptando no exigir a los cantantes disculpas públicas, ganamos la batalla. Los sellos discográficos aceptaron exigir a sus artistas el compromiso de que no grabarían más textos invitando al asesinato de los gays. De esta forma, pueden ir a tocar a Gran Bretaña, sus fans pueden ver a sus ídolos y los homosexuales ya no sufren amenazas de muerte en sus canciones o en sus conciertos.Y el acuerdo es aplicable en todos los países del mundo, Jamaica incluida».
En seis meses de intensa campaña, la coalición de 40 asociaciones logró, en efecto, sentar en una mesa de negociación, nada menos que en Scotland Yard, a los tres sellos discográficos (VP, Jet Star y Freensleeves) que representan al 90% de los editores y distribuidores de reggae. Y eso que, hasta ese momento, los sellos discográficos y sus cantantes hacían oídos sordos a las peticiones de Outrage.
La homosexualidad no es un tema nuevo en el dancehall. Los textos de Buju Banton, que utilizó Outrage para su campaña, datan de 1994. Pero «en la guerra hay que comportarse como en la guerra», reconoce Peter Tatchell, quien tiene que llevar escolta porque ha recibido numerosas amenazas de muerte.
La cultura del dancehall está enraizada en Kingston, la ciudad donde descansan los restos mortales de Bob Marley y donde la criminalidad campa a sus anchas.
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