2006/06/13

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  • Gran Grande-Marlaska
  • Granada Hoy, 2006-06-13 # José Aguilar

No creo en los salvadores de la patria ni en los héroes individuales capaces por sí solos de torcer el rumbo de la historia, pero sí en en la existencia de hombres justos que influyen decisivamente en el devenir de las cosas, tanto por su propia personalidad y firmeza para hacer lo que tienen que hacer como por encontrarse en el sitio adecuado en el momento oportuno. De algún modo se convierten en intérpretes de la voluntad colectiva y parteros de la necesidad.

La España actual ha producido uno de estos personajes: el magistrado Fernando Grande-Marlaska, juez de la Audiencia Nacional, el hombre que prorrogó dos años la suspensión de actividades de Batasuna y mandó a la cárcel a Arnaldo Otegi. Cierto que en ambos casos no hizo más que aplicar la ley, pero ¿acaso esto es normal en una época en que se presiona a los jueces hasta el límite para que atemperen las leyes a las circunstancias y se adapten al "proceso", como dicen? Grande-Marlaska está siendo una garantía de que los derechos de los ciudadanos no quedan al albur de la conveniencia política.

No es un juez estrella aunque la vida lo ha llevado al estrellato mediático. Ni siquiera quiso ser juez, sino abogado y economista de empresa. Hasta hace poco sólo lo conocíamos físicamente por unas imágenes de televisión, repetidas hasta la saciedad,que daban incluso grima porque ¡iba con abrigo largo! El domingo le concedió una entrevista a Rosa Montero y ya apareció de otra guisa, más informal e íntimo, lejos de las poses que se atribuyen a los triunfadores de la vida pública ( y que ellos adoptan en muchos casos).

Ahí, dejando aparcada de momento su papel en el conflicto del terrorismo, descubrimos una persona introvertida que, sin embargo, accede a hablar de su matrimonio con otro hombre y de sus discusiones sobre quién ha de llamarse marido en esa pareja, y lo hace no para escandalizar a los bienpensantes ni epatar a la basca, sino para ayudar a los homosexuales que todavía se ven raros porque los ven raros en los lugares donde viven. Porque el juez estrella a su pesar que disgusta a Batasuna e incordia a los que se proponen normalizar a Batasuna antes de tiempo resulta ser un homosexual que ha sufrido incomprensión por serlo. La vida provoca estos guiños curiosos: la valentía personal no tiene nada que ver con ser muy macho, sino con la decencia, la honradez y el coraje.

De esta cuestión de intransferible privacidad de Grande-Marlaska no habría ni que escribir. Si lo hago es porque él la ha querido hacer pública a todo el país en un acto de solidaridad que tiene algunos precedentes en el mundo artístico, pero ninguno en la Justicia rigorista e inadaptable a las coyunturas. La Justicia que nos hace menos vulnerables y más seguros de nuestros derechos.

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