- Educación para la Ciudadanía
- El País, 2006-07-03 # Carmen Mínguez Márquez, Tres Cantos, Madrid
Estoy escuchando con preocupación los comentarios que la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía suscitan en diversos ámbitos. Mi primera preocupación es que rara vez se menciona la asignatura con su nombre completo: Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. Se suele olvidar la segunda parte, que para muchos de nosotros es fundamental. Una de las críticas que más se escuchan es precisamente en cuanto a los objetivos de la asignatura. Para algunos se trata de un adoctrinamiento. Pero me pregunto por qué es sospechoso formar en la ciudadanía, máxime cuando se han incluido los derechos humanos en el título y esperemos que en el contenido. En el ámbito europeo, el Consejo de Europa, a través de la Recomendación 2002, 12 del Comité de Ministros de 16 de octubre de 2002, se pidió a los Gobiernos que "hagan de la educación para la ciudadanía democrática un objetivo prioritario de la política educativa y de sus reformas". En esa fecha gobernaba el PP. Es más, el ámbito ni siquiera es europeo, sino universal. El Gobierno español se sumó a la lista de patrocinadores del proyecto de resolución aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas el 10 de diciembre de 2004, donde se proclamó el Programa Mundial para la educación en derechos humanos.
Otra crítica, especialmente por parte de la Iglesia católica, es en el sentido de que la educación en valores les corresponde exclusivamente a los padres, y esta asignatura supone suplantar ese derecho. Yo creo que el menor tiene derecho a ser educado por toda la sociedad, cada uno en su ámbito, y además que los valores a transmitir están muy bien definidos por los acuerdos internacionales. Nos ha costado muchos años, y por desgracia mucho sufrimiento y muchas víctimas, que lleguemos a un acuerdo sobre cuáles son los derechos humanos, cómo debe ser la convivencia, cuáles deben ser los valores universales independientemente de la cultura, ideología política o religión de cada país. Me parece que negarse a que nuestros hijos e hijas aprendan en el colegio la práctica de los valores que les van a hacer más humanos está muy alejado no ya de los principios cristianos, sino del más simple sentido común.
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