2006/12/24

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  • De cómo los gays salvaron la Navidad
  • Sentido G, 2006-12-24 # Santiago Roncagliolo

Un hombre con camisa abierta y bigotito a lo Valentino se recuesta sobre un auto. Aunque sólo vemos su torso, la imagen sugiere que fuera de foco hay alguien arrodillado frente a él. Mira a la cámara provocativamente. El espectador puede sentir su ardiente deseo. ¿Es la publicidad de una película para adultos? ¡No, es la campaña de Navidad!

Y es que en estas fechas proliferan los comerciales de artículos de regalo, principalmente relojes y perfumes. Este año, los perfumes para mujer son anunciados por estrellas como Sarah Jessica Parker y Nicole Kidman, que encarnan modelos de glamour femenino. Y los perfumes para hombre quedan en manos –y rostros y cuerpos- de la comunidad gay.

Porque ¿hay algo más gay que ese comercial de Lacoste en blanco y negro con un modelo que se levanta de la cama desnudo y muestra unos glúteos tallados en un gimnasio? ¿hay un ícono gay más identificable que el marinero musculoso que da forma a la botella del perfume Jean Paul Gaultier? ¿Y podría ese perfume tener un nombre más homosexual que Le Male?

El cliché no miente: la comunidad homosexual masculina tiene buen gusto. Su consumo de artículos culturales y productos de belleza es mucho más elevado que el de los heteros de cualquier género. De modo que, si se fijan bien, más de la mitad de las campañas de perfumería de este mes está orientada a ellos.

De hecho, lo mismo ocurre con la sacrosanta institución matrimonial. En Barcelona acaban de abrir una tienda de trajes de novio, Io. Se pueden encontrar desde los clásicos negros hasta los naranjas y dorados, la mayoría de ellos fosforescentes. Se pueden acompañar con corbatas de todos los colores y camisas ídem. Siguiendo la tendencia, Hermenegildo Zegna vende chalecos rosas o amarillos en su sección matrimonial.

El mercado se ha invertido. La mayoría de los heterosexuales consideran el matrimonio un trámite o, a lo sumo, una fiesta: se casan con trajes que puedan usar para otras ocasiones. En cambio, para los homosexuales, el matrimonio es un evento que les estaba vetado hasta hace muy poco. Lo valoran más, y por eso quieren lucir más vistosos en la ceremonia. Los trajes de novio ahora se hacen para ellos.

Al final, la comunidad gay va a salvar las fiestas católicas de la rutina y el descreimiento. Yo estoy esperando la campaña de Semana Santa. Ya la veo venir, decorada con excitantes flagelaciones, quizá con imágenes de san Sebastián atravesado por las flechas (otro aporte de lo gay a la difusión del catolicismo). Será mucho mejor que las aburridas películas de todos los años. De hecho, en retribución, la Iglesia podría nombrar santo a alguien abiertamente homosexual, de preferencia que haya sufrido martirio por sus creencias ¿Qué tal Rock Hudson?

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