- Asignatura para el adoctrinamiento
- ABC, 2006-07-15 # Editorial
El Gobierno está empeñado en no dar tregua al sistema educativo español y se dispone a implantar una asignatura, Educación para la Ciudadanía, planteada como un adoctrinamiento ideológico destinado a los alumnos mayores de diez años. El primer argumento en contra de esta asignatura es conceptual. El Estado no puede atribuirse la función de educar a niños y jóvenes en valores morales como una responsabilidad del sistema de enseñanza y, menos aún, como requisito para la formación de esos alumnos en su condición de buenos ciudadanos. Esta especie de «Estado ético» que busca realizar al ciudadano exclusivamente con su adoctrinamiento es incompatible con un principio básico de libertad individual y, sobre todo, con el respeto a las convicciones que cada familia quiera transmitir a sus hijos. El Estado que se hace custodio de valores morales es una amenaza para la sociedad democrática; pero se convierte en un auténtico peligro cuando pretende ser, además, educador de las nuevas generaciones. Podrá decirse que, con este reproche, no se podría educar en la igualdad a quienes profesan una religión que discrimina a la mujer. Sin embargo, este razonamiento es falaz porque la ciudadanía democrática se basa en el respeto a las leyes, aunque no gusten, y no en hacer proselitismo de criterios morales.
Con la coartada de querer hacer buenos ciudadanos -como si este objetivo no se consiguiera con la transmisión de conocimientos, el ejercicio de la autoridad académica y la inculcación del esfuerzo y del respeto como pautas de conducta-, el Ministerio de Educación ha incluido en la Educación para la Ciudadanía una apología de la diversidad de tipos de familia. Es decir, una contraprogramación de lo que el progresismo denomina familia «tradicional» para referirse a la fundada en el matrimonio entre hombre y mujer. El propósito es, una vez más, impregnar la formación de los niños y los jóvenes -sometidos a la presión de secundar lo que oyen para poder aprobar- de una formación preordenada ideológicamente, exenta de cualquier valor que la izquierda califique como conservador, y tanto da que esto se proyecte en el adoctrinamiento sobre la familia «moderna» que en el estatuto académico del alumno. Si la defensa de esta asignatura y, en concreto, de la enseñanza de la «diversidad familiar» es la realidad, como han señalado altos cargos del Ministerio, nada impedirá adoctrinar sobre otras realidades, como el aborto, la poligamia o la promiscuidad sexual, conceptos en los que la izquierda suele conjugar -y está escrito- categorías tan eufónicas como derechos, libertades o multiculturalismo.Ni este Gobierno, ni otro de signo ideológico contrario, tiene derecho a hacerse valedor de unos criterios morales que no son unánimes y que tampoco abocan a una mejor ciudadanía, pues quien rechaza el matrimonio homosexual no es, por este motivo, peor ciudadano que el que lo acepta. Una cosa es acatar, respetar y cumplir la ley, que es lo que debe hacer todo ciudadano, y otra muy distinta es estar de acuerdo con ella.
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