2006/07/15

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  • Brigadistas de urinarios
  • El Mundo, 2006-07-15 # Leopoldo Alas
Quién no se lo ha montado alguna vez en unos urinarios? Empezando por George Michael, que dio categoría estelar a estos encuentros sexuales. El psicólogo Manuel Soriano me cuenta el caso de un chaval gay que ha acudido al COGAM en busca de asistencia legal. Se metió con otro en una cabina de los servicios de una gran superficie. Un vigilante les sorprendió y les pidió el DNI. Él no quiso dárselo (sólo la policía está autorizada a pedirlo) y el guardia empezó a golpearle y a insultarle. Según los servicios jurídicos del colectivo, en los últimos años el número de casos similares, en centros comerciales o en estaciones de tren y autobús, ha aumentado tanto como la violencia física y verbal de las agresiones. Los guardias suelen abrir la puerta de una patada y, entre burlas y risas, golpean a las víctimas. Como no suele haber testigos (cierran la puerta), las agresiones quedan en falta cuando, dependiendo de la gravedad de las lesiones, en muchos casos son delitos. Además de las humillacionesse producen retenciones ilegales y a menudo se hacen denuncias falsas (que había menores delante) o incluso se invocan leyes derogadas (la de Vagos y Maleantes). Al ser un tema escabroso, falta información, lo cual deja a las víctimas en una posición de mayor debilidad. Sólo unos pocos valientes denuncian las agresiones pero muchos, que están en el armario, no se atrevena hacerlo. Recordemos que la cabina de unos urinarios es un espacio cien por cien privado aunque esté en un lugar público y que, en todo caso, la obligación de los vigilantes es pedir a los sorprendidos que se marchen, no intimidarles y agredirles. Si esas agresiones se repiten del mismo modo en diferentes sitios, o bien los vigilantes reciben órdenes de arriba, y en tal caso habría que preguntarse si están pactadas por las compañías de seguridad; o bien habrá que cuestionar la formación que reciben estos violentos brigadistas de urinarios. Si en una sociedad libre siguen produciéndose estos encuentros eróticos clandestinos habrá que preguntarse si el sexo no se reprimirá más de lo que parece y si no se admitirán mejor cuando los sorprendidos son heterosexuales que cuando son gays. El COGAM, que se está planteando el asunto como un campo de acción global, recomienda presentar las denuncias tranquilamente en un juzgado cuando las víctimas ya hayan procesado lo ocurrido. El problema es que no hay una ley que tipifique la homofobia y cada día que pasa es más urgente reclamarla.

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