2006/07/30

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  • La insolidaridad de Gallardón
  • El Mundo, 2006-07-30 # Editorial
Ni siquiera los más integristas del PP podrían reprocharle a Gallardón que hubiera acudido como un invitado más a la boda gay de un amigo. Ese fue el caso del líder del PP gallego Núñez Feijoo. La ley está en vigor y aceptarla no supone promoverla.

El problema es que Gallardón ofició ayer la ceremonia en su condición de alcalde de Madrid, cosa que había hecho en rarísimas ocasiones aun tratándose de parejas heterosexuales. Y que ello sucede poco después de que Rajoy haya consumado la decisión del PP de recurrir el matrimonio homosexual ante el Tribunal Constitucional.

Que Gallardón tratara de evitar aparecer en las fotografías del acontecimiento (El Mundo pudo conseguir, pese a ello, las imágenes) es la mejor prueba de que él mismo era consciente de que estaba perjudicando a la dirección del partido al que pertenece. Aunque el cardenal Rouco Varela le haya recordadola doctrina vaticana que obliga a los «políticos católicos» y sea el diputado Jorge Fernández -conocido por su conservadurismo religioso- quien haya pedido sanciones contra él, lo que ayer se suscitó no fue una cuestión ideológica.

Frente a quienes pensamos que la plena equiparación de derechos civiles de los homosexuales no tenía por qué haber alterado la esencia jurídica de una institución secular como el matrimonio, es perfectamente respetable que Gallardón participe del entusiasmo dominante por las bodas gays. Como también lo es que considere políticamente erróneo que sea el PP quien obligue al Constitucional a definirse.

Pero lo que ayer quedó sobre la mesa, como bien puso de manifiesto el portavozdel PP Gabriel Elorriaga, es la falta de «coherencia» de un Gallardón que comparte el oropel del núcleo duro del partido, asistiendo a esos maitines en los que se concreta la estrategia de la dirección y, sin embargo, no escapaz de solidarizarse, siquiera sea por omisión, con lo que allí se decide.

Cuando le conviene a su impostado progresismo Gallardón vuelve a ir de «verso suelto», pero a la vez lleva ya meses pidiendo un lugar en la candidatura al Congreso para «ayudar» a Rajoy a ganar las elecciones (y de paso sustituirlo si es que pierde). Su drama es que a estas alturas hay muy pocos dentro y fuera del PP que no hayan advertido que su programa se limita a cuatro puntos: yo, mí, me, conmigo.

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