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• Crónicas de ambiente
• ABC, Sevilla arg., 2006-07-14 # Jesús Lillo

Coincidiendo con la verbena del barrio de Chueca, estrenó la Cuatro «Queer As Folk», serie que, ya instalada en la franja nocturna de la emisora y con periodicidad semanal -los martes la ponen-, sigue desafiando a un público que todavía se pregunta de qué va. Como «L», programada por Digital + y protagonizada por una pandilla de lesbianas cuya única ocupación argumental era la de manifestar, a pares, su condición sexual, la trama de «Queer As Folk» no sale del circuito de discotecas, bares de ambiente, cuartos oscuros, saunas, gimnasios y apartamentos de soltero, platós donde los personajes de esta producción no pasan de escenificar sus rituales de cortejo y de consumar apareamientos cuya explícita narrativa visual remite a la de aquellos infames sexy thrillers que echaban en Telecinco y Antena 3 y que, como norma fija y en su versión española, tenían títulos terminados en «fatal», «mortal», «letal», «infernal», «final» o «criminal».

En aquellos sexy thrillers de los años noventa, las vistosas y desatadas escenas de cama servían para ilustrar la intensidad de una pasión que desnortaba a los amantes y explicar, a las bravas, su conducta posterior: les entraba sudor en los ojos y luego, ciegos, se liaban a tiros con el marido de ella y con la mujer de él, tanto montaban. En «Queer As Folk», sin embargo, sus protagonistas no van a ninguna parte cuando se levantan de la cama: son homosexuales empeñados en protagonizar los únicos argumentos que les son exclusivos, lo que limita sensiblemente el campo de acción de la serie.

El resultado y el efecto son similares a los que consigue la caricaturesca cabalgata del Orgullo Gay. Si cualquier relato se sostiene sobre una historia, más o menos fantástica, capaz de captar la atención del espectador por su curiosidad y rareza, «Queer As Folk» transforma en anomalía y reclamo de escaparate la actividad sexual, presuntamente normalizada, de un colectivo reutilizado por su singularidad afectiva.