2006/08/01

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  • Visibilidad de Madrid
  • El País, Madrid arg., 2006-08-01 # Fernando Delgado
No fue cosa nueva lo que sucedió el sábado en esta villa: que dos hombres se asomaran al balcón de la Casa de la Panadería para celebrar la legitimación de su compromiso público de matrimonio por parte de un alcalde que no les casaba por su cuenta, sino en nombre del jefe del Estado. Pero no sé si el jefe del Estado es o no un político en sentido estricto, lo que sí sé es que es católico, de modo que supongo que la advertencia a los políticos católicos del arzobispo de Madrid, a cuya diócesis pertenece el Rey, antes de la boda, también deberá concernir al monarca. Antonio María Rouco Varela, vigilante moral de esta villa, les advirtió de que no hay más matrimonio -él no hace distinción entre presbiterio y Casa de la Panadería- que el matrimonio entre un hombre y una mujer. Pero no sé si detrás de la advertencia a todo político católico que actúe de oficiante en este tipo de ceremonia hay una amenaza de excomunión. Si la hubiere, puede constituir ocasión propicia para que un político en un Estado aconfesional reflexione sobre la incompatibilidad que los obispos establecen entre ser político y católico, y hasta para que el Rey se piense qué le conviene más, si seguir siendo católico o Rey.

Y como el alcalde de Ourense, católico y del PP, optó por las dos cosas y casó a uno de sus concejales, también del PP, supongo que el alcalde de Madrid pensó que su caso no era distinto del de su correligionario gallego al casar el sábado a dos de sus compañeros de partido, además de amigos. Pero si bien el alcalde de Ourense se sintió arropado por todos los suyos, el de Madrid se halla ahora por esto entre los malditos del PP y se defiende con el democrático argumento de que cumple la ley. Su compañero y jefe, Gabriel Elorriaga, alineado con los obispos, no piensa lo mismo. Y dice que a veces "la visibilidad de las decisiones tiene una trascendencia política que va más allá del mero cumplimiento de las leyes". En sus labios aparece, pues, un término determinante en toda la lucha del movimiento gay: "Visibilidad".

Pero también el problema de la derecha y de la Iglesia en este asunto: el problema no es la homosexualidad, sino su evidencia. Quizá a veces no lo sea tanto para ellos el matrimonio homosexual como el armario o lo que se llama la salida del armario. Y no porque la hipocresía sea exclusiva de la derecha, aunque sí una divisa muy característica de la derecha más rancia, sino que, por católica, esta derecha frecuenta la doble moral que la Iglesia ampara y usa mucho entre su jerarquía.

A pesar de todo, no creo que fuera eso lo que llevara a Rajoy a afirmar que no se puede legislar a espaldas de la fe. Hay que agradecerle a Elorriaga, no obstante, que no se haya ido por las ramas y confiese algo tan insólito en un demócrata como que la visibilidad, en política, no es que sea importante, que lo es, sino que va "más allá del mero cumplimiento de las leyes". Definitorios disparates aparte, lo que está claro es que el PP incurre en desconsideración con Ourense, cuya visibilidad debe estar por los suelos -quizá haya desaparecido de los mapas- al no haber tenido en su día por tan "incoherente" e "insolidario" al alcalde gallego como ahora al regidor madrileño. Y no será porque la boda del concejal popular ourensano con su novio fuera invisible o le faltaran fastos y banquete poblado de católicos, pero quedaba en los predios de la España de las invisibilidades fomentadas por el PP. De modo que esta vez la culpa la tiene, además de Zapatero, como es lógico, esta noble villa de Madrid, tan visible, su visible Casa de la Panadería y su alcalde, más visible para la cúpula del PP que lo que desearían.

Y no sé si la falta de coherencia que Gabriel Elorriaga atribuye a Ruiz-Gallardón la encuentra también en los contrayentes, uno de ellos responsable del grupo de Lesbianas y Gays del PP, y en el propio PP, por tener lesbianas y gays en su seno, o si lo que persigue es que para ser coherentes cambien de partido.

Alberto Ruiz-Gallardón sabrá si elige entre hacerse invisible o marcharse, pero para los gays y lesbianas populares el problema no está en que sean de derechas (los hay de todas las ideologías, y los más visibles de toda la vida, las marquesonas, bien de derechas eran y son); el problema está en que una cosa es militar en un partido de centro-derecha, como muchos gays y lesbianas de Europa, o en un partido de extrema derecha, del que no ya por coherencia, sino por pura supervivencia, tendrían que huir.

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