- Y decían que era... maricón
- Estrella, 2006-06-09 # Jaime Peñafiel
De no conocérsele ni novia, a padre de familia casi numerosa.
El año pasado reconocía a otro hijo, Alexander, nacido del contacto sexual con la azafata togolesa Nicole Coste.
El personal ni se lo cree.
Durante años y años, la prensa más rosa de Europa descalificaba, ya son ganas de descalificar, al Príncipe Alberto, con el argumento de una presunta homosexualidad. No sólo por su recalcitrante soltería y amistades peligrosas, sino por su presencia, incluso, en festivales gays, en los que se dejaba fotografiar en compañía de espectaculares dragqueens y travestidos.
Personalmente, nunca creí en esta tendencia del hoy soberano monegasco que, como se está viendo, tan sólo era una tapadera para encubrir lo que realmente es: un mujeriego de amplio espectro femenino: lo mismo le da una camarera americana rubia como el trigo que un azafata negra como el carbón.
Por el momento han salido estas dos a quienes no sólo dejó embarazadas sino que, como un hombre responsable, ha decidido asumir las consecuencias de estas relaciones.
La primera de ellas, iniciada en el vuelo 371 de Air France, de Niza a París, en el mejor estilo de Emmanuelle Negra.
Siempre desconfiado de esos presuntos que utilizan la presunción para besuquear, sobar y, si es posible, ligarse a la mejor de la fiesta, como ha hecho Su Alteza.
Será Alexander, en este siglo, el primer soberano negro de una de las diez monarquías europeas.
Aunque el Príncipe Alberto, al reconocer a su hijo, ha dejado bien claro que llevará el apellido Grimaldi, que podrá heredar, pero no ser el heredero. Todo puede suceder en la monarquía de Mónaco, en la que una alegre lavandera fue la abuela de Rainiero, como en España la nieta de un taxista futura reina.
Sería el primer caso en la historia de las casas reales del Viejo Continente, en las que a lo más lejos que se ha llegado ha sido al matrimonio de un heredero, hoy soberano Enrique de Luxemburgo, con una criolla de La Habana, Teresa Mestre.
Ignoro si serán los genes, pero si a la rebelde, pendoncillo y menestral Estefanía le gusta encamarse con camareros, jardineros, mayordomo, escoltas, saltimbanquis y croupieres (dicen que en su currículum sentimental sólo falta el albañil), su hermano, el actual soberano, no sólo carece de prejuicios racistas, como para encamarse con una negra de Togo en el aseo de un avión, sino también para reconocer al hijo de esta relación.
No nos olvidemos de la hija de la camarera y de los hijos de todas aquellas que demuestren que son fruto de un principesco polvete.
De seguir así, Mónaco será una monarquía con más bastardos que la de Alfonso XIII.
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