2006/07/25

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  • Entrevista: Jin Xing · Bailarina y coreógrafa
  • "Puedo ser la estatua de la libertad de China"
  • El País, 2006-07-25 # Roger Salas, Venecia
"Yo fui un bailarín muy famoso. Cuando cambié de sexo, la gente, el público, parecía decir: 'Debo asimilar esto" "No he odiado mi cuerpo masculino, lo he disfrutado en la danza y en la vida. La comprensión de mi parte masculina es mi equilibrio"Jin Xing era un coronel del Ejército Rojo chino. Ahora es mujer, bailarina y coreógrafa. Se cambió de sexo luchando contra viento y marea, prejuicios y presiones de todo tipo. En la República Popular China es un caso insólito y único. Unánimemente aclamado por su trabajo escénico, la danza la ha salvado del caos, su tesón la ha convertido en una estrella internacional. Su despegue europeo en las dos últimas ediciones de la Bienal de Venecia, tras pasar por Norteamérica y Alemania, la han confirmado como una diva. Su libro de memorias (cuyo titulo original es Quiero convertirme en bailarina. Nada llega por azar), duro, descarnado y sin obviar los más escabrosos detalles, ha sido publicado ya en más de 10 lenguas. En China se pasa de mano en mano; en Occidente, se ve con algo de perplejidad su atípica vida dentro y fuera de los teatros. Ahora actúa por primera vez en Madrid, los días 28, 29 y 30 en el Matadero, con su obra Shanghai beauty, un compendio donde sus solos abordan lo autobiográfico. Ya a los 18 fue premiado como mejor bailarín de China, aunque lo mejor estaba por venir cuando dejó de ser "una mujer prisionera del cuerpo de un hombre".

No es fácil que Jin Xing conceda entrevistas. Recela, y con razón. No quiere ser carne de escándalo ni materia de sensacionalismos. Le interesa la danza, la coreografía, la vida de los marginados, los dramas cotidianos que encierra la transexualidad. Vestida como una dama de Shanghai sin tiempo ni edad (ha cumplido 42 años), con medias de cristal negras con costura y severos zapatos cerrados de tacón alto, Jin Xing cruza las piernas de lado, elegantemente, y sonríe a la vez que mira el techo veneciano decorado con putti, nubes, guirnaldas. En cierta forma, está fuera del mundo. Su espalda recta siempre revela una tensión, un alerta que sólo abandona con sus chispazos de humor ácido.

Pregunta. ¿Buscó desesperadamente la danza como refugio?
Respuesta. Al contrario. La danza me buscó a mí. El escenario me ama, y esto no es sólo una metáfora. Cantar, recitar, bailar: ahí está mi única felicidad.

P. Se hizo famosa en un bar de Pekín donde peregrinaban todos.
R. Sí, eso lo cuento en detalles en mi libro. Se llamaba Mezzo Sogno (Medio Sueño), y lo frecuentaban políticos, intelectuales, artistas. Me dijeron de abrir otro en Shanghai, pero sentía que era perder el tiempo, banalizarlo todo en la noche. Allí era la reina de la fiesta, no la bailarina.

P. Y lo dejó, se decantó por el baile serio.
R. Preferí no mezclar la figura de la artista de danza con la gestora del garito. La atmósfera del cabaré en cierto sentido me preparó para dar el salto a la danza seria.

P. ¿Y cuándo comienza a crear?
R. ¡Nunca he dejado de crear! Eso es lo que me da vida y sentido, mi expresión. La busco en el estudio, la encuentro, la pulo al llegar a ese momento mágico y significativo que se traduce en coreografía, pues la comunicación de emociones a través del baile es inmediata, el movimiento del cuerpo es directo.

P. ¿Y cómo se define?
R. Para mí no es importante definir qué soy en el baile. ¿A quién le importa eso? Las categorías perjudican al arte, prefiero el juicio libre del público.

P. Usted ha estudiado ballet, danza tradicional china, danza moderna.
R. Uso todos los elementos de mi formación. Al volver del American Dance Festival descubrí muchas cosas nuevas. Para mí hoy es importante hablar de globalización en la danza. La cultura china está abierta a eso. Mi trabajo está en el eje: busco una comunicación escénica muy simple y directa entre dos culturas básicamente diversas.

P. El resultado no quiere ser elitista.
R. No. Rechazo las consideraciones de elitismo. No coreografío para el mundo de la danza, que es endogámico en sí mismo, sino para el espectador, para el público real.

P. Pina Bausch le admira, y usted a ella...
R. Mucha gente la imita, pero mi admiración no comprende la imitación sino la comprensión. Imitar es lo fácil. Yo me empeño en mantener en mi trabajo la fuerza de la cultura oriental, no de parecerme a Sacha Walze o a Anne Therese de Kesssmarker. La cultura oriental de la escena va más a lo sustancial, aunque el interés final es el mismo: representar la belleza y sus dolores. En Italia, por ejemplo, la belleza, la fuerza estética, manda en todo. No hay más que mirar en derredor.

P. Sus bases musicales van de René Aubry a Piazzola o Strauss o algunos instrumentos tradicionales chinos.
R. La cosa más bella, a mi juicio, es la expresión musical a través del cuerpo, sea china, india o árabe. En un momento, de la música se escapa el movimiento. Yo me siento ligada a la música clásica.

P. ¿Y esa leyenda de la mariposa?
R. Es muy antigua: una muchacha debe travestirse para estudiar, se enamora de otro, y se transforman ambos en mariposas en busca de la libertad.

P. Ese amor está en su paso a dos para dos hombres.
R. Nació en 1993 para dos hombres. Yo lo bailé en su día. Pero, luego, uno de los bailarines se fue y entonces lo monté para una mujer y un hombre, me pareció lo justo.

P. Su coreografía es básicamente autobiográfica.
R. Es posible verlo así. No siempre. Hay episodios ligados a la experiencia personal, eso es inevitable.

P. ¿Shanghai o Pekín?
R. Shanghai es la moda y Pekín la política. No hay un sitio de preferencia. Necesito a las dos ciudades. Pekín da comunicación intelectual, relaciones, Shanghai es la actualidad y la vida.

P. ¿Cómo acogieron su cambio de sexo en estas ciudades?
R. Yo fui un bailarín muy famoso como hombre. La gente, el público, parecía decir: "Debo asimilar esto". Pero es que en Oriente no se tocan los aspectos íntimos y personales como aquí en Occidente, se esconden más bien. En mi caso no ha sido así. Al principio se dividió el criterio colectivo, mucho de mi parte, otros oponiéndose. Yo estuve convencida siempre de tener razón, de ser una artista verdadera. Después de más de 10 años de lucha sé que esto es importante.

P. Casi un héroe.
R. Probablemente, para mucha gente sí lo soy. Algunos me lo dicen, puedo ser la estatua de la libertad de China. Sé que soy un ejemplo, y el ámbito de la danza es estrecho para lo que represento en la sociedad actual. Para las nuevas generaciones, represento la voluntad de creer en la propia identidad.

P. Cuando vuelve a China, ¿cómo es recibida? ¿La apoyan?
R. Al principio fue duro. Yo era una espina en el sistema, pero luché y luché. Quería existir. Estaba determinada a ello. Tengo la sensación ahora de ser intocable, por ser la parte justa, y también de que la oficialidad me usa para aparentar una libertad. Aún falta tiempo para que cambien las cosas.

P. ¿Es feliz como mujer y bailarina?
R. Siempre he sido feliz y no lo he sido. Mi inspiración ha sido siempre femenina. Primero pensaba que tenía un cuerpo de hombre y mente de mujer. Después esto cambió. Otros amigos transexuales odian su cuerpo de hombre. Yo no. Nunca he odiado mi cuerpo masculino, he disfrutado de mi parte masculina, en la danza y en la vida. La comprensión de mi parte masculina es mi equilibrio. Mi caso en China no es algo mediático, sino cultural. La lucha por la libertad existe siempre en dos planos, en el corazón y en el sistema."Para mí hoy es importante hablar de globalización en la danza. La cultura china está abierta a eso. Mi trabajo está en el eje" "No coreografío para el mundo de la danza, que es endogámico en sí mismo, sino para el espectador, para el público real"

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