- La Sangre Rosa
- ABC, Sevilla arg., 2006-07-02 # M. Francisco Reina
Arden las calles en estos primeros días del tórrido verano, y se inician las actividades de las floreadas fiestas del Día del Orgullo Gay. Lo que en muchos sitios empezó como reivindicación colorista y necesaria, se ha tornado en fiesta turística, o casi una feria más, como en Madrid, ciudad en la que cuenta con más seguidores que la verbena de La Paloma o San Isidro. Conciertos en los que actuaron las nuevas divas y las de siempre del mundo homosexual, como Alaska, Roser, Rosa López o la Terremoto de Alcorcón, sin dejar de pasar por alto a la impresionante Chavela Vargas, serán algunas de las figuras que apoyarán estos eventos, además de proyecciones de películas, encuentros literarios y debates.
Habría que recordar que la lucha por la liberación gay y lesbiana se comenzó hace mucho y no han sido pocas sus víctimas a lo largo de la historia, para que no quede todo diluido en la divertida fiesta. Por no remontarnos más que a la historia contemporánea y obviando la quema de homosexuales de la Inquisición con la bendición de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, una cláusula en el código penal alemán calificaba de «crimen» , a final del XIX, cualquier relación sexual entre hombres. La lucha se extendió y obtuvo una victoria enorme cuando triunfó la Revolución rusa: la legislación soviética establecía la no interferencia del Estado o de la sociedad en cuestiones sexuales. Lamentablemente esta victoria se vio derrocada por el ascenso de Hitler y de Stalin al poder. Los sesenta vieron un resurgir de las luchas por las libertades que significó el renacimiento del movimiento gay, y la chispa se produjo en Stonewall, un bar gay del centro de New York, controlado por la mafia que sobrevivía gracias a los sobornos que pagaban a la Policía. Para justificar estos pagos, la Policía realizaba redadas ocasionales. La noche del 27 de junio de 1969 ocho policías decidieron llevar a cabo una redada. Esta tropa era suficiente, según ellos, tratándose de un bar de «mariquitas». Pero aquel día una multitud empezó a congregarse alrededor del bar gritándole a la Policía, cercando a los uniformados que se refugiaron en el bar. Atrapados, pidieron ayuda a la comisaría que envió al escuadrón de fuerzas de choque de New York. La revuelta duró tres noches y la Policía se vio obligada a retirarse de la zona. Los incidentes se sucedieron durante todo el verano boreal hasta la creación, en agosto, del Frente de Liberación Gay. Un acto «normal» de opresión había desencadenado una gran respuesta. El Frente estableció reuniones públicas, publicó un periódico llamado Come Out! (¡Sal afuera!) y organizó una jornada de lucha para retomar las calles y expresar libremente el derecho a ser gay. A partir de esas manifestaciones cada año, desde 1969, se celebra el día del orgullo gay en todo el mundo.Mucho se ha avanzado desde entonces, pero queda un enorme trabajo, culturalmente hablando, que hacer. No debería extrañar, por ejemplo, a pesar del estrépito organizado, que uno de los jueces más duros con el terrorismo declarase abiertamente su opción sexual, como ocurrió con Fernando Grande Marlaska. «Hay gente en situaciones verdaderamente duras. Si te soy sincero, es por eso por lo que me he decidido a dar esta entrevista», afirma el magistrado. «No me siento modelo de nadie, pero hay muchos chavales que viven en pequeños pueblos y lo tienen muy difícil. Y con esto puede que se digan, mira, ese tío del que hablan tanto los periódicos también es así, entonces lo mío no será tan raro, no será tan malo», reflexiona Marlaska, quizá impelido a que, en un grupo tan cerrado y conservador como la Judicatura, su condición podría ser utilizado como arma en su contra. Le honra la honestidad que les falta a otros con su propia vida. El avance civil de los matrimonios no debe ser un premio de consolación. Mientras no se revise, como sucedió con la violencia de género, el tema penal de la homofobia, estaremos en manos de interpretaciones legales que seguirán dejando el tema, en algunos casos, en manos de homófobos que dictan sentencias. No nos durmamos en los laureles mientras estemos de fiesta; no dejemos que una opción sexual se convierta en marca registrada, objetivo de multinacionales y consumismo previa campañas publicitarias. Hay mucha sangre rosa derramada: Wilde, Lorca, Passolini, Rock Hudson, por citar algunos conocidos, y a día de hoy, en países tan civilizados como EE.UU, las prácticas homosexuales son un delito en muchos estados, por no hablar de muertes en Latinoamérica o en el mundo árabe, pasando por sentencias vergonzosas en nuestro propio país, que deberían costarle el puesto a ciertos jueces.
El Outing es una forma de fascismo inventada en la guerra fría norteamericana para presionar a la delación a actores y directores de cine. Es algo odioso y denigrante que las personas de bien no debemos permitirnos pero, que tengan cuidado quienes alardean con bromas baratas, insultos, vejaciones, contando con la buena voluntad de los que tienen en frente, no sea que empiecen a abrirse los armarios de las Sacristías. Y ahora, a las barricadas de las banderas multicolores, y echarnos unas risas, no importa con quien te guste bailar.
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