2006/06/07

> Berria: Hizkuntza > "VIAJE AL ORIGEN DE LOS INSULTOS" EXPLICA COMO UNA PALABRA SE CONVIERTE EN INSULTO

  • ¿Cómo llega una palabra a convertirse en insulto?
  • 20 Minutos, 2006-06-07 # Angels Masó, EFE
¿Cómo evoluciona una palabra para terminar convirtiéndose en insulto?

Apasionado por las palabras y por su universo de referencias culturales, el geógrafo Joan Avellaneda analiza en su última obra el intrincado proceso social y lingüístico por el que una palabra, en especial gentilicios como "polaco" o "sudaca", acaba convirtiéndose en ofensiva.

"Charnego" o "gabacho" son algunos de los términos que Avellaneda incluye en su libro, Viaje al origen de los insultos (Ara llibres).

En esta obra, el geógrafo catalán intenta aclarar cómo, de forma totalmente injustificable en la mayoría de los casos, un gentilicio puede transformarse en un instrumento de denigración o descalificación.

Insultos territoriales
Sin ninguna intención de profundizar en antiguas heridas, "muchas de las cuales están aún abiertas", Avellaneda se adentra en este libro en los insultos territoriales, como "sudaca" o "moro".

Para Avellaneda, estos términos muestran que "la convivencia social nunca ha sido fácil y que las lenguas esconden trampas discriminadoras que denotan prejuicios culturales".

"Cuando a lo largo de la historia de nuestro idioma hemos querido referirnos a unos determinados colectivos con menosprecio, lo hemos hecho con todo el potencial imaginativo de la lengua", mantiene el autor.

Lo muestran algunas de las descripciones que nos ofrece Avellaneda en esta obra, como los despectivos:

- 'Gabacho', que tiene su origen en la papada del cuello que se atribuía a los naturales de los Alpes.
- 'Charnego', nombre castellano de una raza de perros.
- 'Yanqui', derivado probablemente del nombre Janke, forma familiar de Jan (Juan en holandés), según el autor.
- 'Polaco' -con el que se nombra despectivamente a los catalanes-, según Avellaneda tiene su origen en la coincidencia temporal el año 1939 de la ocupación franquista de Cataluña y la ocupación nazi de Polonia, lo que habría inducido a los militares españoles de la época a hacer este paralelismo, con una "triste voluntad de reirse de las víctimas de ambas invasiones".


Menos probable parece, según el autor, que este pseudo-gentilicio provenga de posibles semejanzas fónicas entre estas dos lenguas o que se trate de una referencia escogida al azar por el hecho de encontrar exótica la lengua catalana, que les parecería tan incomprensible como el polaco, por decir una lengua cualquiera.

Insultos para aprender
Pero Avellaneda, que asegura no haber insultado nunca a nadie, se mantiene optimista sobre el uso de los insultos y, lejos de su carácter negativo, sostiene que, "si durante años nos han servido para ofender, hoy tienen que servirnos para aprender sobre nuestra lengua y nuestro pueblo, pero también sobre otras culturas".

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