- ¿Para qué una ley de identidad de género?
- Ignacio Paredero # socialdemocracia.org, 2006-06-07
Ciertamente la transexualidad es un problema medico, pero también es un problema social. Los distintos estudios de la realidad social transexual asustan. Con un paro de mas del 90% debido a la transfobia social, este colectivo tiene la marginalidad impuesta como una losa, quedando muchas veces solo la salida de la prostitución. Y es que hay una percepción muy arraigada en la población de que la transexualidad es un capricho o un antojo. Las operaciones de CRS (cirugía de reasignación de sexo) se perciben por tanto (cerca del 50%) como operaciones de cirugía estética pagadas por la seguridad social, el cambio de nombre en el registro como un capricho tonto y la transexualidad en general, como una amenaza a la virilidad del varón que, engañado por unos pechos turgentes y un cuerpo escultural, habrá traicionado a su sexualidad “natural” acostándose con un hombre.
Los prejuicios son difícil de tratar en este caso por que la dicotomía sexual esta arraigada profundamente en la sique social. La gente entiende que o eres hombre o eres mujer y que, además, eres y seguirás siendo siempre el sexo en el que naces. Y tal afirmación es tremendamente curiosa por que ¿Cómo determinamos que alguien es de un sexo o de otro? ¿Nos fijamos en los genitales o en los cromosomas? ¿Nos fijamos en la morfología física o en la mental? ¿En los niveles hormonales? ¿O en la percepción del individuo?
Pero sorprendentemente aunque los orígenes e incluso análisis de la transexualidad son harto complejos, la solución al problema es conocida desde hace tiempo. Una persona transexual solo necesita reasignar su cuerpo con su verdadera sexualidad, la sexualidad mental, para dejar de sufrir la angustia, el asco y el desprecio para con su propio cuerpo. Así, cada persona transexual pasa por un proceso de reasignación más o menos importante hasta que su cerebro, por fin, se encuentra a gusto con su propio cuerpo y muchas veces no es necesaria una reasignación completa.
Hasta la aprobación de la ley de identidad de género, las personas transexuales quedaban al albur judicial. Los jueces, decidían sobre su vida y, dependiendo de quien te tocase, exigía una cirugía completa de reasignación de sexo para autorizar el cambio registral o, por el contrario, tan solo el desarrollo del proceso transexualizador, sin necesidad de llegar hasta el final. De la decisión del juez, dependían los documentos de identidad de muchas personas que sistemáticamente son vejadas y violentadas al descubrírseles como transexuales.
Es esta inseguridad jurídica lo que la ley pretende arreglar, unificando pues criterios para el cambio registral. El cambio en la documentación, con todo lo que conlleva, ya no dependerá de la decisión de un juez sino que estará guiada por unos criterios estrictos si, pero coherentes y comprensivos para con la realidad transexual. Es, asimismo, un espaldarazo del estado para el reconocimiento de la dignidad de este colectivo, aun hoy terriblemente marginado. Pero no es suficiente.
El pago de las CRS y el tratamiento completo transexualizador aun hoy solo es pagado por un puñado de comunidades autónomas. Y aunque la posibilidad de cambio de nombre en el registro permitirá a cerca de 5000 de nuestros ciudadanos cambiar su nombre y sexo por sus verdaderos nombres y sexos en el registro civil, todos esos ciudadanos se enfrentan a diversas problemáticas para conseguir ver realizadas sus operaciones de CRS.
El coste real es mínimo. Tan solo el desprecio al diferente o el desconocimiento del sufrimiento real de las personas transexuales justifican que la seguridad social no pague las operaciones.
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