2006/06/12

> Elkarrizketa: EDGARDO COZARINSKY > "ISRAEL ES UN ESTADO TEOCRATICO, DONDE EL MATRIMONIO CIVIL NO EXISTE"

  • Edgardo Cozarinsky · Escritor
  • «Israel, hoy, es un estado teocrático, donde el matrimonio civil no existe»
  • Cabrera Infante y Susan Sontag prologaron el estreno de este argentino en París cuya memoria remite a la tribu perdida de Israel. Hoy regresa al Plata a bordo de 'El rufián moldavo'. Una novela fascinante donde al compás de un musical en yidish se enlazan la revolución y la prostitución, los burdeles y las sinagogas. Con ellas y con ellos, bailan muchos de nuestros queridos demonios familiares.
  • El Diario Vasco, 2006-06-12 # Alvaro Bermejo
- Un hombre de ninguna parte acuchilla en París a otro hombre que explota prostitutas adolescentes procedentes de Europa Oriental. El incidente, ¿cierra un círculo o reabre una historia condenada a repetirse?
- Me golpeó mucho ver repetida en el presente, en otro continente, una historia que creía del pasado previo a mi nacimiento. Pero el propósito de mi novela no es histórico ni político. Me atrajo evocar una época a través de dos caras: prostitución y teatro dialectal, formas de proveer ilusión a inmigrantes pobres. Y de explorar su eco actual en un mundo cambiado.

- En el Buenos Aires de la gran migración prosperó una considerable y compleja comunidad judía. ¿ Existió realmente la Tenebrosa Organización?
- Existió y todo lo que he novelado se basa sobre documentación tanto académica como policial. Pero como siempre conmigo, el documento es sólo un trampolín para la imaginación.

- Además de esos dos mil prostíbulos con más de treinta mil mujeres, la 'Zwi Migdal' contaba con sus propias sinagogas. Los rabinos, ¿sabían de dónde venía al dinero que las sustentaba?
- Toda la trama moral detrás de la delictiva me resulta un misterio insondable, que en la novela sólo me atrevo a tocar con la punta de los dedos. ¿Cuál era la parte de ignorancia, cuál la de complicidad? ¿Será posible discernirlas?

- El judaísmo ortodoxo es bastante misógino: en la sinagoga las mujeres están en otro piso y se les niega el acceso a los textos sagrados. Sus protagonistas, ¿son doblemente impuras?
- Lo serían, desde ese punto de vista: en cuanto no son esposas ni madres, el comercio sexual sería su destino natural... Por eso me interesó la obra de una pionera como Bertha Pappenheim, que investigó la situación de las mujeres en el este de Europa entre fines del XIX y principios del XX. Su audacia irritó lo más sensible en la hipocresía de su tiempo.

- En los barcos atestados de inmigrantes que llegaban al Plata también venían muchos idealistas, como los jóvenes anarquistas de su relato. Qué causaba más temor a los patriarcas de la comunidad, ¿que se expandiera el comercio del sexo o la lucha por una cierta justicia social?
- Es difícil saberlo. A los representantes de la comunidad, les interesaba ante todo la integración -rechazo la palabra asimilación- y combatían a los rufianes tanto como a los revolucionarios: ambos daban pasto a la propaganda antisemita. Hubo un único, verdadero pogrom en la historia argentina: la llamada «semana trágica» de enero 1919. Su mano armada fueron grupos «patrióticos»; el partido «progresista» gobernante en aquel momento miró hacia otro lado y no intervino.

- Los Auerbach, como Warschauer, son seres perseguidos por una identidad que les obsesiona y de la que no logran desprenderse. Las raíces más fértiles, ¿pueden ser slas más asfixiantes?
- Fértiles o asfixiantes, depende de lo que hagamos con ellas, del coraje o la inteligencia con que las derrotemos o utilicemos... Por otra parte, lo de raíces siempre me puso incómodo: los árboles tienen raíces, los hombres tenemos piernas y sirven para caminar.

- Así como Maxi Warschauer acuchilla a un proxeneta en Paris, Natalia Auerbach sueña con ir a Israel y pegarle un tiro a Ariel Sharon. En ocasiones, los hijos, ¿heredan los fantasmas de los padres?
- La herencia existe y es necesario exorcizarla, aun por medio de una aceptación plena. La cuestión es si somos capaces de vencer a los fantasmas, a menudo tanto más astutos que nosotros con nuestra razón positiva...

- «Una cosa es Israel y otra los israelíes». ¿Qué conoce Edgardo Cozarinsky del País Vasco?
- Muy poco, sólo estuve varias veces en Donostia. Conozco mejor, soy habitué, como ya lo era mi padre, de la Casa Vasca de Buenos Aires, centro cultural y, sobre todo, restaurant extraordinario.

- Desde hace más de treinta años toma su hierba mate viendo pasar las aguas del Sena. ¿Se considera ya más parisino que argentino?
- Hace treinta y dos años pensé irme por dos meses. Pasaron doce años antes de empezar a volver tímidamente, más tarde decidí pasar allí las fiestas de fin de año. Abrevio: desde hace siete años tengo en Buenos Aires departamento, bailo tango, me enamoro (¿a mi edad!)... No te extrañe que el año pasado haya pasado más tiempo allí que en París.

- Durante milenios los supervivientes de la diáspora judía han vivido dominados por dos ideas absolutas: Retorno y Holocausto. ¿Cómo las interpreta usted?
- No soy religioso ni tradicionalista. Del judaísmo sólo me importa la cultura de la errancia, con un libro como único equipaje. En mi apellido está la raíz kazar, la «tribu número 13» de Koestler, que emigró de Asia central al este de Europa. En cuanto al Holocausto, que nunca negaría, le disputo el nombre: lo que hicieron los nazis fue un genocidio. Cuidémonos, si no queremos dejarnos colonizar por Spielberg.

- Hasta cierto punto el País Vasco, ¿es una especie de Israel en Europa?
- Que yo sepa la identidad del País Vasco es étnica, no religiosa. Israel es un puchero de orígenes culturales que sólo puede invocar la religión como posible, improbable tejido conectivo. Es un estado teocrático, donde por ejemplo el matrimonio civil no existe y gente de distinta religión debe ir a Chipre si quiere casarse.

- Cuando pasó por esta página Horacio Vázquez Rial afirmó que el culto a las identidades colectivas siempre le movía a la desconfianza.
- A mí me da miedo toda generalización: los argentinos, los vascos, los negros, los judíos... Yo sólo conozco individuos, sólo leo a individuos, y toda estadística me pone mal. ¿Qué me importa quién mató más gente, Hitler o Stalin? Con que hayan justificado una víctima me basta.

- Otro compatriota suyo, Raúl Argemí, nos dejó esta frase: «Ser argentino es que cada vez que te golpee la suerte, la memoria te traiga el tango adecuado». ¿Cómo comienza su definición?
- No la tengo. Que me reconozcan como argentino los de afuera, que siempre ven mejor de lo que uno puede verse en el espejo.

- ¿Qué ha cambiado más en los últimos tiempos: Argentina, el mundo o usted?
- Me temo que yo. Esa parcela del mundo que es la Argentina, y por qué no España, son casi islas donde aun no ha golpeado del todo el curso ininterrumpido del mundo hacia el horror bélico, el terrorismo con buena conciencia y el espionaje civil como medida de seguridad.

- Según su criterio, ¿cuál es la manera más sabia de mejorar el mundo?
- ¿Existe? No creo que «el mundo», así como suena, sea mejorable. Apenas si podemos, individualmente, intentar no lastimar demasiado a la gente que queremos, intentar ayudar a alguna persona que tengamos cerca.

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