2006/06/12

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  • El odio acribillado
  • ABC, 2006-06-12 # Mercedes Salisachs · Escritora
Es evidente: «El orgullo» gay se ha sentido herido y maltratado.

La sola presencia del representante de la fe católica, aunque va a llenar nuestra ciudad de Valencia de paz, de comprensión y de una indudable ayuda espiritual, para los que prescinden de Dios, es también una amenaza de guerra.

El revuelo que ha causado semejante «intromisión» entre los que se apoyan en sus propias apetencias (sin tener en cuenta el daño que se puede hacer tergiversando conceptos), ha llegado a considerar y a atacar lo que siempre fue la columna vertebral de los seres humanos. Me refiero a la familia.

Lo que ese «orgullo» acribillado pretende, y que las estadísticas ya lo confirman, es que se acepten bodas impuestas por los que, creyéndose diosecillos, se atreven a emular a Dios.

Actualmente, gracias a ciertas tergiversaciones, se proclaman ideas y leyes tan absurdas como ambiguas basándose en la libertad. Una libertad, que, lejos de liberar, encadena.

No: lo malo no consiste en ser gay, ni lesbiana. Lo malo es «provocar» para herir lo que podría rehabilitar nuestra condición humana. Lo malo es que el Gobierno subvencione actos vergonzosos como el que se prepara en Valencia, para envenenar la presencia del Papa. Lo malo es que se elija un lugar cercano a la Catedral, a escasos metros del Arzobispado, para tratar de emular y destruir el Encuentro Mundial de las Familias. Y lo malo, lo terrible y lo que sulfura a muchos millones de españoles es que el Gobierno se valga de nuestras declaraciones de renta para aupar semejantes mamarrachadas, tan grotescas como vergonzosas.

Por lo pronto ya ha surgido también el derecho a los anuncios subversivos, a las pancartas insultantes y al griterío desafinado de los que odian la verdadera paz.

La cuestión es disminuir a toda costa la importancia de la familia y todo aquello que trata de reparar un poco las desastrosas organizaciones que caracterizan nuestras actuales formas de vida.

Son esas organizaciones las que consiguen que el hecho de vivir hoy día sea un continuo terror por la falta de un sentido ético imprescindible que nadie enseña, pero que, para respirar sin miedo, es necesario.

De hecho las familias, según las estadísticas (gracias al inmenso aumento de divorcios que se acumulan durante un año, frente a la escasez lamentable de matrimonios), van siendo vencidas. Pero lo natural es que así ocurra, porque tal como se nos está enfocando la vida actualmente, la palabra matrimonio se verá mermada poco a poco, en parte por haber legalizado tantos «orgullos» heridos no sólo de los gays sino de aquellos que consideran al «Poder» la meta de sus vidas y, adjudicándose la infabilidad, enarbolan una libertad que encadena, mientras solapadamente van construyendo e imponiendo una vergonzosa dictadura.

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