2006/06/18

> Erreportajea: ITALIA > VLADIMIR LUXURIA, LA FARAONA TRANSEXUAL

  • Vladimir Luxuria, la faraona de Italia
  • El popular diputado transexual compagina su actividad parlamentaria con una visible vida nocturna
  • La Razón, 2006-06-18 # Ángel Villarino, Roma
Cada mañana, de lunes a viernes, se levanta temprano y se presenta en el Congreso con los paños de «onorevole»: habla de paro, criminalidad y crecimiento económico. Por la noche acude a festivales homosexuales, macrofiestas para transexuales y ciclos de cine gay. Cuando llega el sábado se desmelena: canta, baila y provoca al personal en las salas de Roma. Parece el anuncio de un refresco, pero es la vida del diputado de moda en Italia.

Con tanto ajetreo, su nombre aparece en las páginas de política, en las de espectáculos, en las de cotilleos, en las de entretenimiento y, sobre todo, en las revistas para homosexuales. Vladimir Luxuria es el primer diputado travestido de Italia y el primero que reconoce haber practicado la prostitución para pagarse la carrera. Luce con esmero ambas primicias y les saca partido: a un mes de su elección en las urnas se ha convertido en una cara conocida.

En su escalada hacia el título de «Faraona de Italia», la política de Refundación Comunista no ha escatimado recursos, optando por no desligar las tablas de la política y utilizando el pseudónimo artístico en su carrera parlamentaria. En su documento de identidad se le identifica como Vladimiro Guadagno, pero sus compañeros la interpelan como «honorable Luxuria». Bien pensado, la estrategia de combinar la política con el espectáculo se la ha arrebatado al enemigo. Y es que fue Berlusconi quien puso de moda postular en las listas electorales a hombres reclutados en todas las disciplinas del espectáculo, las artes y el deporte, acelerando el advenimiento de la democracia de variedades.

Luxuria también le ha sacado petróleo a los escándalos. Sus enemigos se cuentan a decenas en las filas del centroderecha. Para noquearlos, utiliza las armas del «Drag Queen»: ironía, provocación y disparate. Un parlamentario de la coalición de Berlusconi llegó a exigir al presidente del Congreso que edificase un retrete especial para Luxuria, alegando que no es ni hombre ni mujer. «Esto del 'apartheid' urinario es nuevo. No me merezco un baño para mi sola, siempre he ido al de mujeres porque los hombres se avergüenzan de hacer sus necesidades ante mi», dijo.

La provocación es una poderosa arma. Cuando las diputadas democristianas aplaudieron los vestidos largos, «muy recatados», con los que solía acudir al Congreso, Luxuria anunció que sacaría del armario sus prendas más provocativas. Al día siguiente acudió a las Cámaras con minifalda. «A las mujeres de los honorables diputados les prometo que no intentaré llevarme a la cama a sus maridos. Pueden estar tranquilas», dijo. Su beso en la boca con una presentadora de televisión en horario de máxima audiencia le valió otra portada la semana pasada.

Luxuria no rechaza ni una sola entrevista televisiva; encuentros por otra parte muy apreciados por los periodistas, ya que la diputada no tiene pelos en la lengua: dice lo que quiere, traspasando la línea de lo políticamente correcto siempre que encuentra ocasión. Su estilo deslenguado desquicia a sus rivales. A Alessandra Mussolini le provocó un ataque de histeria. «Más vale ser fascista que maricón», acabó gritando la nieta del «Duce», fuera de sus casillas en un plató televisivo.

Decíamos que la provocación es un arma, pero se nos olvidaba anotar que «de doble filo». En el propio Gobierno de Romano Prodi ha despertado muchas críticas. El ministro de Justicia, el democristiano Clemente Mastella, llegó a definirla «una ridícula Cicciolina». Militantes de Alianza Nacional intentaron agredirla a la salida de una conferencia. Ella responde con ambigüedad a los ataques, que por algo se autodefine un «transgender», o «persona que no puede considerarse ni hombre ni mujer, puesto que no se ha operado los genitales».

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