- La gestión de la rabia y el dolor
- EHGAM-DOK, 2006-11-28 # Sejo Carrascosa · Sidálava
En los inicios la pandemia del SIDA en Euskal Herria estuvo ligada, sobre todo, a las personas UDPV (usuarias de drogas por vena), mientras que en la actualidad el VIH-SIDA ha pasado a ser una ITS mas, aunque, por el momento, sin cura.
En este tiempo ha cambiado mucho la visión de la enfermedad, hemos aprendido mucho y muy rápidamente sobre un virus, que de no tratarse llevaba irrevocablemente a la muerte. Hemos aprendido también a relacionarnos de una manera distinta con las drogas y con el sexo, y hemos ido adecuando el activismo anti-VIH con estos nuevos conocimientos.
Hasta la aparición de los primeros antirretrovirales, a mediados de la década de los 90, la labor del movimiento ciudadano anti-sida fue la de intentar paliar el sufrimiento, al mismo tiempo que reclamaba una prevención sin valoraciones morales sobre las practicas sexuales o los hábitos de consumo de drogas. Nos hicimos expertos en la agonía y en el duelo, mientras nos mordíamos los labios de rabia ante tanta muerte injusta.
En la actualidad la labor de las ONGs que luchan contra el SIDA se ha diversificado y sofisticado.
En lo que se refiere a los tratamientos que tenemos en la actualidad, es mucho el trabajo que queda por hacer, se ha logrado, tras mucha presión, que el sistema de salud publica intervenga para paliar los efectos secundarios que producen, como en el caso de la lipodistrofia (distribución anómala de la grasa corporal, que en el caso de la cara, suponía graves problemas de autoestima por la imagen que se daba), así como el lavado de semen para que las parejas serodiscordantes pudieran procrear. También, y tras largas y penosas luchas, se consiguió el acceso al trasplante de órganos, sobretodo hígados, que debido a la
coinfección con el virus de la hepatitis C, en muchas personas seropositivas suponía un agravante mas para su propia supervivencia. Desgraciadamente seguimos denunciando la poca celeridad en la aprobación de nuevos fármacos, o que lleguen antes a unas comunidades autónomas que a otras.
Desde los primeros planes para el intercambio de jeringuillas se ha avanzado mucho, pero todavía vemos de las reticencias que hay por parte de la administración para la implementación de salas de inyección o de la dispensación terapéutica de heroína para los usuarios que han fracasado en otros programas de rehabilitación.
En el campo de la prevención, y a pesar de la gran oposición de los fundamentalismos religiosos, se lograron éxitos relativos en la pasada década, el uso del condón se fue generalizando, si bien la prevención, tan importante en la salud publica, esta en manos de las ONGs en las que las administraciones la han delegado, seguramente por salirles mas barata, ya que con unas migajas de su presupuesto se evaden de su responsabilidad. Es en este orden, y en la actualidad debido a una banalización de la enfermedad, donde asistimos apenados a un aumento de las infecciones, sobre todo en nuevos sectores a los que no se ha dado la importancia requerida: jóvenes, mujeres y especial atención merece a la población inmigrante para que se impulsen programas de prevención y potencie el acceso a los servicios socio-sanitarios.
Sabíamos desde el principio que el sida se encarnaría en los sectores más débiles de la sociedad, y por ende del planeta, ahora asistimos al más grande genocidio conocido en África y a una creciente e imparable expansión en la antigua URSS y Asia. No nos podemos olvidar de la situación de esos países donde esta pandemia nos muestra su lado más cruel, donde no es posible acceder a los nuevos tratamientos y al desarrollo de estrategias preventivas eficaces, habiendo reducido drásticamente la esperanza de vida.
No se puede olvidar la penosa situación que ha existido y existe en las cárceles, si durante años la ecuación de cárcel y SIDA se convertía injustamente en una condena a la pena de muerte, en la actualidad no ha variado mucho. Dentro de la población penitenciaria las cifras de personas que viven con el VIH se calculan que son aproximadamente un 17%, un porcentaje mas alto del que hay en algún país africano y que tanto parece alarmar a los sectores bienpensantes de nuestro entorno, mientras obvian esta situación cruel que se da en una mayor cercanía. Es de vital importancia seguir exigiendo el cumplimiento de la ley de cohesión del sistema sanitario para que no deje a las personas privadas de libertad en situación de desigualdad a la hora de recibir atención específica, que se transfiera las instituciones penitenciarias a los gobiernos autónomos y que estos doten de mas recursos asistenciales a ese sector de la población, como también que las personas presas puedan seguir recibiendo prestaciones como las Pensiones no Contributivas o las Rentas Mínimas de Inserción.
No se ha conseguido erradicar la estigmatización de las personas seropositivas o en sospecha de serlo, especialmente en aquellos colectivos vulnerables como: personas que ejercen la prostitución, homosexuales, usuarios de drogas, transexuales, personas privadas de libertad, emigrantes, personas por debajo del umbral de la pobreza o mujeres. Es necesario redoblar esfuerzos para eliminar la discriminación social y laboral que sufren las personas que viven con el VIH.
Es importante una mayor inversión de recursos públicos en investigación, tanto en relación a nuevos medicamentos como en la búsqueda de una vacuna y exigir a todos los partidos políticos que incluyan en sus programas electorales de cara a las elecciones autonómicas y locales las reivindicaciones del movimiento ciudadano de lucha contra el sida así como la implicación de todas las Administraciones Públicas, comunidad científica, medios de comunicación y sociedad civil en un gran pacto de Estado en la lucha contra el VIH-SIDA.
El movimiento ciudadano, las personas activistas contra el VIH-SIDA podemos seguir gestionando los servicios que no cubren las administraciones, podemos seguir haciendo campañas de prevención y sensibilización, aunque sea con mas imaginación que recursos, pero no olvidamos que la lucha sigue siendo por la defensa de los derechos humanos y la concienciación comunitaria para que se logren los cambios políticos necesarios que aseguren mayores y mejores servicios y recursos para una promoción integral de la salud.
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