- Tribuna: TransEspaña
- El País, 2006-07-01 # Pedro Zerolo · Secretario de Movimientos Sociales y Relaciones con las ONG del PSOE
Pensemos por ejemplo en la identidad de género, tomemos la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS): "convicción personal, íntima y profunda de que se pertenece a uno u otro sexo en un sentido que va más allá de las características cromosómicas y somáticas propias". Es en ese "más allá" donde está la clave, donde reside la contradicción entre identidad de género y sexo anatómico que angustia diariamente a miles de ciudadanas y ciudadanos transexuales de nuestro país. No es una contradicción que pueda elegirse, la ciencia ya ha demostrado que las causas de la transexualidad son de carácter genético. Se puede nacer con ojos azules o negros, con el pelo castaño o pelirrojo... y se puede nacer mujer u hombre transexual, esto es, encerrado en un cuerpo que no te corresponde; tan sólo es una cuestión de probabilidades.
Hablemos de comprensión. Dijo Aristóteles que en el origen está la mitad de todas las cosas, pero hay otra mitad. También es necesario hacer un esfuerzo emocional. La trayectoria vital de las personas transexuales -como la nuestra- es una carrera de obstáculos, pero ellas y ellos tienen muchas más barreras que superar. Al frecuente rechazo familiar hay que añadir casi todos los sufrimientos que pueden provocar la intolerancia y la brutalidad. La transfobia -el odio o rechazo a las personas transexuales- existe. Quizá baste con recordar que las mujeres y hombres transexuales forman parte del colectivo más discriminado de nuestra sociedad.
Las personas transexuales, como todas las minorías oprimidas, han sufrido o están sufriendo en carne propia los cinco estadios de la discriminación, cinco etapas que se diferencian entre sí tanto por el grado de violencia como por la especificidad de sus lenguajes. El más grave de los grados de la discriminación persigue la aniquilación; encontramos ejemplos tanto en la solución final del nazismo como en la persecución, tortura y condenas a muerte que están sufriendo las personas transexuales a día de hoy en muchos países del mundo. El segundo estadio desea la negación o la invisibilización; son las políticas del apartheid, que reflejaban los carteles de "sólo para blancos" en la entrada de espacios públicos. El tercer grado de la discriminación busca la reducción, el recurso a los estereotipos, la transformación de los adjetivos en barrotes; la sufrieron las mujeres en occidente hasta bien entrado el siglo XX -en el resto del mundo queda mucho por hacer-, la hemos sufrido lesbianas, gays y bisexuales en España y la siguen sufriendo las personas transexuales. El cuarto nivel pretende la negociación. En esta etapa los mercaderes de la decencia niegan su condición de discriminadores, agitan el miedo y se muestran dispuestos a aceptar una parte negando el todo; la vivimos en nuestro país durante la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo y puede que la vivamos de nuevo en los próximos meses, tras la aprobación por el Gobierno de España del Proyecto de Ley de Identidad de Género. Finalmente, la estación deseada: la aceptación, la conquista plena de la igualdad y la dignidad, el maravilloso instante en el que la persona se transforma en sujeto de derechos y deberes, en ciudadana o ciudadano.
Hemos hablado de aprendizaje y de comprensión, hablemos ahora de leyes, del lenguaje de la convivencia. Desde que la OMS reconoció la transexualidad hace treinta años, se han aprobado distintas resoluciones del Parlamento Europeo y dictado varias sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que subrayan la necesidad de desterrar la discriminación de las personas transexuales; países de nuestro entorno como Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Noruega, Austria, Dinamarca -próximamente Bélgica- dieron hace años los pasos que España va a dar ahora.
El Partido Socialista incluyó en el programa electoral de las elecciones generales de 2004 su compromiso de impulsar una Ley de Identidad de Género. Canalizó así una histórica y justa reivindicación de los colectivos transexuales, verdaderos protagonistas de toda esta lucha de liberación. El Partido Socialista, junto a otros partidos políticos de izquierdas, organizaciones y movimientos sociales, apostó así por una causa que emana del espíritu mismo de nuestra Constitución, el derecho al reconocimiento de la dignidad de cada cual, al libre desarrollo de la personalidad y a la igualdad ante la Ley sin que pueda prevalecer ningún tipo de discriminación.
Lo que el Gobierno pretende con la Ley de Identidad de Género es reconocer la dignidad de las mujeres y los hombres transexuales. Y si algo podemos decir de la futura Ley es que hará a nuestro país aún más decente de lo que ya es, porque evitar el sufrimiento de cualquier ser humano, es promover la libertad y la igualdad, es luchar contra la discriminación. Una Ley que merece un apoyo unánime y un respaldo social, político y parlamentario. Una Ley que nos haga sentir, de nuevo, orgullosas y orgullosos de pertenecer a este magnífico país que se llama España.
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