- Una ocasión perdida para la Iglesia Católica
- El Comercio, 2006-07-18 # Miguel Angel García Carbajosa · Psiquiatra
Muchos españoles, creyentes y no creyentes, esperábamos que el Encuentro Internacional de los días 8 y 9 de julio, con asistencia del Papa, fuese la ocasión de un gran debate sobre la crisis actual de la familia tradicional, que diera luces sobre cómo relanzar el concepto y la práctica de la familia en nuestros días.
Sin embargo, todos los actos se han centrado en el marco de la exaltación propagandística de una supuesta familia tradicional, mundialmente 'unida' y cubierta por el manto sagrado de una ilusoria felicidad máxima, aunque exteriormente amenazada. Algo completamente alejado de la realidad.Para colmo, se ha caído en el victimismo: la familia tradicional (la católica, por supuesto) se presenta como víctima de una persecución que nadie ve, y sus exégetas se erigen en defensores a ultranza de un enemigo imaginario que nadie atisba. Esta actitud, puramente defensiva, ¿es muestra de fuerza y vitalidad o lo es de debilidad enfermiza?
Nadie pone hoy en duda que la familia tradicional está en crisis. Privada del antiguo apoyo de la familia ampliada, hoy muy desdibujada, la familia nuclear tiene enormes dificultades para mantener su estabilidad y para asegurar una transmisión generacional que no esté perturbada.
Pero esa crisis no es solamente española, y ni siquiera europea, ni viene de una amenaza exterior. Es una crisis interna, estructural y no de valores, derivada esencialmente de la incapacidad de la familia tradicional para responder y adaptarse a los retos del mundo moderno.
Es una crisis que afecta tanto a las familias católicas como a las no católicas y no va a resolverse con grandes exaltaciones mediáticas, ni reuniendo multitudes de diversos lugares del planeta con manifestaciones donde «lo festivo» y la «ilusión unitaria» anulan la necesidad de la reflexión sobre un futuro incierto. Tampoco va a resolverse buscando chivos expiatorios como el actual Gobierno legítimo de España presidido por el señor Rodríguez Zapatero.
Hay diversos factores que están influyendo en la crisis de la familia de raigambre patriarcal que hemos conocido en los últimos dos siglos. Sólo voy a señalar tres que me parecen capitales.
1.- El protagonismo ascendente de la mujer, anteriormente privada de derechos y oportunidades como individuo en la familia tradicional. La mujer hoy día reclama y obtiene derechos sociales y civiles de igualdad con el hombre. El hecho de poder trabajar, divorciarse, hacer estudios, tener independencia económica y acceder a cargos relevantes libera a la mujer del yugo del matrimonio tradicional impuesto por el hombre y la sociedad. La contracepción le permite controlar una procreación, sometida al capricho o descuido, también el hombre o de ambos. Por lo demás, ¿acaso la contracepción no es ampliamente utilizada en los matrimonios católicos?
2.- Declive histórico progresivo de la figura paterna, tanto en la familia como en la sociedad. El ejercicio público de nuestra profesión, así como el de educadores y enseñantes, testimonia todos los días de la amplitud de este declive, ya previsto por filósofos y psicoanalistas franceses como Jacques Lacan hace más de 40 años, y estudiado hoy día con detalle por sociólogos como el español Lluis Flaquer ('La estrella menguante del padre', Ariel. Barcelona 1999).
Benedicto XVI ha dicho en Valencia que «en toda paternidad y maternidad humana está presente Dios Creador; por eso, los esposos deben acoger al hijo que les nace no sólo como hijo suyo, sino también de Dios, que lo ama por sí mismo y lo llama a la filiación divina» ('El País', 10 de julio de 2006).
El mensaje del Papa es claro: El hombre es ante todo hijo de Dios. Sin embargo, la figura del Dios-Padre sobrenatural de la religión católica ha funcionado mientras aparecía como idealización de la figura paterna del hombre terrenal. Al hundirse esta idealización en las sociedades modernas, y con ello el carácter simbólico de la figura del padre como transmisor de la Ley, la «filiación divina» se tambalea y el Dios sobrenatural como origen de la familia se hace difícilmente asumible por el hombre moderno.
3.- No es de extrañar, en buena lógica con todo lo anterior, que surjan nuevas reagrupaciones sociales básicas que intenten reconstruir la familia de otra manera, respetando claro está la evolución del individuo en la sociedad actual (homosexuales, monoparentales, grupales, etcétera).
Estas nuevas entidades, con intención y función familiar, no pretenden en absoluto sustituir a la familia tradicional, pero son nuevas formas de restablecer un vínculo social que preserve a la humanidad de una atomización social de la que no nos puede defender una familia tradicional más imaginaria que real.
Que el Gobierno español trate de reconocerlas es una muestra de valentía y compromiso con la realidad que en nada perjudica a las familias tradicionales. Más bien las complementa. Habrá que ver cómo se desempeñan en estos nuevos núcleos las funciones paterna y materna, ya en crisis en el modelo anterior tradicional.
Esa sí que es una cuestión de actualidad a discutir. Pero ni de esto ni de lo demás se ha debatido en Valencia. Es una lástima y una ocasión perdida para una Iglesia aún aferrada a posiciones de poder y de dogma.
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