2006/06/29

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  • Iglesia y familia, «eppur si muove»
  • Levante · El Mercantil Valenciano, 2006-06-29 # Rubén Sancho Martínez · Psicólogo y Director de las Jornadas Internacionales sobre Diversidad Familiar en Europa

La Iglesia Católica está en pleno rearme ideológico. ¿Y cómo lo hace?, pues básicamente problematizando la vida cotidiana, es decir, aquello que sólo son muestras de que nuestra sociedad es dinámica, compleja, plural y diversa: los matrimonios civiles entre personas del mismo sexo, la condición y papel social de las mujeres, el derecho a una muerte digna, el uso preventivo del condón, el uso terapéutico de las células madre, etc. La jerarquía católica se erige como único y firme defensor de estos temas, patrimonializándolos como propios y acusando con el dedo a sus supuestos enemigos: el relativismo intelectual, el ateísmo, los feminismos, el movimiento asociativo gay-lésbico-transexual, los tradicionales-enemigos-de-la-iglesia? Nada nuevo bajo el sol; recordemos que la Iglesia Católica española ha sido una tradicional opositora de la ciencia, la ilustración y la modernidad, el republicanismo, el laicismo? en definitiva, a cualquier idea que amenace su privilegiada posición en la sociedad.

Inquisiciones aparte, la próxima visita papal ha acentuado esta estrategia de demonización de aquellos sectores sociales discrepan sobre la función y papel social de la Iglesia, las estrategias y los valores que su actual jerarquía ha decidido defender, dejando de lado otros muchos valores cristianos de importante valía social (la caridad, la fraternidad, el amor al prójimo, etc.). Qué lejos nos queda ya Juan XXIII, el Papa Bueno y su Concilio Vaticano II, que esta jerarquía esta empeñada en enterrar definitivamente?

En estos momentos, uno de los asuntos más candentes está siendo el de la familia y la jerarquía eclesiástica está decidida, como en el pasado, a imponer su verdad por encima de cualquier otra consideración. Pretende imponer a las familias, a todas (católicas o no, creyentes o no) su ideal, negando que la realidad de las familias es, como siempre lo ha sido, compleja, plural, diversa. Negar la realidad es una constante en la historia de la Iglesia católica. Hoy se niega la diversidad familiar, pero como dijera Galileo ante el tribunal que le obligó a abjurar se sus teorías astronómicas, «a pesar de todo, se mueve». La sociedad, a pesar de todo se mueve, cambia, se transforma... eppur si muove.

Un ejemplo de ese pretendido monopolio es el V Encuentro Mundial de las Familias. La Iglesia Católica no tiene ningún reparo en pretender hacernos creer que, efectivamente, se trata de un encuentro abierto a las familias. Nada más lejos de la realidad; se trata exclusivamente (y digo bien) de un encuentro de familias católicas, cosa que no consta en el título de su encuentro, evento que Ayuntamiento, Diputación y Generalitat financian sin reparar en gastos, aunque se trate de un evento privado (es decir, para las familias católicas), pero pagado con dinero público. Algunos ya lo tildan de ser un poco cristiano despilfarro propagandístico. Es más, visto el programa de actividades, lo que parece es un encuentro de las familias católicas más ultramontanas (según la RAE: «partidario y defensor del más alto poder y amplias facultades del Papa», por encima incluso del propio Estado. Algunos dirían que parece una definición del Foro de la Familia).

El paradigma familiar católico, que desde una interpretación crítica consistiría en un núcleo conyugal, heterosexual, heteroparental, heterocéntrico, patriarcal, sexista, homófobo y reproductivista, es el ideal que propugna la jerarquía eclesiástica para los católicos. Y sobre eso hay poco que opinar, pero lo que es inadmisible es que pretenda que sea la norma, la vara de medir el resto de familias, juzgándolas, estigmatizándolas y, si es preciso, segregándolas del cuerpo social.

Por otro lado, el análisis y diagnóstico que la jerarquía católica realiza de los problemas de las familias españolas es más que cuestionable en términos científicos. Si algo sabemos hoy en día, gracias a las ciencias sociales, es que la fuerza más poderosa que moldea y transforma las familias, en su composición, en su dinámica, en sus funciones, en sus interacciones intrafamiliares? es la Economía y sus agentes. No lo son las leyes, ni la «decadencia moral», ni los matrimonios homosexuales, ni el divorcio, ni ninguno de los cocos con que nos suele amenazar. Es el sistema económico y la forma en que estructura y organiza la sociedad, las familias y los mismos individuos, a su servicio y provecho. Poco debería preocupar a la Iglesia Católica el matrimonio homosexual, y mucho un sistema económico y productivo liberal y globalizado que explota y esquilma nuestro medio ambiente alterando sustancialmente el equilibrio ecológico, que abre una brecha insalvable entre ricos y pobres y que está poniendo en peligro el futuro de la humanidad y del planeta.

Por tanto, a qué obedece toda esta estrategia mediática alarmista, populista y bien financiada de los sectores religiosos y políticos más conservadores y fundamentalistas. No sería descabellado apuntar a qué la jerarquía católica española se siente insegura y frágil ante un mundo que no entiende; que sabe que su autoridad moral está ampliamente cuestionada en la sociedad, especialmente en lo referente a la moral sexual; y que su privilegiada financiación es difícilmente sostenible en un estado aconfesional, es decir, que no toma opción por una u otra confesión religiosa, aunque contradictoriamente mantenga vigentes unos acuerdos preconstitucionales claramente inaceptables hoy.

El mayor enemigo de la Iglesia Católica es, hoy por hoy, su jerarquía, una gerontocracia masculina, un gobierno de ancianos anclados vital e ideológicamente en el pasado, que no entienden, ni comparten los retos de las mujeres y los hombres de hoy, católicos o no, aplicando a problemas de hoy diagnósticos y soluciones de anteayer: el dogmatismo, la amenaza, la culpa, el miedo y la vergüenza. La Iglesia Católica podría y debería jugar un importante papel en nuestra sociedad, pero no es éste. Por eso, yo no espero a Benedicto XVI, porque no espero nada de este Papa que, tristemente, no sepa ya.

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