2006/07/29

> Iritzia: Antonio Papell > EN LA PROCESION Y REPICANDO

  • En la procesión y repicando
  • Las Provincias, 2006-07-29 # Antonio Papell

Si se cumplen las previsiones, hoy el alcalde de Madrid, el popular Alberto Ruiz-Gallardón, oficiará un primera boda gay en que los contrayentes son asimismo militantes del Partido Popular: Javier Gómez —activista y cabeza visible del grupo de gais del PP— y Manuel Ródenas —abogado y responsable del programa de asesoramiento de Gais, Lesbianas y Transexuales de la Comunidad de Madrid.

En una primera aproximación al asunto, hay que manifestar que no extraña que una persona abierta y en apariencia liberal como Ruiz-Gallardón acepte oficiar una ceremonia que representa el reconocimiento de un derecho civil que había sido negado hasta ahora a una minoría de ciudadanos. Pero, dicho esto, hay que añadir inmediatamente que resulta irritante que el alcalde capitalino trate de pasar de puntillas sobre la flagrante contradicción en que incurren su partido y él mismo al encarar este acontecimiento con afectada naturalidad. Porque la opinión pública de un país maduro como este tiene derecho a exigir a sus políticos coherencia con sus propias ideas y es notorio que Ruiz-Gallardón pretende estar, en este asunto como en otros, en la procesión y repicando las campanas. En la trinchera de la represión y en la proa del progresismo.

Argumentan Ruiz-Gallardón y otros portavoces de su partido que una cosa es la vigencia de la ley y otra muy distinta lo que el partido opine oficialmente de ella. Efectivamente, así es, y resultaría escandaloso que los cargos públicos del PP regatearan su acatamiento a las normas del Derecho positivo. Pero una cosa es cumplir la ley, y otra muy distinta alardear de ello con manifiestos fines electoralistas y de imagen.

Conviene recordar, a estos efectos, que la incongruencia de Ruiz-Gallardón no emana exclusivamente del hecho de que el PP haya recurrido la ley del matrimonio homosexual ante el Tribunal Constitucional: además, la cúpula del Partido Popular participó, junto a numerosos obispos, en una gran manifestación callejera, sin precedentes en la historia moderna de este país, contra aquella “aberración” legislativa que, al decir de los organizadores de la marcha, arruinaría irremisiblemente y para siempre a la familia tradicional española. Pero no sólo objetó el PP estos reproches éticos sino que ofendió también directa y expresamente a la minoría homosexual al permitir que su portavoz de Justicia en el Senado, Agustín Conde, aportara como argumento de autoridad contra la ley el testimonio de un pretendido científico que defendió la tesis de que el homosexual es un enfermo. En definitiva, el partido de Ruiz-Gallardón no sólo ha objetado “técnicamente” la norma, ciertamente opinable, que entroniza el matrimonio entre personas del mismo sexo: también ha hecho campaña homófoba para mantener en el ostracismo a esta minoría, para prolongar en el tiempo la anatema que la ha perseguido secularmente, para regatearle el derecho a la igualdad, un criterio esencial y desde luego previo al consagrado por el artículo 32 CE, que regula el matrimonio en términos suficientemente ambiguos para que el referido recurso no tenga sentido.

Por consiguiente, ni siquiera bastaría con la retirada del recurso ante el TC para que el PP pudiera mirar a la cara con dignidad a esa pareja de militantes suyos que hoy se casa, sin percatarse aparentemente de que han sido inaceptablemente menospreciados por su propio partido, que ahora los utiliza para fines evidentemente tangenciales: si el PP quiere revocar su actitud reaccionaria en este asunto, tendrá además que pedir disculpas a los insultados y que retractarse de ciertas manifestaciones. En cualquier caso, la actitud de Gallardón no remedia ruptura alguna sino al contrario: la frialdad con que el alcalde de Madrid pasa sobre la posición oscura del PP en este asunto como si no se hubiera percatado de ella es, ante todo, un alarde de inaceptable cinismo. No es cabal arrojar migajas a los negros después de haberlos recluido en el gueto.

El Partido Popular tiene un amplio espectro y es muy lícito y lógico que el aparato dirigente trate de cuidar a su clientela, que intente interpretar sus anhelos y se ponga incluso a su cabeza, pero en todos los casos deberá optar, como han de hacer siempre las fuerzas políticas en los distintos dilemas que la propia sociedad plantea. En este asunto, el PP ha elegido mantenerse al frente de una corriente tradicional de raíces religiosas, opuesta a la liberalización de las costumbres y del derecho de familia que ha emprendido el Gobierno. Ello le habrá acarreado el beneplácito de quienes coinciden con sus convicciones y la hostilidad de los contrarios. Todo normal, todo inteligible. Pero no pretenda encima el PP que las víctimas de su elección, que no pueden evitar el recuerdo de viejas inquisiciones, le rían las gracias o miren hacia otra parte como si nada hubiera ocurrido.

No comments: