2006/06/28

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  • Sexualidad e identidad
  • «Es el ser íntimo del sujeto, con sus fantasías, vergüenzas y debilidades, el que se manifiesta en una relación afectivo-sexual, y el que se autoafirma o rechaza en su grado de masculinidad o feminidad»
  • El Diario Vasco, 2006-06-28 # Araceli Medrano · Doctora en Psicología
Algunos piensan que el cuerpo humano es una especie de máquina que se puede controlar, y que las disfunciones sexuales se arreglan con conocimientos técnicos que permiten manejar el placer y el encuentro con el otro. Pues no, en cuestión de encuentros lo que dirige el camino hacia el placer es el deseo, la comunicación sincera y la aprobación de uno mismo. Es el ser íntimo del sujeto, con sus fantasías, vergüenzas y debilidades, el que se manifiesta en una relación afectivo-sexual, y el que se autoafirma o rechaza en su grado de masculinidad o feminidad. En ese momento no es posible el engaño ni la mascarada, o funciona el deseo con su puesta en escena, o surge el horror de lo real y se cierra el telón. La construcción de la identidad de género tiene una estructura y diferentes encrucijadas en el ser humano. La adolescencia es el momento evolutivo por excelencia en el que aparece en primer plano la pregunta por la feminidad y la masculinidad (¿qué quiere un hombre de una mujer y una mujer de un hombre?), en relación al deseo del otro.

A esta cuestión simbólica, se responde desde la imitación a patrones ideales de comportamiento y con respuestas alienantes del orden de lo imaginario, suscitadas explícitamente por determinados medios de comunicación. Asimismo, se construyen respuestas subjetivas válidas que permiten comprobar que lo que uno desea coincide en buena medida con lo que quiere. En muchos estudios realizados en diferentes contextos culturales, se observa que los principales problemas de las adolescentes tienen que ver con el rechazo a su imagen corporal. En los chicos los conflictos surgen cuando se identifican al prototipo varonil potente y fallan en su relación con una mujer cuando llega la hora de la verdad. Fallan solo desde los ideales, ya que cuando se aceptan en su particularidad desaparecen los miedos, la culpa y pueden reconocerse y abandonarse en el otro Los ideales e ideas preconcebidas respecto a la identidad y comportamiento sexual desfiguran, manipulan, inhiben, culpabilizan y desorientan a jóvenes y adultos respecto a un saber hacer en la relación con el otro, que es la expresión más íntima de lo que somos cada uno en nuestro recorrido y particularidad. Ni más ni menos y a dos. Por ejemplo, hay mujeres muy femeninas que pueden adoptar una supuesta posición masculina en la relación afectivo-sexual, y hombres muy varoniles que pueden, sin dejar de serlo, colocarse en una supuesta posición femenina en los avatares del juego amoroso. ¿Juego de palabras? En absoluto. Más bien un ida-vuelta en la profundización del ser.

En cuanto a la identificación a roles de género, los ideales van cambiando y esto en parte es un efecto del esfuerzo realizado en el ámbito educativo y en los medios de comunicación, y por la necesidad de cambio generada por diferentes agentes desde lo social. Cierta dosis de cambio en una sociedad plural ha facilitado diferentes modelos y la posibilidad de elegir. Si no es así, las personas se encuentran divididas entre lo que piensan que deben hacer por imperativo, y lo que es. Este tipo de divisiones entre el pensamiento y la conducta real generan comportamientos traumáticos, repetitivos y sentimientos de culpabilidad patológicos. De ello dan fe algunos adultos que, atormentados por los ideales que imperan de goce sexual (masculinos-femeninos), se culpabilizan y niegan la contradicción que les habita, para volver a repetir con propósito de enmienda la transgresión realizada. Mentiras, escándalos y abusos sexuales sorprenden por su despiadada crueldad. Hay quien pregunta si esto es neurosis, perversión o una cuestión de narcisismo o cinismo.

Sería una simpleza da una respuesta concreta, porque el diagnóstico se realiza desde la particularidad del sujeto y con datos de otro orden respecto a su estructura clínica. Lo que si se puede afirmar es que existe la idea de que es mejor no pensar y no profundizar en las contradicciones porque no sirve para nada, ya que el destino y el azar se encargan de poner las cosas en su sitio. Entre otras razones, generamos este tipo de pensamientos para adaptarnos al medio y no sufrir, pero, paradójcamente, cuando se ejerce el acto de la ignorancia de forma repetida surgen los síntomas en todo su esplendor. Hace poco recibí en mi correo un documento fotográfico en el que aparecían imágenes y textos de mujeres de diferentes culturas que me impactaron positivamente porque apuntaban en su contenido a la relación entre identificación y posición sexuada.

O dicho de otra manera, a la desidentificación frente a ciertas ideas preconcebidas sobre el comportamiento femenino y masculino. Resumo alguna de estas sencillas ideas: «Por cada mujer cansada de ser un objeto sexual y de ser calificada como hembra emocional, hay un hombre preocupado por mantener su potencia sexual». «Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite, hay un hombre obligado a competir para que no se dude de su masculinidad y a quien se le ha negado el derecho a ser delicado».

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